Tecnología para todos
La electrónica de un reloj, un teléfono móvil o un ordenador portátil hace, entre otras cosas, que esa energía se libere poco a poco mediante el uso de circuitos con resistencias, condensadores y reguladores de voltaje. Pero si, por algún motivo, en algún momento se produce un cortocircuito entre el ánodo y el cátodo (los polos entre los que circula la corriente) o el interior de la batería entra en contacto con oxígeno, esa energía se liberará de golpe y producirá una explosión o empezará a arder. En el peor de los casos, puede incluso que ocurran ambas cosas a la vez.
¿Va a explotar mi móvil?
No estamos hablando de algo muy probable, pero sí posible. El mundo actual está poblado por millones y millones de baterías encargadas de que funcionen sin descanso otros tantos dispositivos, y las explosiones son un suceso muy infrecuente. Pero dejan en evidencia que las baterías de litio están llenas de elementos químicos inflamables y, sobre todo, que cualquier incidente en un dispositivo puede provocar la retirada de miles de unidades del mismo modelo que la incluyan en su fabricación. Y esto desemboca en el consiguiente gasto económico para reemplazar la batería o el modelo defectuoso, a lo que hay que añadir un perjuicio para la imagen de la compañía fabricante.
Un poco de química
Las baterías funcionan gracias a las reacciones químicas que tienen lugar en su interior. El ánodo y el cátodo son las partes ‘visibles’ de la batería, correspondiendo el cátodo al polo positivo y el ánodo al negativo.
Internamente, la batería tiene un electrolito que permite el flujo de las cargas positivas o negativas durante la descarga o la carga, respectivamente. Dependiendo de los compuestos químicos empleados tendremos baterías de diferentes tipos, como las de Níquel Cadmio (NiCd) y las de Iones de Litio (LiIon). En la actualidad, las primeras han caído en desuso a causa de su efecto memoria o su baja densidad de energía. Las de Li-Ion son las más usadas en electrónica hoy en día.
Cuando enciendes un móvil, el polo positivo y el negativo se conectan a través de la circuitería del dispositivo y se ‘lanza’ la reacción química en su interior y, por ende, la descarga. El flujo de electrones hace que haya una corriente eléctrica c on u na i ntensidad s uficiente para satisfacer las demandas de los componentes del móvil. Cuanta más energía se demande, más rápido se agotará la carga de la batería y tendrá que volver antes al enchufe.
Cómo se mide su capacidad
La energía que es capaz de almacenar una batería se mide en mAh o mili amperios por hora. Un ejemplo: si tenemos una batería con 3.000 mAh, eso significa que su autonomía, para un dispositivo que demande una corriente de 3 A, será de una hora. Si el dispositivo demanda 1.500 mA o 1,5 A, la batería podrá funcionar dos horas.
Otra forma de ofrecer esta medida de capacidad de una batería es usando los Wh o Vatios hora. En este caso se relaciona la potencia con la autonomía, para lo cual solo tenemos que multiplicar el valor del voltaje de la batería por los mAh. Por ejemplo, en un móvil, el voltaje suele ser de 3,7 V. Así que nuestra batería de 3.000 mAh tendrá una capacidad de 11,1 Wh.
Si un dispositivo demanda una potencia de 11,1 W, la batería podrá entregar esa potencia durante una hora. Como un smartphone puede llegar a demandar unos 2 W cuando no está en reposo, se podría calcular que la autonomía total sería de algo más de cinco horas.