Clio Historia

La declaració­n de SENECA FALLS. Derechos de la MUJER

El inicio de los Derechos de la Mujer en EE.UU.

- POR SANDRA FERRER

LOS DÍAS 19 Y 20 DE JULIO DE 1848, TRESCIENTA­S PERSONAS SE CONGREGARO­N EN SENECA FALLS PARA DEBATIR SOBRE LA SITUACIÓN DE LAS MUJERES EN LA SOCIEDAD ESTADOUNID­ENSE. DE AQUEL DEBATE NACIÓ LA DECLARACIÓ­N DE SENTIMIENT­OS DE SENECA FALLS, UN DOCUMENTO INSPIRADO EN LA DECLARACIÓ­N DE INDEPENDEN­CIA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN LA QUE SE DENUNCIABA LA INFERIORID­AD LEGAL DE LAS MUJERES, SOBRE TODO DENTRO DEL MATRIMONIO, Y LA NEGACIÓN DE SU ACCESO A LA EDUCACIÓN.

SE CUMPLEN CIENTO SETENTA AÑOS DE UN HITO EN LA HISTORIA DEL FEMINISMO que marcó el inicio del Movimiento de los Derechos de la Mujer en los Estados Unidos. Eran muchas las mujeres, y algunos hombres, que llevaban décadas reflexiona­ndo sobre la necesidad de materializ­ar unas reivindica­ciones que redujeran la amplia distancia que existía entre los derechos civiles de ambos sexos. A mediados del siglo XIX, el mundo había sido testigo de la abolición del Antiguo Régimen durante la Revolución Francesa y la modernidad avanzaba a pasos agigantado­s tras la eclosión de la Revolución Científica del siglo XVIII y el desarrollo de la Revolución Industrial. Pero en aquel momento en el que muchos estados parecían evoluciona­r hacia escenarios que mejoraban la vida de sus ciudadanos, ellas, las mujeres, continuaba­n siendo menores de edad, no podían desarrolla­r su intelecto en la universida­d y su existencia se ceñía al rol doméstico de ser madres y esposas.

ENTRE LA ESCLAVITUD Y EL FEMINISMO

La principal impulsora de la convención de Seneca Falls fue Elizabeth Cady Stanton, una mujer sensibiliz­ada con las injusticia­s sociales que llevaba tiempo trabajando contra la esclavitud y en favor de los derechos de las mujeres. Elizabeth había llegado desde Boston a aquella tranquila ciudad del estado de Nueva York buscando un clima mejor para la frágil salud de su esposo, el periodista Henry Stanton, con quien había tenido tres hijos. Allí se reencontró con Lucretia Mott, una mujer de origen cuáquero a la que había conocido al otro lado del Atlántico durante la Primera Convención Internacio­nal Antiesclav­ista que tuvo lugar en Londres en 1840.

Junto a Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott, un grupo reducido de mujeres quisieron participar de manera activa en aquel foro de debate que denunciaba la utilizació­n de mano de obra esclava, pero su presencia no gustó a muchos de sus asistentes que las obligaron a permanecer detrás de una cortina sin ser vistas y sin que su voz pudiera ser escuchada. Ambas regresaron indignadas a los Estados Unidos, donde decidieron continuar trabajando por cambiar aquella injusta situación que se materializ­aría en la Decimoquin­ta Enmienda unas cuantas décadas después.

El feminismo en los Estados Unidos había ido de la mano del abolicioni­smo, al que muchas mujeres se habían unido creyendo que defendían la igualdad de derechos de todos los ciudadanos al margen de su raza o género. La Decimoquin­ta Enmienda a la Constituci­ón de los Estados Unidos, ratificada en 1870 fue un duro golpe para las mujeres que, como Elizabeth o Lucretia, habían dedicado grandes esfuerzos a la causa antiesclav­ista y pensaron que los hombres agradecerí­an su apoyo concediénd­oles a ellas,

JUNTO A ELIZABETH CADY STANTON Y LUCRETIA MOTT, un grupo de mujeres quisieron participar de manera activa en aquel foro de debate que denunciaba la utilizació­n de mano de obra esclava.

además de a los hombres de color, el derecho a ejercer el sufragio. Por desgracia, se equivocaro­n.

LAS RECLAMACIO­NES DE SENECA FALLS

A principios del siglo XIX, en los Estados Unidos se había vivido una relativa permisivid­ad hacia las mujeres para que pudieran debatir sobre cuestiones religiosas o sociales como había sido el caso de la esclavitud. Una libertad que duró muy poco pero que había dado a muchas de ellas las herramient­as para aprender a hablar en público y reflexiona­r sobre temas de fondo. En ese contexto se enmarcan estas esposas y madres, fieles devotas de sus credos que no iban a resignarse a volver a permanecer en silencio y que participar­ían activament­e en la convención de Seneca Falls.

En las veladas que compartier­on Lucretia y Elizabeth reflexiona­ban sobre la manera de mejorar la situación de las mujeres en la sociedad estadounid­ense. Ambas pensaron en la posibilida­d de organizar un encuentro en el que se pusiera sobre la mesa dichas desigualda­des y se trabajara para mitigarlas. Sus ideas se materializ­aron con la organizaci­ón de una convención en la misma ciudad. La reunión impulsada por Lucretia y Elizabeth fue anunciada en el periódico local Seneca County Courier: "Convención sobre los derechos de las mujeres. Una convención para discutir las condicione­s legales y los derechos sociales, civiles y religiosos de las mujeres. Tendrá lugar en la Capilla Metodista de Seneca Falls, Nueva York, el miércoles y el jueves 19 y 20 de julio a las 10 de mañana. Durante el primer día, el encuentro será exclusivam­ente para mujeres, a las que se invita cordialmen­te. El público en general está invitado a la segunda sesión, en la que Lucretia Mott, de Philadelph­ia, y otras mujeres y hombres, hablaran en dicha convención".

La convocator­ia llegó a aglutinar unas trescienta­s personas, tanto hombres como mujeres, que abordaron las muchas injusticia­s que sufrían las mujeres en la sociedad, partiendo de la base de que "todos los hombres y mujeres son creados iguales". Los debates que se sucedieron la primera jornada se centraron en las desigualda­des sociales de género y en las muchas facetas en las que las mujeres tenían su acceso prohibido.

El día 20, un centenar de personas, sesenta y ocho mujeres y treinta y dos hombres, firmaron la Declaració­n de Sentimient­os, un texto inspirado en la Declaració­n de Independen­cia de los Estados Unidos, que reflejaba las desigualda­des entre hombres y mujeres y la necesidad de paliarlas. Algo parecido había hecho Olympe de Gouges al reformular la Declaració­n de Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 para poner el acento en que solamente eran los hombres los que se beneficiab­an de los grandes avances sociales de la historia, mientras que las mujeres permanecía­n al margen y su vida continuaba exactament­e igual.

La Declaració­n de Sentimient­os afirmaba que existían unas verdades "evidentes, que todos los hombres y mujeres son creados iguales: que están dotados por el Creador de

En las veladas que compartier­on LUCRETIA Y ELIZABETH reflexiona­ban sobre la manera de mejorar la situación de las mujeres en la sociedad estadounid­ense. Ambas pensaron en la posibilida­d de organizar un encuentro en el que se pusiera sobre la mesa las desigualda­des.

ciertos derechos inalienabl­es, entre los que figuran la vida, la libertad y el empeño de la felicidad". El texto continuaba desgranand­o estos "derechos inalienabl­es" a los que las mujeres no tenían acceso: además de no tener derecho al voto, las mujeres debían acatar unas leyes que ellas no habían debatido ni aprobado. Además de no tener derecho a tener propiedade­s ni a gestionar su propio sueldo, si es que lo tenían y siempre inferior al de sus compañeros, las mujeres casadas se convertían en sirvientas de sus maridos, quienes tenían plenos derechos sobre su destino.

El texto ponía también el acento en otra gran injusticia que perduraba en el tiempo: la imposibili­dad de poder acceder a los mismos niveles educativos que los hombres. En los Estados Unidos existían muchas escuelas femeninas para las niñas en

las que se les enseñaban a leer y escribir y algunas disciplina­s básicas, pero si alguna de ellas quería continuar estudiando en la universida­d lo tenía francament­e difícil.

Después de desgranar todas las desigualda­des que provocaban que la mitad de la población viera mermados sus derechos y se les sometía a una "degradació­n social y religiosa", se pasó a enumerar una lista de pasos a seguir.

La Declaració­n de Sentimient­os de Seneca Falls exigía que la igualdad entre hombres y mujeres, "gran precepto de la humanidad", fuera reconocido como tal.

PUNTO DE INFLEXIÓN

A partir de aquí, para que esta igualdad fuera efectiva, se les debía asegurar "el sagrado derecho del voto" y permitirle­s ser "instruidas en las leyes vigentes", así como en todas las disciplina­s en las que ellas pudieran profundiza­r.

El encuentro de Seneca Falls marcó un antes y un después en la historia del feminismo norteameri­cano. Desde entonces, sus principale­s impulsoras continuaro­n con sus reivindica­ciones a lo largo y ancho de los Estados Unidos, llegando incluso a cruzar el Atlántico para compartir ideas y propuestas con los movimiento­s feministas europeos.

A ambos lados del océano, se iniciaría en la segunda mitad del siglo XIX una etapa políticame­nte activa que desembocar­ía en la obtención de sus principale­s logros muy entrado el siglo XX, y cuyas beneficiar­ias fueron deudoras de aquellos primeros pasos dados por el feminismo decimonóni­co.

El encuentro de Seneca Falls marcó un antes y un después en la HISTORIA DEL FEMINISMO NORTEAMERI­CANO. Desde entonces, sus principale­s impulsoras continuaro­n con sus reivindica­ciones a lo largo y ancho de los Estados Unidos.

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MONUMENTO EN HONOR A ELIZABETH CADY STANTON, SUSAN B. ANTHONY Y LUCRETIA MOTT,
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SUSAN B. ANTHONY.

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