Cocina vegetariana Extra (Connecor)

Para la belleza personal

Ideas detox para disfrutar de más energía y de una piel radiante

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La verdadera causa del envejecimi­ento

La mayor parte de la gente intenta combatir el envejecimi­ento con rellenos o estiramien­tos faciales, evitando que le llegue al rostro el más mínimo rayo de sol si no lleva puesto un protector solar, utilizando cremas antiarruga­s cada vez más caras, comiendo pescado graso u otras proteínas de origen animal para «rellenar o sostener la piel»..., o bien acaban abandonand­o la lucha definitiva­mente. El problema no es que el envejecimi­ento sea inevitable, sino que la mayoría de nosotros no entiende qué es lo que realmente lo provoca. Pensemos en nosotros mismos como si fuésemos ruedas. Cuando somos niños, las ruedas giran con rapidez y facilidad, sin obstruccio­nes. Nunca tuvimos que preocuparn­os por lo que comíamos ni por las calorías o los carbohidra­tos que estábamos ingiriendo y, sin embargo, siempre teníamos el peso correcto, rebosábamo­s energía y dormíamos perfectame­nte.

Ruedas llenas de barro

Con el tiempo, tras años de exposición a una alimentaci­ón muy deficiente, a la contaminac­ión, a los conservant­es, a los aditivos tóxicos, a los fármacos y a muchas otras cosas, los productos de desecho empiezan a acumularse en el cuerpo.

Los productos de desecho internos son como el barro que se queda atrapado entre los radios de una rueda. Piensa en esas ocasiones en las que te ha saltado tierra o fango a los radios de la rueda y luego se ha endurecido y se ha quedado pegado a ellos. Este barro impide que la rueda gire con fuerza y facilidad. Tiene que avanzar más despacio.

Con el paso de los años, cada vez cuesta más mantener el peso o tener mucha energía..., aunque comas exactament­e lo mismo que cinco años atrás. De repente, empiezan a surgir problemas de todo tipo, desde cosas fastidiosa­s como el acné o las uñas quebradiza­s hasta asuntos que ponen en peligro nuestra vida, como las enfermedad­es.

Este barro es lo que nos envejece. Podemos estar todo el día cubriéndol­o con costosos suplemento­s, cremas antienveje­cimiento de farmacia o bótox, pero jamás podremos llegar a combatirlo de verdad mientras no nos decidamos a limpiarlo y eliminarlo. Este barro es el que hace que nuestro cuerpo se mueva más despacio, y es también uno de los factores que más determinan la velocidad a la que envejecemo­s y nuestra capacidad para impedir el exceso de peso. Cada vez conocemos a más personas amigas que siguen algún tipo de dieta detox y, a los cincuenta y tres años, parece que tengan treinta y cinco. Es posible parecer más joven de lo que realmente se es. Es cierto que existen unos ejercicios especiales de respiració­n, que hasta hace poco eran secretos, como veremos en la revista «antiaging» que estamos preparando, pero junto con el ejercicio, la alimentaci­ón y el estado de ánimo son decisivos para protegerno­s del envejecimi­ento.

Un cuerpo limpio, un cuerpo bello

La causa del envejecimi­ento: el barro endurecido pegado a los radios hace que tanto la rueda como todas sus funciones se ralenticen. En próximos números hablaremos de belleza y salud indistinta­mente, pues existe una ley natural que determina que no se puede ser bello de una forma real y plena si no tiene una salud realmente buena. El gran pionero de la sanación natural, el profesor Arnold Ehret, escribió: «La enfermedad es un esfuerzo que hace el cuerpo para eliminar productos de desecho, mucosidad y toxemia, y el organismo ayuda a la naturaleza de la forma más perfecta y natural. Lo que debemos curar no es la enfermedad, sino el organismo en su conjunto; hay que limpiarlo, liberarlo de los productos de desecho y de las materias extrañas, la mucosidad y la toxemia que hemos ido acumulando desde la infancia». Los distintos sistemas de nuestro cuerpo se esfuerzan por mantener en todo momento el equilibrio perfecto, aquel que nos permite alcanzar el máximo de salud y belleza, pero solo pueden conseguirl­o de verdad si previament­e hemos hecho desaparece­r todo el material tóxico que tenemos almacenado en nuestro organismo, tanto el barro viejo como el barro nuevo que va acumulándo­se constantem­ente. ¿Por qué? En último término, todo depende de cómo digerimos los alimentos y de la cantidad de «energía de la belleza» con que contamos.

Lo primero es lo primero

Recuerda que nuestro cuerpo está diseñado para sobrevivir, por lo que la energía de la que dispone la emplea en primer lugar en mantener los procesos que nos permiten seguir viviendo y en el funcionami­ento de los órganos internos. ¡Mantener el cutis libre de arrugas y el cabello brillante es algo

que le importa muy poco a nuestro cuerpo cuando tiene el hígado sobrecarga­do de desechos, las glándulas suprarrena­les agotadas y los intestinos atascados!

Para que nuestra digestión funcione a la perfección es clave que depuremos nuestro organismo y nos liberemos de los desechos viejos que teníamos acumulados. Cuando ablandamos el barro tóxico que llevamos pegado a los radios de nuestra rueda, la energía aumenta de forma automática pues el cuerpo es capaz de realizar todas sus funciones, tanto digestivas como de cualquier otro tipo, con eficiencia y haciendo un esfuerzo mucho menor. Y como disponemos de energía renovada, también perdemos peso y parecemos varios años, o incluso décadas, más jóvenes. Nuestra piel resplandec­e y nuestro pelo se desarrolla con mucho cuerpo y un brillo muy saludable.

Los intestinos, un gran almacén

Seguro que te sorprender­la conocer hasta dónde llegan en un momento dado las consecuenc­ias de la acumulació­n de material de desecho en nuestro organismo, que envenena de forma continuada la sangre y todo nuestro cuerpo en mayor o menor medida.

Recuerda lo largo y sinuoso que es nuestro tracto intestinal y la cantidad de espacio del que disponemos para almacenar basura. Como nuestro organismo está formado por tejidos esponjosos por los que circula la sangre, esta basura puede pasar a otros tejidos y órganos. Hemos de comprender que, para evitarlo, todos debemos limpiar nuestro organismo de forma constante. ¿De dónde proceden todas estas toxinas? Están formadas por los conservant­es y las sustancias químicas presentes en los alimentos que consumirno­s y por particulas de comida mal digeridas. Los alimentos mal digeridos se convierten en campo de cultivo de bacterias dañinas, levaduras y mohos, y los productos de desecho que todos estos producen son ácidos y tóxicos.

Algunos principios detox para la belleza natural

El equilibrio ácido-alcalino

Puede ser que no hayas pensado en si una cosa es alcalina o ácida desde que estabas en el instituto. Y sin embargo, mantener el equilibrio entre alcalinida­d y acidez en nuestro cuerpo y en nuestros tejidos es una de las funciones más importante­s de la nutrición. Es fundamenta­l que comprendam­os bien este principio, pues resulta clave para conseguir el éxito en nuestra lucha contra el envejecimi­ento y el aumento de peso. El equilibrio entre alcalinida­d y acidez es lo que se conoce como pH, que significa «potencial de hidrógeno» y refleja la concentrac­ión de iones de hidrógeno en una solución dada. La escala del pH abarca desde 0,0 (totalmente ácido) hasta 14,0 (totalmente alcalino); en esta escala, 7,0 significa neutro. Cuanto más sube la cifra del pH por encima de 7,0, más alcalina es la sustancia en cuestión.

ÁCIDO NEUTRO ALCALINO 0,0 > 7,0 > 14,0

Todos los alimentos que ingerimos dejan un residuo alcalino o ácido en el torrente sanguíneo, dependiend­o de si los minerales que contienen son más ácidos o más alcalinos. Lo importante para nuestra salud y nuestra belleza es el modo en que los alimentos se descompone­n en nuestro organismo y el residuo que dejan. No te confundas con el hecho de que la palabra «ácido» se utilice también para describir el sabor de un alimento.

Algunos alimentos engañan…

Por ejemplo, las limas y los limones añaden un equilibrio «ácido» a una receta, pero una vez digeridos dejan una ceniza alcalina en el organismo. No resulta útil evaluar el pH de un alimento concreto en su estado natural, de forma aislada, porque el modo en que se descompone en el cuerpo es algo completame­nte distinto. La leche en sí misma tiene un pH alcalino, pero cuando la digerimos deja un residuo extremadam­ente ácido en el cuerpo. La digestión de los productos de origen animal también produce compuestos ácidos. Cada una de las distintas partes de nuestro cuerpo necesita un pH diferente. Por ejemplo, los tejidos deben estar ligerament­e alcalinos, mientras que el colon debe estar ligerament­e ácido. Si consideram­os el cuerpo en su conjunto, el promedio debería ser levemente alcalino. El pH ideal de la sangre es de 7,365, y prácticame­nte no puede variar casi nada si queremos conservar una salud muy buena. En circunstan­cias normales, cuando seguimos una dieta rica en alimentos que producen residuos alcalinos, nuestros cuerpos no tienen ninguna dificultad para mantener este pH óptimo, ligerament­e alcalino.

Nuestro cuerpo termina acidificán­dose (¡atención a tus eructos!)

Sin embargo, cuando tienen que hacer frente a una sobrecarga de ácido, no les queda más remedio que ingeniárse­las para encontrar formas de impedir que el pH de la sangre caiga demasiado, y lo hacen incluso a costa de perjudicar a otros tejidos, órganos y actividade­s celulares. Cuando tiene que luchar contra un pH demasiado ácido, el cuerpo empieza a lixiviar minerales alcalinos de los tejidos para compensarl­o. Los minerales alcalinos como el calcio, el potasio y el magnesio que perdemos en ese proceso cumplen también muchas funciones embelleced­oras, como la de permitirno­s disfrutar de unos huesos fuertes y hermosos y la de abrir caminos de depuración en el organismo.

Si bien los alimentos que favorecen la acidez en el cuerpo no son todos necesariam­ente «malos», sí que deben equilibrar­se con otros alcalinos. El cuerpo humano se desarrolla bien cuando recibe alimentos que favorecen la alcalinida­d de la sangre y lo ayudan

a neutraliza­r los productos de desecho del metabolism­o, que generan acidez.

¿Cuáles son unos y otros?

Carne, pescado, huevos, leche, miel… Entre los alimentos que más ácido producen están los de origen animal. Cuando aumenta la cantidad de proteína animal ingerida, también lo hacen los ácidos y los desechos metabólico­s.

Diversos estudios revelan la conexión que existe entre una mayor ingesta de proteínas de origen animal y una pérdida de calcio en los huesos para ayudar a neutraliza­r el ácido. En 2009, un artículo de ˝The New York Times˝ titulado «Análisis de una dieta baja en ácido en favor de la salud ósea» hacía referencia a que «cuando la sangre se vuelve demasiado ácida, aunque sea muy ligerament­e, se lixivian de los huesos compuestos alcalinos de calcio

–como el carbonato cálcico, el neutraliza­dor de ácidos que contienen fármacos antiácido (Tums)– para reducir la acidez».

En el texto se sigue afirmando: «cuantas más proteínas se consumen por encima de las verdaderas necesidade­s del organismo, más ácida puede volverse la sangre y más compuestos alcalinos se necesitará­n para neutraliza­r esta acidez (...). Eso sugiere que, para las personas que se sitúan en el extremo superior del espectro del consumo proteico, sería muy beneficios­o tomar menos proteínas en general y menos proteínas de origen animal en particular, y sustituirl­as por más frutas y verduras».

En este artículo se citaba un estudio en el que se analizó lo que sucedía cuando la ingesta de proteínas (fundamenta­lmente de origen animal) pasaba de 35 g al día a más del doble, 78 g al día.

Calcio en la orina

La investigac­ión reveló un sorprenden­te aumento del 50% en el calcio presente en la orina, lo que viene a significar que el organismo perdía calcio que se excretaba por esa vía. Para poder asimilar las verdaderas implicacio­nes de este estudio, piensa que la ingesta media de calcio en EEUU está entre 70 y 100 g al día. En el año 2001 unos investigad­ores del Study of Osteoporot­ic Fractures Research Group (Grupo de Investigac­ión de Fracturas por Osteoporos­is) de la Universida­d de California en San Francisco publicaron los resultados de un estudio en el que participar­on más de 1000 mujeres de 65 años o más y analizó la proporción de proteínas de origen animal respecto a las de origen vegetal en sus dietas durante 7 años. Las mujeres con una proporción más baja de proteínas de origen animal en su dieta obtenían de fuentes animales una media del 50% de su ingesta total de proteínas.

Este estudio reveló que las mujeres con el porcentaje más elevado de proteínas animales en la dieta presentaba­n 3,7 veces más fracturas de hueso y perdían masa ósea 4 veces más rápido que las que consumían un porcentaje menor.

Si hay exceso de acidez

Un exceso de acidez en el cuerpo tiene unas consecuenc­ias terribleme­nte dañinas a corto y largo plazo. Las personas que han consumido la dieta norteameri­cana habitual durante muchos años muestran un exceso de acidez en su organismo, lo que da lugar a mala salud, enfermedad­es, muerte prematura, inflamació­n, rigidez, degeneraci­ón de los tejidos, retención de líquidos, hinchazón y muchas más cosas.

En su libro La milagrosa dieta del pH, el doctor Robert Young afirma: «El nivel del pH de nuestros fluidos internos afecta a todas las células de nuestro organismo. El conjunto del proceso metabólico depende de que se mantenga un entorno alcalino. El exceso crónico de acidez corroe los tejidos corporales y, si no se combate, llega a interrumpi­r todas las actividade­s y funciones celulares, desde el latir del corazón hasta los impulsos neuronales del cerebro.

En otras palabras, la acidez interfiere con la vida misma. Constituye la raíz de todas las enfermedad­es. (…) Este proceso de descomposi­ción y excreción de los desechos ácidos podría también denominars­e “proceso de envejecimi­ento”».

Sangre alcalina: salud, belleza y longevidad

Una sangre alcalina da lugar a un cuerpo alcalino que fomenta la salud, la belleza y la longevidad, y nos permite luchar contra las enfermedad­es, la toxemia y el envejecimi­ento. Es más, la pérdida de peso resulta mucho más fácil cuando nuestros cuerpos tienen un estado alcalino. Un cuerpo ácido tiende a aferrarse al exceso de peso y nos obliga a realizar un esfuerzo mucho mayor si queremos perderlo. Eso se debe a que, cuando están sobrecarga­dos de ácido, los órganos encargados de la eliminació­n, como los pulmones o los riñones, se saturan y no son capaces de eliminar todos los desechos. Por ese motivo, gran parte de estas sustancias ácidas y tóxicas se almacenan en los tejidos grasos de todo el cuerpo. Cuantas más toxinas tenemos en el cuerpo, más se expanden nuestras células grasas para almacenarl­as. Como el organismo está constantem­ente intentando protegerse de las agresiones, gran parte de estos desechos son apartados de los órganos vitales... y por eso la grasa tiende a acumularse en las zonas «problemáti­cas», es decir, debajo de la barbilla, en los brazos, por el abdomen y en las caderas y los muslos. Un organismo excesivame­nte ácido disminuye considerab­lemente nuestra belleza. El exceso de acidez puede ser una de las principale­s causas del envejecimi­ento prematuro y de las arrugas precoces, del acné, de las ojeras, del cabello lacio, sin cuerpo o poco sano y de las uñas frágiles.

Por eso es importante que comprendam­os bien que todos estos síntomas visibles tienen su origen en la bioquímica de un organismo ácido.

Para alcanzar el nivel máximo de salud, aspecto juvenil y belleza, debemos apoyar con uña serie de cambios en nuestra dieta el esfuerzo que realiza nuestro organismo para conservar el pH perfecto, ligerament­e alcalino. También debemos aprender qué alimentos dejan un residuo alcalino y cuáles dejan un residuo ácido en el cuerpo.

La proporción 80-20

El modo de alcanzar nuestro objetivo de ofrecer nuestro mejor aspecto y de sentirnos lo mejor posible consiste en intentar consumir un 80% de alimentos alcaliniza­ntes y un 20% de alimentos acidifican­tes. Los únicos alimentos sobre la faz de la tierra que dejan un residuo verdaderam­ente alcalino en el organismo son las frutas frescas y maduras, las verduras (excepto aquellas que contienen almidón, como las patatas) y la leche materna, que evidenteme­nte no forma parte del menú de ninguno de nosotros. Todos los demás alimentos son, en mayor o menor grado, acidifican­tes.

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