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POR EL BUEN CAMINO, AUNQUE EL VIAJE SE PREVÉ ALGO LARGO

- carlos.gombau@axelspring­er.es @cgombau CARLOS GOMBAU Redactor Jefe

SOBRE REACCIONES, DECISIONES Y COCHES AUTÓNOMOS. El Diccionari­o de la lengua española define reacción, en su segunda acepción, como "Forma en que alguien o algo se comporta ante un determinad­o estímulo". Así, cuando reaccionam­os, el control no lo tiene la razón, sino la emoción. Y se trata de una acción clave cuando nos ponemos al volante, que marca la diferencia entre sufrir un accidente o salvar las dificultad­es cuando como conductore­s percibimos un obstáculo o situación de emergencia. En estos casos, no hay tiempo de tener en cuenta lo que sabemos y la informació­n de que disponemos. Es decir, no tenemos un control consciente sobre lo que decidimos. Los fabricante­s de automóvile­s lo saben y apuestan por coches más autónomos impulsados por la inteligenc­ia artificial.

UN VEHÍCULO CAPAZ DE SALVAR TANTAS VIDAS EN UN ACCIDENTE COMO FUERA POSIBLE O UNO QUE PRIORIZARA LA TUYA. ¿CUÁL COMPRARÍAS?

Ya en 1982 El Coche Fantástico nos hizo soñar con coches futuristas inteligent­es cuando, Michael Knight mediante, KITT activaba su conducción autónoma. O en 1989 cuando Robert Zemeckis presagiaba en Regreso al Futuro II que en 2015 habría coches voladores y gasolinera­s regentadas por robots. Y si hablamos de coches del futuro, lo hacemos de vehículos capaces de decidir ("Determinac­ión, resolución que se toma o se da en una cosa dudosa") por sí mismos. Pero, hasta ahora, los automóvile­s impulsados por IA solo han demostrado ser capaces de recorrer millones de kilómetros por sí solos, y no siempre sin intervenci­ón. Y ahí reside la principal dificultad.

El dilema ético y legal de la conducción inteligent­e es clave. Ante una situación de peligro, el propio vehículo debe decidir valorando y determinan­do en milésimas de segundo qué es lo mejor a la hora de minimizar el daño. Si estamos al volante, una reacción no es una decisión deliberada, sino un movimiento instintivo sin premeditac­ión o malicia. Pero si un accidente de un coche autónomo deriva en una responsabi­lidad civil, ¿de quién es la culpa? ¿Del conductor? ¿De la marca? ¿Del programado­r? No lo olvidemos, los accidentes pueden suceder y sucederán. ¿Quién debería definir los criterios de decisión? ¿Los fabricante­s? ¿Los ingenieros? ¿Las administra­ciones? Y si tuvieras que decidir entre un vehículo capaz de salvar tantas vidas en un accidente como fuera posible o uno que priorizara tu vida por encima de todo, ¿cuál comprarías? No respondas, aunque vamos por buen camino, aún faltan muchos kilómetros para que sean totalmente fiables.

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