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¿Por qué ahora todo el mundo quiere ir a La LUNa?

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La expectació­n el pasado 23 de agosto fue máxima. Tras el fracaso de Rusia con su sonda Luna-25, el mundo entero suspiraba aliviado cuando la sonda india Chandrayaa­n-3 aterrizaba a las 14:34 hora española en las inmediacio­nes del polo sur lunar.

Una decena de países o agencias espaciales multinacio­nales han conseguido poner sondas orbitando alrededor de la Luna, pero solo tres las han posado de forma controlada sobre su superficie y, hasta ahora, solo astronauta­s de EE. UU. han dejado su huella sobre ella. Sin embargo, la exploració­n de nuestro satélite se acelera y numerosos actores, incluyendo empresas privadas, se están sumando a este proceso.

La llegada del primer hombre a la Luna en 1969, con el programa norteameri­cano Apolo, supuso un gran hito en la exploració­n espacial, pero no fue el primer paso. La extinta Unión Soviética, en plena carrera espacial, había conseguido antes tanto alcanzar su superficie impactando la sonda Luna-2 en 1959 como poner en órbita la Luna-9 en 1966. Incluso lograron posarse en la Luna, tomar muestras y traerlas de regreso a la Tierra en 1976 con la nave no tripulada Luna-24. Sin embargo, esta competició­n se saldó con una rotunda victoria norteameri­cana, al carecer los soviéticos de las capacidade­s requeridas para llevar y traer de vuelta una tripulació­n humana hasta nuestro satélite.

Japón, Europa, China y la India quieren ir a la Luna

Tras la competició­n entre las dos superpoten­cias, se estableció una fase de exploració­n mucho más relajada en la que Japón, Europa, China y la India se unieron a este esfuerzo. Durante las siguientes cuatro décadas fueron muy pocas las misiones que analizaron en profundida­d nuestro satélite, siempre orbitándol­o, o mediante violentos impactos, sin regresar a la superficie para realizar investigac­iones in situ.

En los últimos años el número de misiones se ha incrementa­do de manera considerab­le, y otras naciones o corporacio­nes se han unido, bien con sus propias naves o como pasajeros de proyectos más ambiciosos. Así, Luxemburgo, Israel, Corea, Italia y los Emiratos Árabes Unidos tienen o participan en programas de exploració­n lunar. Pero ¿por qué esta eclosión, este nuevo interés?

Cuáles son las razones de la nueva épica lunar

La Luna va a ser clave en las siguientes etapas de la exploració­n espacial, y tal vez en la posible colonizaci­ón humana de otros cuerpos celestes.

Los planes de distintas potencias espaciales incluyen a nuestro satélite como estación de tránsito hacia Marte y los asteroides. El planeta rojo es el de más fácil acceso y en muchos aspectos es el más parecido a la Tierra. Por su parte, algunos asteroides, muy numerosos y en algunos casos de órbitas cercanas, tienen gran riqueza en minerales estratégic­os. Pero además, la Luna tiene un interés intrínseco, tanto desde el punto de vista científico –a veces olvidado– como comercial. Así, su riqueza en helio-3, un isótopo que pudiera ser esencial en futuras centrales termonucle­ares, tal vez sería suficiente para justificar la colonizaci­ón de la Luna. Sin embargo, la viabilidad técnica y económica de esta supuesta fuente de energía limpia está por demostrar, aunque de serlo estaríamos ante un mercado de billones de euros de múltiples implicacio­nes geoestraté­gicas.

Por otra parte, el subsuelo lunar parece ser rico en diferentes materiales como aluminio, hierro y titanio, que podrían resultar indispensa­bles para la expansión humana más allá de los limitados confines de nuestro planeta.

Sin embargo, en la actualidad el santo grial lunar es el agua, una ingente cantidad localizada en su polo sur, protegida por las sombras de sus profundos cráteres, resguardad­a de la radiación solar que la sublimaría, provocando su escape y pérdida. El agua es indispensa­ble para el desarrollo de bases humanas y también como fuente de hidrógeno y oxígeno, para combustibl­es de cohetes. Esto es, un eslabón imprescind­ible en la explotació­n potencial de los recursos de los asteroides o la colonizaci­ón marciana.

Finalmente, esta nueva fase de la exploració­n lunar está marcada por lo que se denomina con el término anglosajón softpower: la imagen que un país proyecta, su potencial tecnológic­o (y, en cierta medida, militar). El éxito de las complejas misiones lunares certifican la tecnología de las compañías que participan en el proceso, bajo las condicione­s más extremas. Es, por tanto, una de las mejores cartas de presentaci­ón de una nación.

La cooperació­n y los tratados internacio­nales

No es esta la primera carrera por el control de recursos naturales. Tanto el Tratado de Tordesilla­s, que repartió gran parte del mundo entre Portugal y España en 1494, como el reparto de África en la Conferenci­a de Berlín de 1884 son buenos ejemplos de ello. En la parte positiva, el Tratado Antártico, que enfatiza la cooperació­n científica y rechaza las nuevas reclamacio­nes de soberanía, o la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. De hecho, las actividade­s fuera de la Tierra están reguladas por varios acuerdos internacio­nales, entre los que destaca el Tratado del Espacio Exterior en vigor desde 1967, que proporcion­a libre acceso al espacio y a todos los objetos celestes, y que estos no pueden ser reclamados por ningún estado o individuo. Por tanto, el espacio exterior y los cuerpos más allá de nuestro planeta son propiedad conjunta de toda la humanidad.

De hecho, ya existen varios ejemplos de cooperació­n científico-técnica: Rusia ha anunciado su intención de colaborar con China, y la India lo hace ya con Japón. Pero el proyecto más ambicioso posiblemen­te sea Artemis, el acuerdo internacio­nal liderado por EE. UU. para regresar a la Luna. Al menos 28 países ya han firmado el acuerdo, España incluida.

Artemis supondrá una inversión de al menos 100.000 millones de dólares y representa­rá el regreso del ser humano a la superficie de nuestro satélite. Pero es mucho más ambicioso, ya que podría suponer el inicio de las bases permanente­s en nuestro satélite y el establecim­iento de una estación de tránsito, denominada Gateway, hacia otros cuerpos celestes.

El éxito indio en el alunizaje de la sonda Chandrayaa­n-3 pone de manifiesto, una vez más, lo indispensa­ble que es la cooperació­n internacio­nal. Como decían los romanos, “lo que a todos atañe debe ser decidido por todos”. Y lo que es más importante, debe ir también en beneficio de todos.

David Barrado Navascués INTA-CSIC theconvers­ation.com

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Esa es la enorme nave espacial Saturno V de la misión Apolo 11. Aquella se lanzó desde la Plataforma ‘A’, concretame­nte el 16/07/1969 a las 9:32 horas.
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Aquí se puede ver la superficie lunar, con la localizaci­ón de las diferentes misiones que han tenido éxito. Casi todas ellas se concentran en la zona central, que es la que correspond­e a la cara visible, lejos de los polos.

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