Citroën C3 Aircross
EL CITROËN C3 AIRCROSS HA ROTO COMpletamente con lo que supuso el C3 Picasso, o más bien ha evolucionado aquel concepto familiar dotándolo de todo el atractivo de la categoría de moda. Así a las posibilidades de cargar objetos largos que aporta el respaldo abatible del pasajero de la derecha, añade la versatilidad de unos asientos traseros individuales desplazables, con 15 cm de regulación longitudinal. Pero también, según versiones, puede montar un interesante pack que incluye un avanzado control de tracción con escenarios prefijados, control electrónico de descenso y unos neumáticos M+S que, a costa de una escasa eficacia en seco, garantizan unas mejores prestaciones cuando la meteorología convierte la conducción en un reto y aparecen el frío, la lluvia o la nieve. Eso sí, esas gomas no son las más adecuadas para buscar una conducción muy dinámica, más por un agarre limitado que condiciona las maniobras al límite que por la escasa deformación de su carcasa.
Ritmo tranquilo
Tras analizar la versión de gasolina de 100 CV y el diésel de la misma potencia, hemos percibido cómo el ESP actúa en ambos de manera inmisericorde, siempre dispuesto a acudir al rescate de cualquier exceso que cometamos. En el BlueHDI, unos 60 kg más pesado, su funcionamiento llega a ser algo diferente al del gasolina, un punto más violento, si bien el control de tracción va a actuar un tanto más tarde que en el 1.2 PureTech. Las cifras avalan la superioridad de éste, que no sólo es claramente más barato, sino que acelera más y mejor, y corre más, dándole una ventaja absoluta en todo lo que a dinamismo tiene que ver. Pero también transmite menos ruido al habitáculo durante la conducción.
Sin embargo, su depósito de combustible no es demasiado grande. Son 45 litros, y esa circunstancia nos llevará a pasar por el surtidor más a menudo de lo que nos gustaría, nada menos que casi 200 km en un uso medio, con la consiguiente incomodidad y aumento de atractivo de las variantes turbodiésel si tenemos pensado utilizarlo en viajes.
La diferencia de precio es considerable. De hecho llega a superar los 1.500 euros a igualdad de equipamiento, que se amortizarán a razón de poco más de dos euros cada 100 kilómetros o, lo que es lo mismo, algo más de 75.000 km, que en el caso de recorrer 15.000 km al año se traducirían en cinco años.