La velocidad y el tocino...
El nuevo director general de Tráfico —que no es nuevo, pues ya ocupó este cargo de 2004 a 2012— sigue obsesionado con la velocidad. De hecho, sus prioridades actuales se centran en bajar el límite de velocidad de las carreteras convencionales y aumentar el número de radares. Cuestiona superar los límites de velocidad al adelantar en vías convencionales y apuesta por la instalación de dispositivos que eviten superarlos.
Es cierto que la velocidad es un factor determinante en la siniestralidad, pero en los accidentes intervienen muchos más, como el estado del vehículo, el de la vía, la carga, la meteorología, la pericia del conductor, etc. Si todos circulásemos a 20 km/h apenas se producirían víctimas mortales… Si apostamos por la evolución y el progreso, es evidente que los tiempos y las velocidades tienen mucha importancia. Una de las cuestiones fundamentales para mejorar la seguridad se basa precisamente en la potencia de los vehículos y en su capacidad de aceleración para realizar maniobras en menor tiempo. Si tenemos que realizar un adelantamiento, será más seguro si empleamos menos tiempo en efectuarlo y no en la obsesión por no superar el límite de velocidad y prolongar innecesariamente la maniobra.
Pere Navarro también ha sugerido que no se han producido grandes avances en la seguridad de los vehículos desde el airbag… Parece que estos últimos años no ha estado al corriente de los sistemas que han instalado los fabricantes que, por cierto, ya no se limitan a los modelos de alta gama, como antes. ¿Acaso los sistemas de control de estabilidad, los de frenada de emergencia, los de aviso de cambio de carril, de detección de ángulo muerto, los sensores de presión de neumáticos, de activación de luces y limpiaparabrisas, de llamada de emergencia… no contribuyen a aumentar la seguridad? Eso, por no hablar de los avances que se han producido directamente en componentes como neumáticos, suspensiones, frenos, etc.