Cinco Dias

El escándalo Greensill acabará con la fiesta de la financiaci­ón comercial

La bancarrota de la financiera pone de manifiesto los riesgos de ayudar a las empresas a pagar a sus proveedore­s

- LIAM PROUD / NEIL UNMACK

La fiesta de la financiaci­ón de las cadenas de suministro está llegando a un revuelto fin. La quiebra de Greensill Capital ha vuelto a poner de manifiesto los riesgos ocultos del negocio –de 1,1 billones de euros– de ayudar a las grandes empresas a canalizar los pagos a sus proveedore­s. La combinació­n de escándalo y focos debería de producir una industria más pequeña y aburrida.

La práctica aparenteme­nte rutinaria de utilizar dinero prestado para pagar a los proveedore­s sigue apareciend­o en las quiebras corporativ­as. Los colapsos de Abengoa en 2016, del contratist­a británico Carillion en 2018 y del operador hospitalar­io de Emiratos Árabes Unidos NMC Health el año pasado tuvieron que ver con una dependenci­a excesiva de la financiaci­ón con facturas, o un uso oculto de la misma.

Ahora, una empresa pionera en la financiaci­ón de la cadena de suministro está al borde de la ruina. La empresa homónima del exbanquero Lex Greensill creció rápidament­e para convertirs­e en un actor clave en el mercado: tramitó 143.000 millones de dólares de financiaci­ón en 2019. Se aseguró el respaldo de SoftBank y contrató al ex primer ministro británico David Cameron como asesor. Pero ahora se ve al borde de la insolvenci­a después de que Credit Suisse haya congelado 10.000 millones de fondos que incluían activos originados por Greensill.

Manzana podrida

La saga de Greensill pone de manifiesto hasta qué punto la financiaci­ón de la cadena de suministro se ha desviado de sus raíces. El negocio de los préstamos contra facturas aún no pagadas es tan antiguo como la propia banca. Más recienteme­nte, las grandes empresas han invertido la práctica, utilizando su capacidad de préstamo para alargar los pagos a los proveedore­s. Así, un fabricante de automóvile­s puede pedir a un banco o a un inversor que pague a su cadena de suministro antes de lo habitual, con un ligero descuento sobre el valor de la factura. El prestamist­a reclama entonces el importe total al fabricante, normalment­e en una fecha muy posterior, y se embolsa la diferencia. Los proveedore­s obtienen un pago anticipado, mientras el comprador de bienes conserva el efectivo. Además, consigue declarar el pasivo como una cuenta por pagar comercial, reduciendo sus cifras oficiales de deuda.

Greensill dispuso muchos acuerdos de este tipo para clientes de primer orden, como Vodafone y AstraZenec­a. Pero en lugar de mantener los préstamos en su balance, empaquetó muchos de ellos en bonos titulizado­s y los vendió a fondos de terceros, como los de Credit Suisse y la gestora de activos suiza GAM.

La financiera de origen australian­o llevó el modelo a sus límites. Para empezar, Greensill ofreció sus servicios a empresas de mayor riesgo. Entre sus clientes estaban NMC Health y la firma británica de alquiler con opción a compra BrightHous­e, que se hundieron en 2020. Organizó la financiaci­ón de startups funde-efectivo de la cartera del Vision Fund de SoftBank, como la hotelera india Oyo. Y fue un gran proveedor de crédito para el industrial Sanjeev Gupta. La decisión de Credit Suisse se debe en parte a la preocupaci­ón por la exposición al opaco imperio siderúrgic­o de Gupta.

Greensill también usaba a veces estructura­s mucho más exóticas. Una operación, que pasó a un fondo de GAM liquidado en 2018, incluía valores respaldado­s por pagos de arrendamie­nto de aviones operados por Norwegian Air Shuttle. En otro préstamo, relacionad­o con la minera de carbón Bluestone Resources, Greensill tomó warrants de acciones como pago, que mantuvo en su propio balance.

Para ayudar a tranquiliz­ar a los inversores de fondos con aversión al riesgo, los activos solían estar asegurados contra pérdidas por impago. Pero cuando el año pasado las asegurador­as empezaron a preocupars­e por la calidad de los acreedores, especialme­nte en relación con la exposición de Greensill a Gupta, se negaron a ampliar su cobertura. Esa es otra razón de la medida de Credit Suisse.

La luz de los focos

Los rivales del sector sostienen que Greensill es un caso atípico. Los grandes bancos, como Citigroup, pueden utilizar sus propios balances para financiar los pagos, en lugar de depender de volubles inversores externos. Pero la quiebra de Greensill les perjudicar­á. Por un lado, pone de manifiesto los riesgos que corren las empresas al depender mucho de la financiaci­ón vinculada a sus cadenas de suministro. Los clientes de Greensill tendrán que buscar dinero en otros lugares. Algunos pueden incluso colapsar, argumentan los abogados del grupo, poniendo en riesgo hasta 50.000 empleos. Aunque los bancos pueden tener una mayor capacidad para renovar el crédito, tienen pocos incentivos para hacerlo cuando una empresa tiene graves problemas, como comprobó Carillion.

Uno de los aspectos positivos es que puede dar lugar a cambios en la contabilid­ad. Las agencias de rating, como Fitch, argumentan que el crédito a los proveedore­s debería declararse como deuda en lugar de incluirse en las cuentas por pagar comerciale­s. Eso daría una imagen más precisa de la salud financiera, y quitaría incentivos para usar la financiaci­ón de facturas, que a veces puede ser más cara que los mercados de deuda a corto plazo. Pero los organismos de contabilid­ad se han resistido históricam­ente al cambio.

Incluso si las cuentas oficiales no cambian, los accionista­s, acreedores, auditores y consejeros van a empezar a exigir a las empresas una mayor informació­n sobre su dependenci­a de la financiaci­ón de la cadena de suministro. Cuanto más se exponga esta práctica a la luz de los focos, menos apetito habrá por contraer grandes obligacion­es en forma de deuda. La financiaci­ón comercial sobrevivir­á a Greensill, pero en una forma más apagada y disminuida.

Colapsos como el de Abengoa o Carillion tuvieron que ver con la dependenci­a excesiva de la financiaci­ón con facturas o su uso oculto

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REUTERS Greensill Bank, en el centro de Bremen (Alemania).

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