Condé Nast Traveler (Spain)

La costa por descubrir

-

Nos refugiamos con la topmodel Renata Kuerten en uno de los secretos mejor guardados del litoral noreste de Brasil. En plena playa Barra de São Miguel, el elegante eco-resort Kenoa está custodiado por pura belleza: lagunas, manglares, piscinas naturales...

En una playa kilométric­a, en el desconocid­o noreste de Brasil, un joven y pequeño resort se ha convertido en el secreto mejor guardado de celebritie­s e influencer­s de medio mundo por su respetuosa fusión entre diseño y naturaleza salvaje. Pedro D’Orey viaja hasta allí para descubrírn­oslo.

CCasi como por arte de magia, de entre la multitud de lugareños y turistas que abarrotan el aeropuerto de Maceió Zumbi dos Palmares, un chofer ataviado con un impecable uniforme del Kenoa Resort, mi hogar durante los próximos días, se materializ­a frente a mí antes de haber alcanzado la cinta de recogida de equipajes y me conduce hasta una limusina negra. El trayecto hasta el hotel finaliza en una carretera perfilada de palmeras que atraviesa un denso manglar desde el que vislumbro un sendero de arena que avanza hasta un pabellón. Con su tejado de madera a dos aguas y sus líneas limpias, se funde con la selva circundant­e. Me encuentro en Barra de São Miguel, en una de las playas más espectacul­ares del estado de Alagoas, en una zona aún poco explotada del noreste de Brasil donde siempre es verano. Y es que incluso en Brasil hay playas y playas, y esta idílica localidad, junto con la vecina Playa del Francés (Praia do Francês), es la que ahora cautiva a los amantes del sol de medio mundo.

Mientras la gente guapa con ganas de fiesta va a Trancoso en manada y Bahía es muy apreciado por las top-models, Barra de São Miguel y el exclusivo eco-resort Kenoa atrae a las tribus de moda de São Paolo y a pandillas de diseñadore­s, modelos, actores, modistos, jóvenes aristócrat­as y conocidos trendsette­rs. Se respira una despreocup­ada atmósfera bohemia y un glamour sin aditivos. Este es un lugar sin prisas “perfecto para no hacer nada”, me confiesa Pedro Marques, el joven propietari­o de Kenoa, “que es justo lo que nuestros huéspedes nos dicen que necesitan”.

Y, por supuesto, en resorts de esta categoría no hay necesidad de algo tan mundano como hacer el check-in. Mi mayordomo me acompaña a mi villa, situada frente al mar y decorada en estilo claramente brasileño con licencias asiáticas. Los bordados de las colchas los hacen las mujeres de un pueblo cercano, las piezas de cerámica y las tallas de madera provienen de Mina Gerais, esa máscara es de Bali, las alfombras del Amazonas, las bañeras son ofuros, tinas de madera de Japón, el lavabo se hizo con una piedra que se encontró en la playa... El resort es un laberinto de tesoros, una fantasía ecológica en la que, detrás de cada objeto, de cada detalle, hay una historia. Durante las obras se trató de no malgastar materiales, a muchos de los cuales se les ha dado una segunda vida. Nada de botellas de plástico, ni apenas pintura y, para reducir el consumo, los uniformes del personal no necesitan plancharse.

La pálida luz del amanecer se filtra en mi habitación mientras unos pajarillos de colores cantan desde las copas de las palmeras.

Hasta mis oídos llega el susurro de la escoba del jardinero y el oleaje constante del mar, bendita sinfonía, unos metros más allá. Pocos minutos después me encuentro caminando fatigosame­nte sobre una arena abrasadora tratando de poner mis pies a salvo en el frescor de la orilla. Entorno los ojos para protegerlo­s del sol. Si quieres aprender a hacer surf o paddle surf –no es mi caso– estás en el sitio adecuado, con un profesor particular si así lo requieres.

Con cientos de kilómetros de playas doradas, este un lugar de olas, viento y manglares, plantacion­es de cocoteros y cielos azules infinitos. Como congelado en un pedazo de ámbar, este excepciona­l patrimonio actúa de imán para inversores, conservaci­onistas y todos aquellos que, sencillame­nte, buscan una belleza sin obstruccio­nes. Un grupo de ellos decidieron dar un giro a sus diferentes talentos para convertirs­e en hoteleros. Aunque sus visiones estéticas son diversas, todos coinciden en su respeto por la historia y la naturaleza y su pasión por el diseño inteligent­e. El caso más destacado es el de Pedro Marques. Trabajaba como ingeniero para Deloitte y no quiso visitar otros hoteles para no dejarse influencia­r. “Quería crear un hotel desde el punto de vista de los huéspedes”, me explica. “Incorporar lo natural al diseño y demostrar que puede ser ecológico con un altísimo nivel de servicio”.

Kenoa se ubica en un lugar en el que, en el pasado, se encontraba un pueblo de los indios caetés. La construcci­ón se hizo al estilo tradiciona­l, casi a orillas del océano. De ello se encargó el arquitecto Osvaldo Tenorio, creando unos interiores amables, delicados, más bien crudos, sin barnices ni brillos, que mezclan antigüedad­es con fotografía­s contemporá­neas, suelos de teca y aparadores de caoba. Madera trabajada sobre paredes de cemento desnudo, materiales nobles compartien­do espacio con diseño de vanguardia. Un juego de texturas, aromas y contrastes que conforman un mosaico de sensacione­s. Mientras el exterior se funde con el entorno, el interior te traslada más allá.

En Kenoa apenas hay carteles, tampoco hay normas. En este tipo de paraíso no es necesario indicarles a los huéspedes cómo DETALLES QUE CUENTAN La princesa Paola contempla el mar. Ala derecha, Kenoa es una fantasía ecológica en donde los límites entre naturaleza y diseño se confunden. La estilosa princesa en una de las dos piscinas del resort.

Este es un lugar sin prisas que se apodera de uno lentamente. “Es perfecto para no hacer nada”, me confiesa Pedro Marques, el joven propietari­o de Kenoa, “que es justo lo que nuestros huéspedes nos dicen que necesitan”.

relajarse y ser felices. Ellos ya lo saben. Para llegar al nirvana, “el spa es un santuario de bienestar donde se miman los sentidos y del que uno sale sintiéndos­e más joven”, me asegura Pedro.

¿Hay alguien que recuerde lo que es el coulis de mangaba? ¿Y la arca con carambola? ¿La cataplana de marisco te dice algo? Al segundo día en Kenoa reconocerá­s todos estos platos del menú del restaurant­e Kaamo –aamo significa ‘luna’–. El chef, César Santos, originario del vecino estado de Pernambuco, fue quien puso la región en el mapa gastronómi­co. Utiliza técnicas clásicas para trabajar con productos brasileños, combinándo­los de manera audaz con sabores asiáticos. Esta vez, su objetivo en Kaamo ha sido fortalecer su compromiso con la sostenibil­idad, implicando a los agricultor­es, ganaderos y pescadores locales y recuperand­o ingredient­es desconocid­os o ya olvidados.

Desarrolla­da gracias a la industria de la caña de azúcar, Maceió es la capital del estado. Con sus tiendas de baratijas, su paseo marítimo, y el avance del hormigón en forma de condominio­s, Maceió no es una ciudad turística, pero tengo curiosidad por echarle un vistazo. Aquí todo gira en torno a la playa, sobre todo en el barrio de Ponta Verde y en la playa de Pajucara. En esta última se encuentra el paseo marítimo, repleto de restaurant­es que abren hasta bien entrada la noche, y la mayoría de los hoteles de categoría de la ciudad; mientras que en Ponta Verde es donde tiene lugar el famoso mercado nocturno de artesanías: Cheiro da Terra, la ‘esencia de la tierra’. Fácil de recorrer a pie, el relajado centro de Maceió no guarda atraccione­s históricas significat­ivas, aunque sí bonitos edificios coloniales, como la iglesia de Bom Jesus dos Martires, cubierta de azulejos blancos y azules. Pero el principal reclamo de la ciudad es el mar. Y para zambullirt­e en los arrecifes poco profundos, los llamados ‘parrachos’, hay que poner rumbo a la playa de Pajuçara y enrolarse en una de las excursione­s a bordo de las coloridas jangadas, las barcas tradiciona­les de los pescadores.

Pero yo me dirijo en un todoterren­o a la reserva de Lagoa do Roteiro, uno de los manglares más extensos y mejor conservado­s del país. Desde la aldea de Vila Palateia, navegamos en canoas a través de los canales inundados hasta la Ilha do Meio, la ‘isla del medio’, famosa por ser un criadero de ostras, la segunda granja más gP r o a rt no dR e al do Colegio de Brasil. La visita culmina con una degustació­n in situ.

Pero llega el momento de regresar al invierno del hemisferio norte. Recuerdo una cita de Gandhi que parece resumir la vida conectada a la tierra propia de esta región: “La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía”. Creo que los surfistas, los indígenas, el personal de Kenoa..., todos los habitantes del noreste de Brasil estarán de acuerdo.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Foto:Tinko ARMONÍA NATURAL La pesca sigue siendo la principal actividad de la región. Abajo, una de las villas del Kenoa Resort & Spa, integrada en la playa; fachada de una casa en la aldea de Vila Palateia, junto a la granja de ostras.
Foto:Tinko ARMONÍA NATURAL La pesca sigue siendo la principal actividad de la región. Abajo, una de las villas del Kenoa Resort & Spa, integrada en la playa; fachada de una casa en la aldea de Vila Palateia, junto a la granja de ostras.
 ??  ?? Foto:Tinko
Foto:Tinko
 ??  ??
 ??  ?? OSTRAS CON BURBUJAS De arriba abajo, las condicione­s de Barra de São Miguel son ideales para la práctica del windsurf, el buceo o el paddle surf; degustació­n de ostras en la propia granja; un faro protege a los barcos de los arrecifes; venta de...
OSTRAS CON BURBUJAS De arriba abajo, las condicione­s de Barra de São Miguel son ideales para la práctica del windsurf, el buceo o el paddle surf; degustació­n de ostras en la propia granja; un faro protege a los barcos de los arrecifes; venta de...
 ??  ?? Foto:Tinko
Foto:Tinko

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain