Bien armados
Kia y Volkswagen muestran su visión de una berlina media de estilo coupé, al tiempo que exhiben, con su última tecnología, de lo que son capaces a través de dos excepcionales coches con capacidad de representación, para viajar cómodamente y, sobre todo, d
Actualmente Stinger y Arteon son los buques insignia de Kia y Volkswagen —hasta que en abril llegue el nuevo Touareg—, dos berlinas coupé que tanto por dimensiones como enfoque se sitúan a caballo de los segmentos D y E, dado que el primero no es un Optima con zaga descendente, mientras el segundo, pese a derivar del Passat, se presenta como un modelo con mayor ambición.
El Stinger es una culminación del sueño de Hyundai Kia Auomotive Group por contar con lo mejor, cuando en 2014 contrató a Albert Biermann, responsable de muchos de los BMW M de las tres últimas décadas, para que se hiciese cargo del desarrollo de sus vehículos de alto rendimiento. Por ello, el Stinger rezuma aire premium. No sólo por su concepción mecánica, con motor dispuesto longitudinalmente y tracción trasera o total, también por su equipamiento, tecnología y, sobre todo, por lo que transmite a su volante.
En VW, muerto el lujoso Phaeton, el Arteon trata de situarse a medio camino entre éste y el anterior CC. Sus dimensiones son bastante más generosas que las del Passat y estéticamente se diferencia claramente; además, aunque por dentro no es más amplio, su salpicadero es calcado.
No sólo imagen
Ambos tienen buena planta, con las dimensiones más grandes entre sus rivales. Sus interiores exhiben buena calidad de materiales y precisos ajustes, aunque en el Arteon la consola central inferior en plástico duro desmerezca. La del Stinger, recubierta con
una moldura, resulta más vistosa. Por el contrario, la parte baja del salpicadero en el coreano es de plástico duro mientras su rival lo ofrece mullido. Acomodados a sus mandos, el primero plantea una postura de conducción más deportiva, con la posibilidad de situar su banqueta en un plano más bajo, mientras el Arteon goza de mejor ergonomía, pero, sobre todo, mayor visibilidad hacia el exterior. Sus asientos sobresalen por confort, sujeción y posibilidades de regulación. Con calefacción, ventilación y accionamiento eléctrico para el Stinger y, opcionalmente, para el Arteon, también con función de masaje.
Atrás, el VW se erige por espacio como referencia entre las berlinas coupé, con récords por anchura y espacio longitudinal. Las cotas del Kia también ofrecen gran
Pletórico el 2.0 TDI biturbo. No sólo ofrece prestaciones de deportivo, también un consumo en carretera de compacto
confort, si bien pueden plantear problemas a quien mida más de 1,80 m, pues rozará su cabeza con el techo, mientras apenas deja hueco para colocar los pies bajo el asiento delantero. En ambos la plaza central no invita a cubrir largos desplazamientos.
Convence en ambos el amplio portón del maletero, con accionamiento eléctrico manos libres (de serie en el Kia y opcional en el VW), que da acceso a un volumen relativamente pequeño en el Stinger, como en un Serie 4 Gran Coupé, frente a los 590 litros del Arteon, que no sólo se impone por volumen sino también por sus formas más regulares. A cambio, el Kia propone una superficie completamente plana al abatir los asientos, en ambos casos sin tiradores para hacerlo desde el propio maletero.
Ser y parecer
En este caso sus imágenes no llevan a equívoco: toda la deportividad que derrochan sus carrocerías se traslada a sus mandos, sobre todo por tacto de bastidor en Kia y respuesta mecánica en VW. Cuentan con propulsores diésel de cuatro cilindros, con un 2.2 CRDI de 200 CV y un 2.0 BiTDI con dos turbos en cascada, que con sus 240 CV desequilibra la balanza hacia el alemán. Es cierto que el TDI de 190 CV está más próximo por prestaciones, pero no puede contar con la tracción total.
Desde que pulsamos el botón de arranque para que sus propulsores cobren vida, el TDI se siente mucho más refinado. Ademas al iniciar la marcha se muestra más poderoso ante cualquier situación. Siempre hay una gran sensación de fuerza, casi con independencia de la marcha seleccionada y el régimen de giro, pletórico desde 1.000 rpm. Está muy lleno en toda su banda mientras gana velocidad con suma celeridad y facilidad, sin perder progresividad. El 2.2 CRDI corre claramente mucho menos, como bien reflejan sus prestaciones; 3,1 s de 0 a 1.000 m o 1,3 s en la recuperación de 80 a 120 km/h son todo un mundo. Algo que no sólo es achacable a la diferencia de potencia. Tampoco de peso, pues sólo les separan 62 kg. Ni de motricidad. La explicación la encontramos en una respuesta mecánica más perezosa, con menor vida en la zona alta del cuentarrevoluciones y una gestión electrónica no tan rápida. Su cambio automático es satisfactorio, incluso mejor que el DSG si sólo valoramos confort, pero no llega a su celeridad en las transiciones de una marcha a otra, ni resulta tan veloz el acoplamiento de su convertidor de par desde parado como la liberación de uno de los dos embragues bañados en aceite del DSG. Sin la referencia del Arteon no defrauda por prestaciones, pero se siente áspero y a alto régimen vibra en exceso.
No obstante por lo que enamora el Stinger, al margen de por su estética y completísimo equipamiento, es por la respuesta de su bastidor. Su amortiguación se siente firme, sin afectar negativamente al confort gracias a su calidad de absorción. Su precisa dirección, aunque no muy rápida, aporta confianza, mientras sus inercias resultan bastante contenidas para sus 1.865 kg. Incluso se muestra más ágil que su rival, con un tren trasero participativo que no resta nobleza. Siempre bien apoyado por una tracción total que da protagonismo al envió de par atrás; con una proporción desde 0/100 a 40/60. El Arteon no aporta tanta diversión, pero a cambio atesora mejor compromiso entre confort y eficacia, con una nueva amortiguación adaptativa con un amplio umbral de respuesta entre extremos —en el Stinger la amortiguación adaptativa sólo está disponible en los motores de gasolina—. Es como una locomotora capaz de tragar kilómetros a gran velocidad, con un obediente tren delantero capaz de trazar curvas como un tiralíneas sin exigir corrección alguna sobre el volante.