Foto histórica. La AHNENERBEN en el Cáucaso
En el Cáucaso aún es posible encontrar numerosos objetos inéditos que permiten reconocer las huellas de la ocupación nazi, y que fueron dejadas sobre el terreno por agentes de la Ahnenerben. Hasta allí fueron para indagar sobre los orígenes de la raza aria y buscar objetos de poder. Estos son los más curiosos y sorprendentes.
HACE JUSTAMENTE UN AÑO, EMPRENDÍ, JUNTO CON UN COMPAÑERO DE CAMINO –el también historiador Carlos Font–, un sorprendente viaje a las poco conocidas tierras de la Trans y Circaucasia: la República Rusa de Adigueya y Abjasia. Mi interés en aquella zona se cifraba en lograr la documentación de construcciones (principalmente dólmenes) y restos arqueológicos muy poco estudiados; verificar la veracidad o falsedad de un par de extraños cráneos, a caballo entre la paleoantropología y la ufología; y, por supuesto, acceder a cualquier vestigio que, desde el punto de vista de la Historia, contara con las características de ser fidedigno, interesante y novedoso.
En unas tierras tan ignotas –a pesar de su relativa proximidad– y mal comunicadas como las intricadas serranías caucasianas, hallar materiales que cumplan con estas premisas no es difícil, por cuanto que son relativamente abundantes, pero, debido a su complicado acceso, gran dispersión y escasa comunicación con los lugareños, la tarea de su búsqueda alcanza tintes de auténtica aventura.
El punto de mayor interés de mi ruta pasaba por la antigua alquería de Belovodye (en la circunscripción de Maikop, Rusia), lugar remoto en el que su propietario, Vladímir Melicov, se retiró después de cumplir su carrera militar. De este modo, apartado de núcleos urbanos de cierta entidad (aunque no desconectado del mundo), dedicarse a coleccionar objetos arqueológicos y históricos, animales extraños disecados, fósiles, incluso huellas del yeti, de las que tiene varios moldes sacados sobre las improntas dejadas en el barro, supuestamente, por este enigmático ser... y todo ello escuchando desfasados discursos de Stalin, grabados en un antiguo disco de vinilo, en rotación sobre un vetusto y polvoriento gramófono.
El complejo de Belovodye está compuesto por un amplio caserío cuyo germen debió surgir en la Edad Media, pero del cual quedan visibles las construcciones realizadas, según su estructura y edilicia, en la Edad Moderna y que debió responder en su época a una explotación rural agropecuaria. Actualmente, Melicov lo ha restaurado manteniendo íntegramente su antigua morfología, aunque dotándola de todos los servicios necesarios hoy en día. Él vive allí con su familia en unas estancias privadas, siendo visitable el resto de la propiedad, la cual incluye algunas habitaciones para los viajeros y un pequeño restaurante, así como un parque que rodea al conjunto en el que, entre otras curiosidades, se encuentra enclavado un magnífico dolmen.
Una vez superado el asombro producido al constatar la enorme riqueza histórico-arqueológica atesorada en su "museo", comenzó la ardua tarea de describir y fotografiar los restos que más captaban mi interés. Resultado de esos trabajos, surgió el objeto de este artículo: presentar una serie de materiales en perfecto estado de conservación y totalmente inédi-
tos, en la práctica totalidad de los casos, dejados sobre el terreno por agentes de la Ahnenerben durante la ocupación nazi del Cáucaso.
Destacamentos de esta sociedad pseudocientífica y cuasi secreta, fueron enviadas por H. Himmler hacia los cuatro puntos cardinales para indagar sobre los orígenes de la raza aria y, de camino, para investigar temas esotéricos y buscar objetos de poder; entre estos destinos se encontraba –como no podía ser de otra forma habida cuenta su riqueza en manifestaciones ancestrales y herméticas– el Cáucaso, lugar donde, verdaderamente, prolifera la fenomenología esotérica: energías telúricas de los dólmenes locales, seres extraños como Zana o los cráneos, "agua viva" del lago Ritza...
Es cierto que, acercándose a este tema a través de internet, aparecen numerosas entradas que presentan reiterativamente tres elementos anómalos depositados en las dependencias de Belovodye: dos cráneos de características alienígenas (en realidad, fósiles prehistóricos de algún animal extinto aún no identificado, que fueron encontrados por unos espeleólogos en una cueva alejada); un anillo con grabados nazis (que, equivocadamente, se atribuye a este área, aunque en verdad proviene de la campaña alemana en el monte Elbrús) y un maletín con el anagrama de la Ahnenerben (la única cosa acertada si bien, al contrario de lo que se comenta en línea, no contenía los cráneos... ni nada: apareció completamente vacío). En este punto hay que aclarar que la información circulante sobre este tema, no solo yerra en el origen de las piezas, si no que, incluso, confunde al propio Melicov.
Pero a los objetos anteriormente descritos hay que añadirles una serie de piezas, en estos casos, totalmente inéditas, que son las que ahora les presentamos.
Según nos explicó Melicov respecto a la procedencia de todos estos materiales, hace ya bastante tiempo (y no en 2015, como se ha dicho), un anciano que vive retirado en los montes sin que nadie sepa a ciencia cierta cuál es su morada, ni donde está, ni siquiera su nombre o forma de vida, se acercó a Belobodye y, probablemente conocedor del interés por los objetos históricos de su propietario, le entregó, sin más explicaciones, el maletín.
A lo largo de los años siguientes, el enigmático eremita le fue llevando a Melicov nuevos restos, pero nunca le aclaró de dónde los sacaba o por qué estaban en su poder... Es muy posible que el viejo habitante del bosque fuera en su día un militante de la Ahnenerben que, cuando llegó la hora de la retirada del Cáucaso de las tropas germanas, ya sea por causa voluntaria –deserción–o involuntaria –porque estuviera herido o retenido– permaneció oculto en las montañas de Adigueya, y de ahí el secretismo sobre su vida.
Sea como fuere, Melicov comentó durante nuestra estadía en Belobodye que hacía tiempo que no se sabía de él, lo cual presagiaba, dada su elevada edad, que haya acabado sus días en algún recóndito lugar. De esta forma, es previsible pensar que el halo de misterio que rodea a este asunto, no se desvanecerá nunca o, al menos, durante mucho tiempo.