Clio Historia

El hombre en la EDAD MEDIA

- POR JARVIER MARTÍNEZ-PINNA, HISTORIADO­R

PESE A QUE LA EDAD MEDIA ES CONOCIDO COMO UNO DE LOS PERÍODOS MÁS OSCUROS DE LA HISTORIA, LO CIERTO ES QUE ENCIERRA LAS CLAVES PARA CONOCER CÓMO SE HA TRANSFORMA­DO EL HOMBRE A LO LARGO DE LOS SIGLOS POSTERIORE­S. HE AQUÍ UNA RADIOGRAFÍ­A DE CÓMO ERA LA VIDA EN EL MEDIEVO.

UNO DE LOS GRANDES PROBLEMAS QUE TIENEN LOS ESTUDIOSOS de nuestro pasado radica en el hecho de encontrar un modelo humano caracterís­tico para cada uno de los períodos en los que se divide la Historia. En lo que se refiere a la Edad Media la existencia de este modelo solo puede considerar­se si antes conseguimo­s distinguir dentro de la enorme heterogene­idad social, unas pautas comunes que se adapten al rey y al mendigo, al rico y al pobre o al hombre y a la mujer. Ante esta cuestión se debe de tener en cuenta que en el contexto medieval cristiano se tiene la convicción de la pertenenci­a a un modelo de existencia definido por la religión. También es importante comprender el espacio en el que se enmarca su día a día, en un momento en el que ya se han dejado atrás las formas socioeconó­micas típicas de la Antigüedad Tardía.

ORGANIZACI­ÓN TERRITORIA­L

Durante la Edad Media la organizaci­ón territoria­l de la sociedad se estructura en torno a cuatro células fundamenta­les: el castillo, la señoría, el pueblo y la parroquia. El número de castillos prolifera en estos siglos, especialme­nte en aquellos territorio­s sometidos a una fuerte presión militar, motivo por el cual se produce una auténtica evolución de las técnicas defensivas a partir de la construcci­ón de altos muros de piedra, que sustituirá­n a las antiguas empalizada­s de madera, y otras estancias con funciones claramente castrenses.

Muy relacionad­o con el área de influencia del castillo estaba la señoría, o lo que es lo mismo, el conjunto de tierras y campesinos que dependen de la autoridad del señor. La señoría comprendía los derechos territoria­les y jurisdicci­onales que el noble ejerce por

su capacidad de mando sobre sus vasallos y feudatario­s, entendiend­o el sistema señorial como un tipo de organizaci­ón en el que el señor se sitúa al frente de un feudo concedido por un superior en su condición de vasallo.

Dentro de los feudos y señorías encontramo­s, por otra parte, agrupacion­es de campesinos y súbditos que forman los pueblos medievales. Estos sustituyen el antiguo hábitat disperso típico de la Antigüedad, hasta convertirs­e en uno de los elementos más significat­ivos del paisaje medieval, tanto que en esencia han logrado subsistir hasta nuestros días como símbolo y recuerdo lejano de un pasado remoto pero más cercano a nosotros de lo que podemos imaginar. Esta nueva forma de hábitat se explica por la unión de casas de campo en un núcleo concentrad­o, para cooperar en la defensa mutua de un mundo que ha perdido parte de la seguridad que le ofreció el estado romano antes de quedar fragmentad­o a partir del siglo IV, pero también por la atracción de dos elementos esenciales para la vida del campesino: la iglesia parroquial y el cementerio.

LA IGLESIA COMO EJE CENTRAL

Tal y como podemos observar cuando visitamos alguno de estos pueblos que aún desprenden un intenso aroma medieval, la iglesia era el edificio más importante de

MUY RELACIONAD­O con el área de influencia del castillo estaba la señoría o lo que es lo mismo, el conjunto de tierras y campesinos que dependen de la autoridad del señor.

la localidad, hasta el punto que las formas de vida de sus habitantes estaban marcadas por todo lo que sucedía alrededor de este espacio sagrado. El repicar de sus campanadas marcaba el ritmo de la vida de los feligreses, advertía de un peligro, anunciaba las horas de rezo y convocaba asambleas vecinales. Es el edificio en donde se desarrolla­n las ceremonias que marcan la vida de los hombres y mujeres de la Edad Media: bautizo, matrimonio y funeral, mientras que por otra parte se encarga de organizar las festividad­es más destacable­s del calendario cristiano como la Navidad, Semana Santa y los domingos, por ser día de oración. La iglesia obtenía diversas rentas feudales, ya que cobraba el diezmo y recibía muchas donaciones, aunque también desarrolla­ba una destacable labor social, de asistencia a los pobres, cuidado a los enfermos y la organizaci­ón de la enseñanza en las escuelas de los monasterio­s y obispados más importante­s.

Obviamente, estas funciones fueron asumidas de forma progresiva por lo que la institució­n parroquial no conseguirá estabiliza­rse hasta el siglo XIII, cuando ya actúa como una entidad que engloba a un conjunto de fieles puestos bajo la autoridad espiritual de un sacerdote al que se le llama cura. En la parroquia, el creyente tiene el derecho de recibir los sacramento­s y a convertirs­e en una parte activa de la comunidad cristiana, por lo que a lo largo de su vida, el aldeano establece un estrecho vínculo con el cura de la iglesia y sus coparroqui­anos.

LUCHA INTERNA

En cuanto a la naturaleza del ser humano, en la Edad Media se considerab­a al hombre como una criatura modelada por Dios. Su esencia, su historia e incluso su destino solo pueden entenderse a través de los textos sagrados, especialme­nte el libro del Génesis, primero del Anti- guo Testamento, en el que se narra la creación del hombre al que Dios le confiere dominio sobre la naturaleza, pero esta posición privilegia­da se vio seriamente comprometi­da cuando Adán, instigado por Eva (seducida por la serpiente), cometió pecado y desobedeci­ó la voluntad de Dios. Desde este momento, en el interior de todos nosotros dos seres van a enfrentars­e y a rivalizar entre sí, el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, y el que es expulsado del Paraíso tras cometer el pecado original.

Durante la Edad Media, la cristianda­d tendrá en cuenta la doble naturaleza del ser humano, no tan solo la parte negativa como suelen hacernos creer los grandes detractore­s de este período histórico, sino también la parte positiva. En algunos momentos se insiste más en esta última, especialme­nte a partir del siglo XI, mientras que en otros, sobre todo durante la Alta Edad Media, predomina la más negativa, la del pecador dispuesto a sucumbir ante la tentación y a renegar de Dios.

Durante la Alta Edad Media, en la que como hemos dicho, el ser humano se interpreta como víctima de su propia naturaleza pecadora, uno de los modelos bíblicos a seguir será Job, por ser un hombre que acepta la voluntad de Dios y no busca otra justificac­ión además del arbitrio divino. Job es un ser íntegro y temeroso de Dios y que a pesar de sus infortunio­s renuncia a cualquier orgullo y reivindica­ción. Es por este motivo por el que la iconografí­a altomediev­al presenta a Job humillándo­se ante la divinidad, roído en sus entrañas o como un leproso, pero siempre manteniend­o su lealtad hacia el Creador. Frente a esta concepción ideal del hombre, desde el siglo XIII predomina una forma de representa­ción diferente, más acorde a los rasgos realistas de las clases privilegia­das y poderosas. En el arte de esta Baja Edad Media, el ser humano aparece bajo la forma de papas, reyes, grandes señores y poderosos burgueses, siempre seguros de sí mismos, mientras que el sufridor es el mismo Dios, Jesús, que se ha sacrificad­o para salvar a la Humanidad.

Los hombres y las mujeres medievales también están implicados en una lucha que a menudo no logran entender, esa que Satanás, el espíritu maligno, lleva a cabo contra Dios, pero esta lucha no les lleva a interpreta­r la realidad de una forma maniquea, ya que en la Edad Media se tiene la certeza de que existe un solo Dios, superior en fuerza a los ángeles caídos, por lo que el creyente tan solo se debe preocupar por resistir al pecado y aceptar la gracia a partir de su libre albedrío. Es en esta batalla entre el poder de los ángeles contra el de los demonios en la que se va a decidir el destino del alma de los humanos, tal y como representa la imagen de San Miguel pesando con la balanza el alma de hombres y mujeres, mientras Satanás espera impaciente a que el platillo se incline sobre el lado desfavorab­le, al tiempo que san Pedro está dispuesto a actuar sobre el lado positivo. Ahora solo nos queda preguntarn­os: ¿hemos cambiado tanto desde entonces?

DESDE LA EDAD MEDIA, en el interior del hombre se enfrentaba­n dos seres que rivalizaba­n entre sí: el ser humano creado a imagen de Dios, y el que fue expulsado del Paraíso tras cometer el pecado original.

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 ??  ?? CASTILLO MEDIEVAL DE BELLVER (PALMA DE MALLORCA).
CASTILLO MEDIEVAL DE BELLVER (PALMA DE MALLORCA).
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TORRE DEFENSIVA DE UN CASTILLO MEDIEVAL.
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 ??  ?? IGLESIA MEDIEVAL.
IGLESIA MEDIEVAL.
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JOB, LEÓN BONNAT.
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