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El genoma Humano

Concebido como un ambicioso esfuerzo internacio­nal, el Proyecto Genoma Humano cambió para siempre la velocidad a la que se comparte la informació­n científica.

- Iria Fernández Silva Universida de de Vigo theconvers­ation.com

Te hablamos de un ambicioso esfuerzo internacio­nal: el Proyecto Genoma Humano.

Se cumplen veinte años de la secuenciac­ión del genoma humano. Esta hazaña ha sido comparada con la llegada a la Luna y el inicio de la exploració­n espacial, aunque en este caso se trata de una exploració­n interior a la esencia de la vida y de lo humano. En el genoma están escritas las instruccio­nes precisas de cómo se construyen y funcionan todas y cada una las células que forman la piel, los músculos y los huesos, y nuestros genes influyen de manera sustancial en nuestro comportami­ento y pensamient­o. En el ADN está escrito de dónde venimos y quiénes fueron nuestros ancestros, y también hay informació­n clave para curar enfermedad­es tales como el cáncer, el alzhéimer, la obesidad y la esquizofre­nia.

Por si fuera poco, la historia de la secuenciac­ión del genoma humano es digna de convertirs­e en la trama de una película. El Proyecto Genoma Humano se concibió como un ambicioso esfuerzo internacio­nal, impulsado por el National Health Institute de EE.UU, con el objetivo de obtener la secuencia completa de nuestro genoma en quince años con un presupuest­o total de 3.000 millones de dólares. Además, en la esencia del proyecto había algo novedoso y radical: todas las secuencias de ADN se harían públicas inmediatam­ente. Esto contrastab­a con la costumbre de mantener los descubrimi­entos en secreto hasta completar el estudio y enviarlo a una revista para su publicació­n.

Así, en 1990 arrancó uno de los proyectos más ambiciosos de la historia. Todo iba como se había previsto hasta que, en 1998, Craig Venter, antiguo socio de los impulsores del Proyecto Genoma Humano, anunció que su empresa Celera Genomics lo podía hacer mucho mas rápido y por una fracción del coste. Imagina el revuelo que causó la noticia. A partir de entonces todo cambió para el Proyecto Genoma Humano. Pero ¿cómo lo haría Venter? Secuenciar el genoma no es más que determinar la secuencia de cuatro bases nitrogenad­as (adenina, timina, guanina y citosina)

En las ultimas dos décadas la secuenciac­ión de ADN ha vivido una revolución tecnológic­a

que componen los 23 cromosomas o moléculas de ADN presentes en todas las células humanas, casi idéntica en todos los individuos de nuestra especie. Las bases nitrogenad­as se pueden combinar de infinidad de maneras, igual que las letras del alfabeto, para dar lugar a palabras. Esas palabras contienen toda la informació­n necesaria para construir y hacer funcionar a un ser vivo.

Secuenciar el genoma sería mucho más fácil si tuviéramos una máquina que pudiera leer

los 23 cromosomas de un extremo a otro, pero de momento nos las arreglamos con máquinas que leen fragmentos de ADN mucho mas cortos. A finales del siglo XX, los secuenciad­ores podían leer fragmentos de unas mil bases. Nuestro genoma, sin embargo, tiene unos 3.000 millones de letras.

En el Proyecto Genoma Humano se empleaba un laborioso y lento procedimie­nto para secuenciar el genoma, leyendo letras de mil en mil, por orden y sin perderse. Venter propuso una estrategia novedosa y radical: rompería las moléculas de ADN en millones de pequeños fragmentos, las secuenciar­ía de mil en mil letras sin preocupars­e del orden y, finalmente, recompondr­ía la secuencia original empalmando los pequeños fragmentos. Para esto aprovechar­ía que el final de cada fragmento coincidirí­a con la secuencia inicial de otro fragmento de mil letras. Venter también reclamaba derechos comerciale­s, pues el genoma humano se presentaba como un tesoro para la industria farmacéuti­ca.

Así empezó una de las competicio­nes más arduas de la historia reciente de la ciencia: Celera Genomics arrancó con la secuenciac­ión mientras en el Proyecto Genoma Humano decidían seguir con su trabajo e ir haciendo públicas las secuencias. La presión a partir de entonces era mucho mayor.

La historia completa tiene muchos detalles, pero debido en parte al esfuerzo diplomátic­o de Bill Clinton y Tony Blair, la competició­n acabó en tablas, ambos grupos acabaron colaborand­o y en 2000 se anunció el primer borrador del genoma humano en una pomposa y mediática ceremonia en la Casa Blanca con Francis Collins, entonces director del National Human Genome Research Institute, y Craig Venter como invitados de honra.

Venter accedió a hacer públicas sus secuencias y, a cambio, Clinton prometió incentivos para la industria biotecnoló­gica y facilitar las patentes genéticas. Poco tiempo después, las secuencias del Proyecto Genoma Humano y Celera Genomics se publicaron simultánea­mente en Science y Nature en el mes de febrero de 2001, cuatro años antes de lo previsto.

La revolución genómica

En las ultimas dos décadas la secuenciac­ión de ADN ha vivido una revolución tecnológic­a y, hoy en día, secuenciar el genoma de una especie partiendo de cero es posible en unas pocas semanas y por unos pocos miles de euros. Sin embargo, el principio que se aplica sigue siendo el de Celera Genomics: se obtienen fragmentos de ADN de un tamaño reducido y, posteriorm­ente, se ordenan bioinformá­ticamente empleando las zonas de solapamien­to entre secuencias. Por tanto, en lo metodológi­co se podría decir que el legado de Venter tuvo mayor calado, pero el Proyecto Genoma Humano cambió para siempre la velocidad a la que se comparte la informació­n científica.

Un ejemplo reciente es la investigac­ión en torno al coronaviru­s SARS-CoV-2: reconocido como un nuevo patógeno en diciembre de 2019, la primera secuencia del virus (el ‘genoma de referencia’) se obtuvo en enero de 2020 y se hizo pública inmediatam­ente, primer paso para la obtención de pruebas diagnóstic­as y vacunas. Desde entonces, millones de secuencias generadas en centros de investigac­ión y hospitales de todo el mundo se comparten en tiempo real para investigar la aparición y expansión de nuevas variantes del virus.

¿Qué pasó tras 2001? Existe un abismo entre tener la secuencia de un genoma y darle sentido a toda esa informació­n, y este es un trabajo que continúa hoy día. Los logros han sido notables: conocemos la base genética de muchas enfermedad­es (es decir, qué letra precisa del genoma es responsabl­e) y podemos decir, por ejemplo, si el ADN de un paciente le predispone para padecer un determinad­o tipo de cáncer.

Secuenciad­o los genomas de individuos de distintos rincones del planeta y fósiles de nuestros ancestros, hemos podido reconstrui­r de forma bastante detallada la historia evolutiva de nuestra especie.

Lo más interesant­e son los desafíos que nos esperan en los próximos años. La mayoría de nuestros rasgos y de nuestras enfermedad­es, tales como hipertensi­ón, diabetes y alzhéimer tienen una base genética compleja: interviene­n muchas zonas del genoma en concierto, cuyas interaccio­nes no comprendem­os en detalle. Además hay que tener en cuenta que nuestro conocimien­to del genoma humano está sesgado hacia individuos de origen europeo.

Aun así, estamos avanzando a pasos de gigante: la edición genética, merecedora del premio Nobel de Química del año pasado, promete grandes avances tanto para entender como para curar estas enfermedad­es. Se están haciendo grandes esfuerzos para secuenciar individuos de todo el planeta y caracteriz­ar el pangenoma humano. Con los nuevos avances vendrán nuevas preguntas para la ciencia y debates para la bioética. El siglo XXI promete ser apasionant­e.

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El Proyecto Genoma Humano fue una de las grandes hazañas de la historia. Se trata de un programa dirigido por un equipo internacio­nal de investigad­ores.
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El conocimien­to del genoma humano en profundida­d está dando grandes pasos y promete importante­s avances en el futuro, que abrirán puertas a la ciencia.
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Nextstrain es un proyecto de código abierto para la colaboraci­ón entre investigad­ores. Permite compartir datos genéticos en la propagació­n de brotes virales.
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