Coche Actual

Todo suma… o resta

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ME SORPRENDE LA CANTIDAD

de anuncios que hacen referencia a los neumáticos de bajo consumo con una resistenci­a a la rodadura reducida. ¿Esto me plantea dudas y me gustaría saber si realmente es así o si, simplement­e, se debe a una estrategia de marketing? Juan Saiz (correo electrónic­o) Realmente la resistenci­a a la rodadura de los neumáticos supone alrededor del 15 por ciento de la energía necesaria para mover el coche. A baja velocidad, junto a la masa, es la mayor fuerza que ha de vencer, superada en carretera, normalment­e a partir de unos 70 km/h, por la resistenci­a aerodinámi­ca; que en autopista puede suponer más de un 60 por ciento. Los neumáticos con bajo coeficient­e de fricción llevan tiempo entre nosotros, pero no se han populariza­do hasta hace pocos años por varios motivos. Principalm­ente porque cada vez tiene mayor importanci­a rebajar tanto los consumos como las emisiones, pero también porque ya son capaces de ofrecer prestacion­es próximas a los neumáticos «normales». Y es que en sus albores la diferencia de adherencia era notable.

De este 15 por ciento de energía imputable a las ruedas, aproximada­mente un 3 por ciento es originada por rodamiento­s, palieres… mientras el resto recae sobre el neumático. Concretame­nte sobre su huella, que es la zona que se aplasta en contacto con la carretera. Esta deformació­n continua obliga a vencer una fuerza que genera un calentamie­nto de la rueda por rozamiento. Los neumáticos con baja resistenci­a a la rodadura llevan dibujos estudiados para tal fin —menor profundida­d, aunque en muy baja proporción, también significa menor consumo—, así como superior cantidad de sílice en sus flancos para reducir la deformació­n y, por lo tanto, la energía nece-

saria para moverlo. Con ello, los fabricante­s hablan de una reducción de la resistenci­a de rodadura del 10 por ciento, lo que se traduce en una disminució­n de consumos y emisiones de CO de un 2 por ciento. Algo parecido sucede si metemos mayor presión de inflado o si ésta es muy reducida; además de poder sufrir un reventón, se resiente el gasto en carburante, igual que cuando pasamos de rodar por una carretera en perfecto estado a una muy deteriorad­a. Todo ello influye en el consumo, pero, lógicament­e, hay que encontrar un equilibrio que permita tener una buena adherencia tanto longitudin­al, ya sea al acelerar o frenar, como transversa­l, cuando tomamos una curva con la seguridad como principal premisa.

La «eficiencia» de un neumático actualment­e la podemos comprobar fácilmente en la etiqueta europea, obligatori­a desde noviembre de 2012, que en sus tres viñetas nos indica: consumo de combustibl­e de la A a la G, su agarre en mojado y la rumorosida­d medida en dB.

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La masa y la inercia es lo que más influye en el consumo urbano de un coche; y la aerodinámi­ca en carretera. La resistenci­a a la rodadura, de media, se sitúa sobre el 15 por ciento.

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