ANTIGUO EGIPTO. Arquitectura funeraria
LA MUERTE Y EL MÁS ALLÁ TUVIERON UNA MARCADA IMPORTANCIA EN LA CULTURA EGIPCIA. ASÍ LO REFLEJARON EN TEXTOS, EN LOS DIVERSOS MONUMENTOS FUNERARIOS Y EN LA PRESERVACIÓN DE LOS CADÁVERES, PARA QUE ESTOS, EN SU PASO HACIA LA OTRA VIDA, NUNCA ABANDONARAN LO QUE DEJABAN EN ESTA.
ANTES DE QUE EL ARQUITECTO IMHOTEP, SOBRE EL AÑO 2650 A.C., EN PERÍODO DE LA TERCERA DINASTÍA, levantara la primera pirámide bajo el mandato del faraón Dyeser, el lugar que ocupaban, tanto la realeza como los nobles, funcionarios y sacerdotes, para tomar el descanso eterno eran estructuras rectangulares de poca altura, fabricadas en ladrillo de adobe (posteriormente, en piedra), llamadas mastabas (que significa banco en árabe), siendo la necrópolis de Saqqara uno de los enclaves más importantes. Originarias de la época Tinita (3100 a.C-2686 a.C.), al principio apenas era el pozo en donde se depositaba al fallecido y se cubría con túmulos de adobe y junco. La necesidad de ampliar la estructura para mejorar la disposición del muerto y de las ofrendas y provisiones, la Primera Dinastía construyó una planta superior con varias salas y con un parecido en la fachada a los palacios reales, modificando el aspecto en la siguiente Dinastía.
LA CÁMARA FUNERARIA
El sarcófago se emplazaba en una cámara subterránea por la que se accedía a través de un pozo que se sellaba, con una cavidad en el suelo en donde depositar los vasos canopos. En la planta superior, se ubicaba el serdab, que se trataba de una cámara cerrada, que alojaba una estatua del difunto (en ésta permanecía el Ka, una parte del alma) que, desde un orificio en la pared podía ver el exterior, y la capilla, donde podía encontrarse la falsa puerta, que contenía una estela del fallecido y que servía para que el alma pudiera relacionarse con el mundo de los vivos. En las primeras mastebas, esta puerta mística
estaba en el exterior. Las paredes de los diversos pasillos y salas lucían relieves y estatuas que relataban las hazañas del difunto cuando estuvo vivo.
La estrechez del pozo como único acceso a la cámara sepulcral desde el exterior hacía imposible el acceso, hasta el punto de que se ha llegado a pensar que las mastabas de este tipo podían haberse edificado una vez que el sarcófago ya había ocupado su lugar en la cámara subterránea. Por eso, durante el reinado del faraón Den, de la Primera Dinastía, se añadió unas escaleras que conducían directamente hasta la cámara sepulcral y que se podía abrir y cerrar mediante un mecanismo especial de seguridad.
LA LLEGADA DE LAS PIRÁMIDES
Imhotep fue el precursor de lo que serían los monumentos funerarios que representarían al pueblo egipcio para otras culturas futuras: las pirámides. A partir de una mastaba, levantó varios pisos escalonados en tres ampliaciones, que formaron la característica estructura triangular, como escalera de ascenso del difunto faraón a las estrellas en su camino hacia el más allá.
Esto provocó que los faraones, en un alarde de poder, tomaran las pirámides como emplazamientos para el descanso eterno, encontrando las primeras modificaciones con la llegada del reinado de Seneferu (o Snefru), en la IV Dinastía, quien ordenó la construcción de cuatro: la de Meidum, la Roja, la Acodada y la de Seila. Es con la Pirámide Roja, en la necrópolis de Dahshur, al pulir los bordes, con lo que surgen lo que se conoce como pirámide verdadera, con la estructura geométrica que las ha caracterizado. Esta iba acompañada de otros edificios que acababan por completar el complejo funerario: el Templo funerario, en la cara este de la pirámide, El Templo del Valle, cerca del Nilo para recibir sus aguas durante las crecidas, y la Calzada, que era el camino que conducía hacia la pirámide.
Pero las más apreciadas son las de pendiente recta, con las tres pirámides de Gizeh (Keops, Kefrén y Micerino) como máximo exponente. Estas poseían un núcleo de piedra caliza de las canteras de Tura, el mismo material con el que se recubrían las paredes exteriores para dejarlas lisas, además del empleo de granito rosa.
EL VALLE DE LOS REYES
El faraón Amenofis I, de la XVIII Dinastía, fundó, en una ladera entre las montañas de Tebas, en la orilla occidental, la necrópolis del Valle de los Reyes (Ta Sejet Âat, La Gran Pradera, como se le llamaba hasta que, en el siglo XIX, el arqueólogo Jean-François Champollion, le cambió el nombre por el que se le conoce, o Biban el-Muluk o Puerta de los Reyes, como también lo llaman en la actualidad los egipcios), modificando la antigua costumbre de enterrar a los reyes en pirámides que no tardaban en ser saqueadas. La elección del lugar fue por la presencia de el-Qurn, una montaña con forma piramidal que coincidía con una costumbre religiosa que se centraba en la localización del mundo de los muertos en el horizonte occidental.
La tumba dejaba, así, de formar parte del templo, que se edificaba en otro lugar distante. Las cámaras contaban con la protección divina de Meretseger, la diosa cobra, moradora del occidente, conocida como “La que ama el silencio”, además de los medjay, fuerza policial paramilitar que se encargaban de vigilar la zona.
Entre los hipogeos que se fueron descubriendo con la llegada de los europeos en el siglo XVIII, hambrientos de nuevos conocimientos y riquezas, se pueden destacar las de:
– Amenofis II: conocido como KV5. La planta en forma de L era habitual de la XVIII Dinastía. A diferencia de otros hipogeos de la época, este disponía de una cámara sepulcral más amplia y rectangular, que permitía depositar el
sarcófago al fondo de la tumba, con una separación de la sala de los pilares, y un pozo ritual. El sarcófago fue cincelado en cuarcita roja, con amuletos como el ojo de Horus o el dios Anubis en la superficie para darle protección. Fue descubierto en 1898 por el arqueólogo francés Victor Clement Georges Philippe Loret.
– Seti I: conocido como KV17. El más largo de los hipogeos descubiertos en el Valle de los Reyes. La estructura desciende a medida que se van pasando por las diferentes estancias y el pozo ritual, alcanzando al final la sala de los pilares, la cámara del sarcófago y una cámara mortuoria simbólica. Fue descubierta en 1817 por el explorador italiano Giovanni Battista Belzoni.
– Ramsés III: conocido como KV11. La estructura longitudinal era característica en la XIX Dinastía. Las pinturas decorativas que llenaban la tumba mostraban escenas de la vida egipcia, como arpistas ciegos tocando, las horas cuartas y quintas del recorrido nocturno del Sol del Libro del Amduat, imágenes del faraón con Osiris, Isis o Anubis, o soldados nubios. Aunque no se sabe una fecha exacta de su descubrimiento, ya que se visitaba desde la antigüedad, fue Giovanni Battista Belzoni quien se encargó de adecentarla.
Pero, sin duda alguna, la más reconocida fue la tumba KV62, la única intacta a los saqueos, descubierta en 1922 por el arqueólogo inglés Howard Carter: la de Tutankamón.
LA TUMBA MÁS HERMOSA
Conocido como QV66, este hipogeo de Ta-set-neferu, o Valle de las Reinas, aloja a una de las reinas más apreciadas de Egipto, la esposa preferida de Ramsés II, la reina Nefertari Meritenmut, que falleció en el 1255 a.C. Como si el destino lo hubiera querido así, ha podido resistir, en buena parte, la degradación que provoca la sal de roca, aunque se ha tenido que
enfrentar a varios procesos de restauración. Aun así, se considera la tumba más hermosa de toda la necrópolis.
En 1904, la expedición dirigida por el arqueólogo italiano Ernesto Schiaparelli descubrió la tumba, bajo las indicaciones de un saqueador. Se trata de una serie de cámaras y corredores excavados en la ladera de la montaña, como las que se realizaban para los faraones. Para acceder a la antecámara, se desciende por una escalera de dieciocho peldaños, con las paredes decoradas con el capítulo XVII del Libro de los Muertos. En esta planta también hay un vestíbulo y una cámara lateral, en el lado oriental, con más capítulos del Libro de los Muertos y dibujos de Nefertari siendo presentada a los dioses, así como también imágenes del toro y las siete vacas sagradas, pertenecientes al capítulo CIIL, que representan el ciclo eterno de la vida.
Una nueva escalera, decorada con pinturas donde la difunta ofrece bebida y comida a Hathor, Neftis, Isis y Selkis, y del dios Anubis con forma animal, desciende hasta la cámara funeraria, con cuatro columnas que custodiarían el féretro y varas salas pequeñas para ofrendas, y una cella al fondo para rendir culto. En esta parte, las pinturas muestras a la reina acompaña por varios de los dioses, como Isis, que ejerce como guía y la coge de la mano. Otras deidades presentes serían Horus, ataviado con pieles de leopardo, y Osiris.
CATACUMBAS GRECORROMANAS
En la calle Bab el Moluk, en el barrio de Karmouz, Alejandría, se halla la necrópolis más importante de la ciudad, Kom-el-Shuqqafa, excavada en la roca madre en el siglo II d.C.
Descubierta en 1892, esta catacumba consta de tres niveles superpuestos, quedando el más profundo inundado por el agua. Los cadáveres, de los que se hacían mención en pinturas decorativas, como las de momias reposando bajo discos solares y custodiadas por Isis y Neftis, eran bajados con la ayuda de cuerdas por un pozo central que se encuentra en el centro de las escaleras en espiral que ayudan a descender a las otras plantas.
Aunque todo apunta a que, en un principio, la construcción podía haberse llevado a cabo para un entierro privado, la zona se convirtió en catacumbas donde enterrar a otros habitantes. De ahí que, nada más acceder al primer nivel, el visitante pueda encontrar con varios nichos para urnas funerarias y sarcófagos ocupando las paredes de una rotonda. En esta misma planta, a la izquierda se abre una gran sala, el triclinium, en donde se realizaba el banquete funerario y, en los días que se consagraba el culto a los muertos, otras ceremonias como recuerdo. La tumba principal, en una sala al otro lado del nivel, muestra pinturas sobre estuco de esfinges y dioses egipcios.
En nivel inferior, al que se accede desde la rotonda de nichos por una escalinata decorada con una concha en relieve, se ubica un vestíbulo que precede a la cámara funeraria. Decorada con un par de columnas con hojas de acanto y papiros labrados en los capiteles, estas son custodiadas por una pareja de serpientes barbudas que portan la doble corona del Alto y Bajo Egipto que dan paso a la sala funaria. Lo que demuestra una integración de la cultura romana son estatuas con prendas egipcias y corte de pelo romano, o las de los dioses Sobek, con cabeza de cocodrilo, y Anubis, con cabeza de chacal, con indumentaria del ejército de Roma.
La cámara circular funeraria preserva tres sarcófagos que fueron excavados en la roca, con pinturas que representan a Medusa, la gorgona griega, y las ofrendas a dioses egipcios. La cripta está compuesta, también, por una pequeña cámara con tres nichos, un pasadizo que da a otras cuatro con varios de estos, y un pasadizo semicircular con espacio para noventa y un nichos, con capacidad para alojar tres cuerpos en cada uno, identificados con inscripciones en rojo con el nombre de cada uno y la edad.