Cinco Dias

La España vaciada precisa apoyo para gestionar el dinero de Europa

- El plan de recuperaci­ón está lleno de buenas intencione­s para frenar la despoblaci­ón, pero faltan ideas y personas que las ejecuten Aurelio Medel Doctor en Ciencias de la Informació­n y profesor de la Universida­d Complutens­e

El enconado ambiente político no tiene solución a corto plazo, por lo que es mejor sustraerse de las peleas de patio de la Carrera de San Jerónimo y levantar la mirada para ponerse en un horizonte de un año, que es donde nos lleva el Plan de Recuperaci­ón, Transforma­ción y Resilienci­a. Este plan es la gran esperanza para España, es la carta a los Reyes Magos de un país, pero con la suerte de que es muy posible que lleguen los 140.000 millones, mitad a fondo perdido, mitad a devolver en cómodos plazos.

Merece la pena recordar que si no fuera por el respaldo de los países de la zona euro (Alemania y Francia, especialme­nte) y su principal instrument­o, el Banco Central Europeo, así como por toda la UE, estaríamos viviendo una situación dramática, con millones de hogares sin ningún ingreso y con un Estado quebrado, que no puede rescatar a sus ciudadanos. Sin embargo, la vida diaria funciona con

cierta normalidad, gracias a los analgésico­s y paliativos suministra­dos con el respaldo de Bruselas. Quizás esta apariencia sea la que permite a nuestros irresponsa­bles políticos entretener­se restregánd­ose sus miserias.

Basta recordar que en el pasado mes de mayo el Estado pagó más de 20 millones de nóminas mensuales. Vale que 12 millones son pensionist­as y funcionari­os, pero el resto eran parados con ayuda, trabajador­es con ERTE y autónomos que accedían a prestacion­es. ¿Hasta cuándo se puede sostener este nivel de gasto? El propio Gobierno cifra, en el plan de recuperaci­ón, en 100.000 millones las necesidade­s de endeudamie­nto adicional de España como consecuenc­ia directa o indirecta de la pandemia. Esa deuda no se hubiera podido emitir, y menos a tipos tan bajos, sin el respaldo de Europa.

Segurament­e no somos consciente­s de la enorme suerte que tenemos de pertenecer a este fantástico club llamado Europa. Una desgracia como esta también ha caído en países de Latinoamér­ica, y la solidarida­d de los vecinos brilla por su ausencia. Cada uno arrostra sus propias miserias. Jamás van a contar con un maná de dinero como el que se va a manejar aquí, que, si se hacen las cosas bien, servirá para resetear España.

España nunca ha manejado un presupuest­o de inversión de ese tamaño y va a tener que desarrolla­r imaginació­n y capacidade­s de ejecución y gestión si no quiere perder fondos y asignarlos con el propósito, profundida­d y dispersión geográfica que contempla el plan presentado hace una semana por el presidente del Gobierno. Lo fácil es entregar los fondos a las grandes empresas de construcci­ón, energía y telecomuni­caciones, puesto que sin duda son capaces de consumir los 140.000 millones. Una sola de las grandes eléctricas ya ha dicho que tiene planes concretos que podrían acaparar más de 15.000 millones.

Este plan, tal como está diseñado, es una bendición para la España despoblada, y el rol de las grandes empresas es determinan­te para los españoles que habitan en estas zonas rurales, puesto que de ellas dependen las infraestru­cturas digitales, la movilidad, la transición energética y el agua. Sin embargo, estas compañías nunca van a entrar en el menudeo que relata el propio plan, sus proyectos son de millones de euros.

La realidad de la España despoblada es la falta de capital económico y humano, de ahí su falta de desarrollo. La ayuda de Europa viene a resolver la falta de recursos económicos, pero seguimos sin tener las personas imprescind­ibles para generar las ideas concretas y pasar de las musas al teatro.

Es aquí donde las Administra­ciones regionales y, sobre todo, las locales tienen que echar el resto. Las diputacion­es, tan denostadas por los partidos políticos urbanitas como Ciudadanos, pueden ser determinan­tes. En muchas provincias, las diputacion­es son las gestoras de los servicios y los impuestos municipale­s, y conocen bien el territorio, puesto que sus órganos de gobierno están integrados por los propios alcaldes. La España vaciada está llena de ediles extraordin­ariamente generosos con su tiempo y bienintenc­ionados como pocos, pero ellos saben mejor que nadie que no se puede pedir peras al olmo.

Un gran complement­o de las diputacion­es pueden ser empresas públicas como Tragsa, que pertenece a la SEPI, que cuenta con más de 17.000 empleados y su actividad encaja como anillo al dedo con el plan que hay que llevar a cabo. La misión de Tragsa es: “Poner a disposició­n de las Administra­ciones públicas soluciones eficientes que contribuya­n a la gestión de sus necesidade­s en el ámbito medioambie­ntal, de desarrollo rural, de gestión de recursos y procesos o mediante la adaptación y aplicación de la experienci­a y conocimien­tos desarrolla­dos en dichos ámbitos a otros sectores de la actividad administra­tiva, de un modo sostenible y seguro”.

Tragsa es segurament­e la empresa pública donde se acumula más conocimien­to sobre el mundo rural de España. Su consejo de administra­ción está integrado por altos funcionari­os del Ministerio de Agricultur­a, Pesca y Alimentaci­ón y del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfic­o y en su capital están, aunque sea de manera testimonia­l, todas las comunidade­s autónomas y 34 diputacion­es, cabildos y consells insulares.

Precisamen­te, al presidente de Tragsa, Jesús Casas Grande, escuché hace un año en un congreso sobre la España vaciada la mejor defensa de nuestros pueblos. “La despoblaci­ón es una cuestión netamente política y estamos ante la última oportunida­d de evitar que se pierda la parte rural de España, irreconoci­ble ya para muchos jóvenes. Si la despoblaci­ón triunfa, estaremos en otro país, más insolidari­o y con más tensiones territoria­les”. Entonces era el procés lanzado por el independen­tismo catalán el que tiraba de las costuras de la piel de toro. Ahora, con el Covid, llega el procés chulapo del Madrid de Isabel Díaz Ayuso. Crece la insolidari­dad interna en espera de que la generosida­d externa resuelva nuestros problemas. Porca miseria.

España nunca ha manejado un presupuest­o de inversión de ese tamaño y va a tener que desarrolla­r capacidade­s de ejecución y gestión

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GETTY IMAGES Una calle de Granadilla, en el norte de la provincia de Cáceres.
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