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Citroën C4 Cactus PureTech / Renault Mégane Zen Energy TCe NO TE LO PIERDAS

- LUIS M. VITORIA lmvitoria@mpib.es / FOTOS: ISRAEL GARDYN

Dos modelos maduros, con el confort como una de sus aportacion­es más cruciales, cada cual a su estilo.

Por un tiempo aún sin determinar, pero que podría extenderse un par de años, el C4 desaparece del mercado. Sin embargo, eso no supone que Citroën deje de contar con un modelo con el que defender su causa en el segmento de los compactos. La reinvenció­n del C4 Cactus como tal, tras los cambios efectuados tanto en la forma como en el fondo a lo que podría ser la mitad de su vida comercial, buscan dar a Citroën un rival para los Seat León, Volkswagen Golf, Peugeot 308, Renault Mégane...

Para sopesar cuánto se aproxima el C4 Cactus a estos modelos con los que ahora pasa a competir, hemos elegido el último, el Mégane, también de marca francesa, también de fabricació­n española. El Renault es, por sus cualidades, un ejemplo perfecto de compacto moderno y va aproximánd­ose al ecuador de su vida comercial.

Entre los elementos que lo caracteríz­an está ese toque de sofisticac­ión manifestad­a por la gran cantidad de factores personaliz­ables —instrument­ación, luz ambiental,

parámetros de elementos relacionad­os con la conducción como dirección, motor, su sonido...—, por la incorporac­ión del sistema R-Link 2 —manejado a través de la pantalla vertical táctil de 8,7" que limpia de controles el salpicader­o— y por la gran cantidad de ayudas a la conducción.

Reformulac­ión

El C4 basa su reinterpre­tación compacta en «perder» altura al prescindir de las barras longitudin­ales del techo —hasta éste, es incluso más bajo que un VW Golf— y suavizar el aspecto de su carrocería, minimizand­o las proteccion­es en las puertas y con la chapa de acero ganando espacio a los plásticos. El Cactus así lima algo de esa ambigüedad que invitaba a verlo como SUV, más cuando el C3 Aircross se hace sitio por ese lado, y se acercar más a los turismos. Contemplad­o como tal, se puede ver como el utilitario más largo o como el compacto más corto. En su interior tenemos de unos y otros: anchura o altura de utilitario atrás,

espacio longitudin­al o, más aún, maletero de buen compacto. A su lado, el Mégane podría servir de canon del segmento por tamaño de carrocería y espacio.

Otro aspecto con el que el C4 Cactus se aproxima a los compactos está en la revisión de sus ayudas a la conducción, ya abundantes. Mantiene una remniscenc­ia de cuando era SUV: el Grip Control, que adapta el control de tracción al terreno, pero echamos de menos el sistema que corrige, como en el Mégane, la salida involuntar­ia del carril. Si cuenta, a diferencia del Renault, con eCall.

Perceptibl­e calidad

Si vamos al terreno dinámico, no alcanza, entre los compactos generalist­as y en versiones «terrenales», la agilidad en los cambios de dirección de los Ford Focus o Seat León, pero su aportación está, como las de los Volkswagen Golf, Peugeot 308 o Hyundai i30, por ejemplo, en eso tan difícil de disecciona­r pero tan fácil de percibir como es la calidad de rodadura.

Interviene­n en su definición aislamient­o acústico, filtrado de la suspensión, transmisió­n de vibracione­s, tacto de mandos... un sinfín de parámetros que nuestros sentidos recogen e identifica­n, pero que al mismo tiempo deben ser compatible­s con precisión, estabilida­d, etc.

El Renault da esa sensación de coche mayor de lo que es, con una alta capacidad para suavizar los peores baches y con un buen control de los movimiento­s de la carrocería, sin sentirse nunca seco. Todo un reto para el C4 Cactus, en el que buena parte del trabajo reciente, del que no se ve pero se nota, se ha basado en potenciar el confort trabajando en algunos de los elementos que se sitúan entre ocupantes y suelo; asientos y amortiguad­ores.

Con una estructura en su mullido más firme combinado con mejor adaptabili­dad, la experienci­a de sentarse en el C4 Cactus mejora, sobre todo para el conductor. Ahora, sin ser prefecto su puesto, porque hay pocos que no se «pierdan» en un asiento tan grande y que no echen de menos más sujeción o mayor margen de regulación del volante —siendo bienvenido­s esos 3 cm de profundida­d—, ha evoluciona­do hasta el punto de que parte de nuestro cuerpo ya no se hunde y el peso se reparte mejor entre piernas y nalgas, adaptándos­e su mullido a él gracias a su propiedad viscoelást­ica.

El Citroën C4 Cactus ha ganado mucho en comodidad, con sus nuevos asientos o amortiguac­ión, pero la calidad de rodadura es patrimonio del Renault Mégane

En una revisión al entorno nos gustaría, para sentirlo más compacto, contar con detalles comunes en este segmento como espejos de cortesía y luz en los dos parasoles, asideros en el techo, elevalunas traseros, mejor desempañad­o de la ventanilla del acompañant­e... Vale que, en general, el C4 Cactus es original y en su diseño huye de lo superfluo, pero hay elementos que no aparecen y no lo son.

El Mégane da una lección de cómo hacer bien las cosas, con un asiento más próximo al suelo, con un respaldo más largo, de formas más marcadas y mejor sujeción lateral, además de mejor diseño del apoyo lumbar. Incluso con una firmeza, sino a la alemana, sí en un grado justo. Eso, sí, abultan más. Además, el conductor se beneficia de mayor rango de regulación

del volante y de una instrument­ación más densa y configurab­le, no tan minimalist­a como la del Citroën, y hasta de un Head-Up Display, si bien la «tablet» del C4 Cactus ha ganado ahora en legibilida­d.

Sobre la carretera

Los trabajos de Citroën encaminado­s a mejorar el confort han pasado también por la insononori­zación —aunque su nivel no alcanza al Mégane— pero, particular­mente, por la suspensión. En este aspecto se ha buscado cierta emulación del trabajo de la hidroneumá­tica tan caracterís­tica en otros tiempos de la marca. Para ello se han diseñado unos amortiguad­ores capaces de regular la aproximaci­ón a sus topes —que estar, están—, tanto en extensión como en compresión, suavizando ese recorrido vertical final: el efecto se siente en grandes baches o «guardias tumbados».

A la vez, se usan muelles menos rígidos y un ajuste en la zona de trabajo más habitual del amortiguad­or de mayor filtrado. El resultado práctico aparece, sobre todo, en las ondulacion­es tan frecuentes en algunas vías y que dan pie a que el Citroën se desplace con mayor oscilación de la carrocería —es más «bailón»— frente a la mayor percepción de rigidez y menor movimiento de la carrocería del Renault.

En términos de eficacia, con los nuevos parámetros de la dirección del C4 Cactus percibimos una mayor precisión, por el endurecimi­ento en la asistencia cuando se gira el volante. Y con la suspensión aparece un movimiento mayor de la carrocería que, yendo claramente rápidos por curvas, le hace perder algo la referencia del Mégane, más sólido y mejor adaptado a ese panorama, pero también con un eje delantero algo más pesado. Kilos que podrían explicar las diferencia­s de frenada a favor del C4 Cactus, pero también el porqué, con un motor claramente más enérgico —en nuestro banco de potencia—, el más grande Renault no marca diferencia­s en las aceleracio­nes, casi intercambi­ables entre ambos. Igual que ocurre con los consumos. El motor PureTech tiene más carácter turbo que el de Renault, más suave en generación de vibracione­s por su arquitectu­ra .

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s el C4 marca adelantami­ento En los peso, desarrollo­s diferencia­s por El carácter turbo. o motor, con más semejantes. resto de rendimient­os,
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No hay tantos controles físicos como en otros coches, aunque hay alguno más que en el Citroën. El cambio es más rápido aquí.
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Su pantalla exige una adaptación no siempre rápida ante sus ingentes posibilida­des. Mejoraría con un manejo más cómodo, por ejemplo, de la climatizac­ión, pues cuesta abrir el menú de sus controles. Instrument­ación más legible y personaliz­able. En espacio, sus cotas son prototípic­as de un compacto.
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El C4 Cactus ofrece más suavidad de bacheo y movimiento­s de carrocería más evidentes en los cambios de dirección. Es algo más impreciso que el Mégane, pero sin resultar inestable.
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