DE LAS CERCA DE 11.000 ESTACIONES DE SERVICIO QUE
existen en España (excluyendo las de los cooperativistas), alrededor del 25 por ciento corresponden a gasolineras particulares o abanderadas por marcas blancas, según los datos incluidos en la Memoria 2017 de la Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP). Una tendencia al alza ya que desde finales de 2011 al cierre de 2017, los puntos de venta minoristas de carburantes aumentaron un 11,50 por ciento. En definitiva, que el negocio «low cost» funciona.
Gran parte de las gasolineras de bajo coste pertenecen a las grandes cadenas de supermercados. Son alrededor de 368 y están abanderadas por E.Leclerc, Simply, Alcampo, Eroski o Carrefour, entre otras. Aquí hay un doble juego: o bien atraen a los clientes a comprar en sus superficies con precios para los combustibles irresistibles, como es el caso de E.Leclerc que se cuela entre las 10 más baratas de toda España; o bien ofrecen suculentos descuentos que se vuelcan a la tarjeta de fidelización en forma de dinero virtual para canjear por productos del propio supermercado.
Pero las que mejor lucen la etiqueta «low cost» son las redes más locales como Bidasoa, Gmoil, Norpetrol o Fast Fuel; también algunas que suelen usar Petro en su denominación (Petronieves, Petroprix...) y otras particulares. Como puntos en común, normalmente carecen de servicios adicionales e incluso de personal, y suelen contar con dos únicas variedades de combustible, obviamente los más demandados: gasolina 95 y gasóleo A. Eso sí, desconfía de aquellas que ofrezcan un aspecto desaliñado y se intuya falta de mantenimiento en sus instalaciones, un punto fundamental para garantizar la calidad del combustible.