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EL CREADOR

El director creativo de Rochas y fundador de No. 21 es un todoterren­o de la moda. Y un supervivie­nte. Alessandro dell’Acqua ha dejado su sello en un buen puñado de firmas y, hace una década, casi perdió hasta su propio nombre. Ahora destila optimismo.

- Por SERGIO MUÑOZ Fotografía: VITTORIO ZUMINO CELOTTO

Alessandro Dell’Acqua.

«DURANTE LOS ÚLTIMOS 25 AÑOS HE TRABAJADO PARA CASI TODO EL MUNDO EN LA MODA ITALIANA»

Cuando estoy trabajando para No. 21, solo pienso en No. 21. Cuando estoy creando una colección para Rochas, No.21 no existe. Diferente mujer, diferente situación. Siempre he hecho muchas cosas a la vez». Estas palabras de Alessandro dell’Acqua en W Magazine resumen a la perfección la trayectori­a e idiosincra­sia del diseñador napolitano. La versatilid­ad del director creativo de Rochas y fundador de No.21, su propia firma, es proverbial, y tiene su germen en el trabajo duro y en el hecho de que, durante tres décadas, ha sido un nómada de la moda. El hombre para todo. Ha ido de acá para allá con un tesón y una energía que para sí quisieran muchos. «Durante los últimos 25 años he trabajado para casi todo el mundo en Italia», dijo el diseñador a la misma publicació­n en 2014. Ese «casi todo el mundo» es Genny, La Perla, Borbonese, Iceberg, Les Copains, Max Mara, Malo o Brioni, firmas en las que dell’Acqua ha dejado su impronta. ¿El secreto para salir airoso? «Necesitas que la compañía confíe en ti y tener carta blanca. Un trabajo a medias sencillame­nte no funciona».

Nacido en Nápoles en 1962, dell’Acqua pasó su infancia fascinado por el vestuario que veía en las películas –es un cinéfilo empedernid­o que adora tanto el neorrealis­mo italiano como el mainstream de Hollywood–, las revistas de moda y el embeleso por los escaparate­s de las pocas tiendas de lujo que había en su ciudad natal. A los 13 años entró a trabajar como aprendiz en el taller de un modisto napolitano y, tras graduarse en la Academia de Bellas Artes de su ciudad, se marchó a Milán. En la capital mundial de la moda entró a trabajar a las órdenes de Enrica Massei, por entonces su diseñadora favorita. Siguieron años de aprendizaj­e por diferentes firmas en las que intentaba absorber todo lo que podía. En 1996 lanza su propia marca con su propio nombre, Alessandro dell’Acqua. Su propuesta apostaba por unir erotismo y elegancia: la prepondera­ncia del negro, las superposic­iones y las transparen­cias que se acercaban

a la lencería. En 1998 presenta su primera colección para hombre en el Pitti Palace de Florencia.

Una década después, en 2009, todo se viene abajo. Diferencia­s entre el diseñador y la empresa que produce y distribuye sus coleccione­s, y socio mayoritari­o de la marca, Cherry Grove, hace que dell’Acqua abandone la firma que él mismo había creado. Al parecer, el diseñador no había dado el visto bueno para lanzar las próximas coleccione­s y, por tanto, no ponía la mano en el fuego por la calidad de las mismas. Ya legalmente, desde 2007, el napolitano no podía utilizar su nombre completo en sus creaciones. El diseñador, por supuesto, lo vivió como un verdadero drama. Con 46 años tenía que volver a empezar de cero. «El mundo de la moda olvida muy rápido. Durante seis meses estuve sentado en casa sin que nadie me escuchara», señala. Propuso coleccione­s a diversas compañías, pero nadie quería confiar en un diseñador que no podía utilizar su propio nombre. Hasta que una pequeña empresa familiar de Bérgamo sí lo hizo y le encargó una colección de 40 piezas. Fue el germen de su nuevo proyecto, No. 21. El nombre deriva de su fecha de nacimiento (el 21 de diciembre) y del hecho de que esa cifra es su número de la suerte. «Por supuesto que soy superstici­oso, soy de Nápoles», admite.

La primera colección de No.21 debutó en Milán en 2010. El nuevo sello de dell’Acqua apostaba por la mezcla de tejidos –es un maestro del punto, que combina sin problema con encaje–, las imperfecci­ones y hasta por diluir los límites entre lo masculino y lo femenino. Para terminar de endulzar el momento, en 2013 la francesa Rochas eligió a dell’Acqua como director creativo. «No podría pedir algo más inspirador. Trabajar para una casa con esta herencia histórica es una oportunida­d única», dijo el diseñador.

Mientras, No. 21 va viento en popa. En 2014 presentó su primera colección para hombre, y 2016 cerró con un volumen de facturació­n de 52 millones de euros, un 117 por ciento más que el año anterior. La moraleja de esta historia la pone el propio diseñador: «He aprendido que nunca se sabe cómo serán las cosas. Necesitas tener el valor de arriesgart­e».

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