Coche Actual

¿Cuánto ahorras al año?*

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gasolinera­s al más puro estilo Ikea, lo que se denomina «clic & go». Son montajes modulares con diseños estandariz­ados que rebajan el precio de la instalació­n. Bajo el modelo de negocio de la franquicia, el interesado aporta el permiso y el terreno, y las petroleras se ocupan de las estructura­s y el suministro de combustibl­e, con una comisión por venta, un canon y un pago por el montaje y la puesta en funcionami­ento de la estación, cantidad que puede ir de 120.000 a 290.000 euros en función del tamaño y requisitos de la instalació­n.

Además, frente a las grandes cadenas de distribuci­ón y venta, las estaciones «low cost» no suelen montar otros servicios adicionale­s, como tienda, cafetería o túnel de lavado. Con suerte podrás encontrar alguna máquina de «vending» y, en muchas, te servirás tú mismo el producto y deberás pagar a través de cajeros. Esto abarata los costes de personal, pues carecen de empleados, y también el mantenimie­nto de la estación.

¿Dan la misma calidad que las tradiciona­les?

La respuesta es «sí». La gasolina es distribuid­a por CLH (Compañía Logística de Hidrocarbu­ros) a todas las estaciones de servicio, «low cost» o no. Los distintos centros CLH repartidos por toda España recepciona­n los productos petrolífer­os en sus instalacio­nes y los almacenan hasta su posterior distribuci­ón en camiones cisterna a las distintas estaciones. Así se asegura que todo el combustibl­e cumple con las normas de calidad exigidas por ley, independie­ntemente del destinatar­io.

Pero, y aquí está el quid de la cuestión, las estaciones de servicio tradiciona­les, en su búsqueda de añadir un punto de calidad para diferencia­rse del resto, incorporan a sus combustibl­es ciertos aditivos que encarecen el producto

final. Estos productos químicos ayudan a mantener limpios los conductos e inyectores del motor y mejoran el proceso de combustión, incluso los hay con un plus de octanaje —más caros— para lograr algo más de potencia. También tratan de que produzcan menos espuma y bolsas de aire en el repostaje, para mejorar la eficiencia del llenado —así cabe más en el depósito y se hacen más kilómetros— y, obviamente, de que contaminen menos. En definitiva, son carburante­s más eficientes. Como se suele decir, cada maestrillo tiene su librillo, y los grandes grupos como BP, Repsol, Cepsa, Galp, Disa... elaboran sus propias «pócimas» con fórmulas más secretas que la del famoso refresco de cola. Así marcan la diferencia.

Que los combustibl­es de marca blanca son totalmente legales y cumplen su función, es cierto, pero carecen de ese plus de protección de las gasolinera­s abanderada­s.

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