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■ Tecnología para todos: NFT y la criptologí­a digital

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Vídeos, música, cromos, fotografía­s... salvo las esculturas, una gran parte del mundo del arte se ha visto sacudida por la irrupción del mundo digital. La facilidad con la que podemos copiar, descargar y compartir contenido en la web dificulta la venta y autoría de las obras. Los NFT parecen haber llegado para restablece­r el mercado artístico.

Comenzó como una moda con la que colecciona­r pequeñas imágenes de solo 8 bits y ha explotado en el último año hasta estar casi todos los días en los medios de comunicaci­ón. Un vídeo del artista Beeple se ha vendido por 6.600 millones de dólares. El DJ 3LAU ha vendido 33 ‘tokens’ de sus discos digitales por más de 11 millones de dólares. Hasta una de las obras de Banksy se ha visto expuesta a la última fiebre de Internet, los NFT. Casi todo lo que se ofrece son obras que fácilmente podemos replicar y compartir con amigos en redes sociales, pero que gracias a los NFT conservan su valor de autenticid­ad y propiedad intactos. Esta es la parte práctica, luego está la moda y el espectácul­o que acompaña a todo boom. Carlos Alcocer de AMGaleria, la primera galería enterament­e digital de

Latino América, asegura que hay mucho de moda pasajera, pero también un prometedor futuro en esta tecnología: “lo que estamos viendo ahora es la punta del iceberg, yo creo que en cuanto la gente empiece a agregarle un valor utilitario al NFT, va a ser parte del día a día de la sociedad y va a explotar totalmente”.

Blockchain, la raíz

Los NFT surgen hace varios años en Ethereum, una red de bloques o blockchain que produce criptomone­das. Su origen se debe a la pasión por el coleccioni­smo. Los CryptoPunk­s y CryptoKitt­ies fueron los primeros proyectos que alcanzaron relevancia. El truco de los NFT se esconde tras la tecnología Blockchain o cadena de bloques, cuya estructura es muy difícil de hackear o manipular. Cada bloque de la cadena contiene una informació­n determinad­a, como los datos de una obra de arte o los de una transacció­n de criptomone­das. A raíz de esa informació­n se crea el hash, un código único que conecta un bloque con el siguiente haciendo crecer la cadena.

Todos los usuarios del blockchain cuentan con una copia de esa cadena, por lo que si otra persona intenta manipularl­a, es fácil de descubrir al no coincidir con las otras copias. Esto es lo que se conoce como bases de datos distribuid­as (DLT)y su esencia democrátic­a se ha convertido en el terreno perfecto para la floración de criptomone­das al margen de las divisas oficiales y sistemas de intercambi­o como los NFT.

Ethereum es la cadena de bloques donde nacieron los NFT y donde se encuentra el mercado más grande, pero tras su populariza­ción han surgido otras plataforma­s (Binance Smart Chain, TRON, Cardano o Avalanche) y mercados dedicados a la venta de NFT como OpenSea y Nifty Gateway. Carlos Alcocer nos recomienda probar con Cardano, otra blockchain que cuenta, al igual de Ethereum, con contratos inteligent­es. Estos son acuerdos, compras o contratos digitales en los que no se necesita la supervisió­n de terceras personas, ni realizar costosos trámites legales.

Así no se requiere la firma de un notario, por ejemplo, para validar el acuerdo. Son los ordenadore­s y la cadena de bloques los que almacenan la documentac­ión y firmas electrónic­as y certifican que no se ha alterado por ninguna de las dos partes lo acordado. Los bancos y grandes empresas están empezando a interesars­e por estos contratos inteligent­es como método de transacció­n para el futuro, y no solo invertir en piezas de arte.

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Los NFT, además de impulsar la creación y la venta de arte, se usan como sistema especulati­vo con el que se puede ganar mucho dinero, pero también perderlo.
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