SEXY EL LADO DE LOS ANGELES
“EN EL CENIT AZUL, UNA CARICIA ROSA”, ESCRIBIÓ JUAN RAMÓN JIMÉNEZ PARA DESCRIBIR EL ATARDECER. SI HAY UN LUGAR CAPAZ DE PROVOCAR SINESTESIA, ESA MEZCLA DE SENSACIONES AUDITIVAS, VISUALES, GUSTATIVAS, OLFATIVAS Y TÁCTILES, ESA ES LA CIUDAD DE LOS ANGELES.
PERDIDOS EN LA INMENSA JUNGLA arquitectónica de hierro y hormigón que forman las autopistas de Los Angeles nos costó encontrar Downtown L.A. Este barrio es el punto más alejado al este de la ciudad, lejos de Santa Mónica, Malibú, Beverly Hills e incluso Hollywood. La zona vibra gracias a la tribu urbana de los hípsters.
Su territorio, ente Spring Street y Main Street, palpita noche y día a tal ritmo que prácticamente se escucha su velocidad. En este restaurado vecindario que solía ser un lugar fantasma, consumido de ocho a cinco por oficinistas y durante el resto del tiempo por vagabundos y vendedores de drogas, es hoy cuna de los angelinos más auténticos. Todo se originó en 2007 cuando una comunidad de artistas empezó a organizar paseos de arte mostrando sus obras en lofts, bares y restaurantes. Ahora Downtown L.A. (DTLA) roba el protagonismo a Williamsburg, el barrio hípster de Brooklyn que durante varios años fuera epicentro de este movimiento cultural. La inauguración en enero de 2014 del hotel Ace ha alterado por completo a los habitantes de la zona. La llegada en masa de modelos, actores, músicos, viajeros y, sobre todo, jóvenes con ganas de cambio ha provocado un tsunami generacional en los inquilinos de los edificios. El Ace pertenece a esa cadena de hoteles chic, nacida en Portland, que va de la mano de la cultura hípster, algo que se aprecia en la decoración de sus habitaciones o en la forma en que visten sus empleados, Taylor es un fiel ejemplo. La llegada del Ace a DTLA es una prueba más del renacimiento del barrio más emblemático de la ciudad. El Ace aterrizó en el interior del edificio que albergaba el teatro United Artist, un histórico lugar construido en 1927 por Charlie Chaplin y Mary Pickford. De inspiración gótica el teatro fue encargado por Mary Pickford a su arquitecto a imagen y semejanza de la catedral de Segovia, iglesia de la que volvió enamorada cuando viajó a España. El teatro fusiona un estilo minimalista moderno con la grandiosidad de la construcción segoviana y fue edificado combinando estilo y funcionalidad cuando los talkies se impusieron frente al cine mudo, obligando al desarrollo de un sistema acústico moderno. El director de arte para el hotel, Mike Mills, ha creado el diseño de las habitaciones del Ace inspirándose en la vida social de la ciudad en 1927, lo cual ha contribuido a mantener la narrativa decorativa del local en el que se inserta. Simon y Nikolai Haas son los diseñadores encargados de la recepción y la restauración de las oficinas del hotel, así como el área del restaurante de estilo jeroglífico. Un guiño al encanto visual y psicodélico de California. El hotel añade una poderosa inyección económica al cruce entre las calles 9th y Broadway, epicentro del renacimiento de Downtown. Su tour en bicicleta, el TokioRide, es una curiosa y extravagante forma de conocer L.A.
Después de dos horas de ruta sobre dos ruedas, descansar en Eggslut, el puesto-restaurante del Central Market creado por Alvin Cailan, es perfecto. Su cocina gourmet está pensada para satisfacer a los verdaderos amantes del huevo, un aperitivo que se consume a lo largo de todo el día y que se ha convertido en un éxito si tenemos en cuenta las colas que tiene. En Downtown hay locales con su propio protocolo como el Broadway Bar dedicado a Frank Sinatra o The Edison con una estricta etiqueta años veinte. Este último con techos estilo catedral muestra en sus paredes películas en blanco y negro. Situado en lo que se llama el Distrito de la Moda en un callejón de 2nd St, el Edison está siempre lleno y es necesario tener tu nombre incluido en la lista VIP para poder entrar. Pero si hay un must sagrado, reservado a los dioses que salen en la noche de Los Angeles, ese lugar es Perch en la calle Hill. La entrada al santuario tiene hasta una monumental pecera de bienvenida. Un primer ascensor conduce a los elegidos hasta el doceavo piso donde deberán tomar luego otro elevador, mucho más lujoso, hasta la entrada del local. La vista desde lo alto corta la respiración con la torre KRKD al frente. Un grupo de jazz anima el ambiente a partir de las siete en la azotea de este rascacielos donde se siente tocar el aire al pasar. Para animar esta atmósfera de Very Important People dos drinks emblemáticos del Perch: My Fair Lady, compuesto de quinoa, vodka, arándanos, lima y crème de Peché, y Writers Block, a base de Absolut Pears vodka, St. Germain, Lemon Juice & Champagne. Si bien es cierto que cada mes surge un nuevo local, ahora mismo lo más trendy lo forman el triunvirato Street Bar, Beelman’s Pub y Exchange.
Sobre Main Street está Cole’s French Dip, una institución en Downtown. Escondido tras una puerta sin letrero, se trata de uno de esos lugares que solo conocen los locales como The Varnish que con sus más de cien años abierto ha acogido a personajes inolvidables como Charles Bukowski. El local presume no solo de ofrecer maravillosos cócteles, sino de ser el inventor del famoso sándwich French Dip (un bocadillo de ternera caliente en pan de baguette). El Golden Gopher es otro bar icono de la zona, frecuentado por
El senderismo es una actividad de culto en Los Angeles. Lugares como RUNYON CANYON O FRYMAN, entre las colinas, son centros de peregrinaje.
el mafioso de los 40 y 50 Mickey Cohen. Un gánster que se convirtió en una celebridad en L.A. (también The Varnish lo tuvo entre sus clientes) y a quien Sean Penn dio vida en la película Gangster Squad. Acabar la velada gracias a Uber en In-N-Out degustando la misma hamburguesa que sirven en la fiesta de Vanity Fair la noche de los Oscars nos hace imaginar que casi nos hemos convertido en una estrella.
A la mañana siguiente nos dejamos abrazar por los primeros rayos de sol que invitan a caminar: un ejercicio, el del senderismo, tan de culto en la ciudad de Los Angeles. Runyon Canyon o Fryman son dos cañones entre las montañas de Hollywood donde cientos de angelinos acuden cada día con sus mascotas, su preparador
físico, en grupo o con la simple compañía de su música. La vista de la ciudad desde la cima de la colina es arrebatadoramente extensa. Runyon Canyon Park tiene casi 50 hectáreas que abarcan desde Hollywood Blvd hasta el oeste del Freeway 101 y el norte de Mulholland Drive. Se puede entrar desde Fuller Avenue, Vista Street y Mulholland. En 1983 este parque lo adquirió la ciudad de Los Angeles y, desde entonces, se ha convertido en el parque urbano más visitado de la ciudad. Fryman es más corto, casi cinco kilómetros de fácil acceso desde Hollywood o desde Studio City, una alternativa al congestionado paseo de Runyon.
Tonificados por el ejercicio nos marchamos hasta el hotel Chateau Marmont, visita obligada. Aquí Sofía Coppola escogió rodar su película Somewhere para definir el espíritu de Los Angeles. La personalidad de la ciudad, inexplicable para los que no viven en L.A., encuentra su razón de ser en este hotel donde se palpa la historia y por un instante, las apariencias tienden a desaparecer, puro espejismo. En una mañana uno puede encontrarse con dos actrices tomando una clase privada de yoga en la piscina, vestidas con leggins de Lululemon, un must en la ciudad; un rapero bebiendo zumos de verdura prensados en frío de Pressed Juicery o una conocida estrella buscando albergue en su huida de los paparazzi, escenas cotidianas ante las que el resto de los clientes permanecen inmutables: porque en el Marmont siempre está ocurriendo algo.
Cuando se estrena febrero suenan los nombres de los mejores del año. Es la temporada de flashes, de premios, el momento de que el mundo mire directamente a los ojos de Tinseltown enamorado como está de sus super estrellas de carne y hueso. A espaldas del teatro chino, junto al complejo Highland, don-
Hoteles como el Ace atraen modelos, actores, músicos, viajeros y, sobre todo,
JÓVENES CON GANAS DE CAMBIO que suscitan un tsunami generacional
de se celebran los Oscars, encontramos el restaurante Yamashiro, dicen que el más romántico de Los Angeles (encontrar mesa en San Valentín exige reservar con meses de antelación). Este palacio en la montaña es un icono arquitectónico que acaba de celebrar sus cien años de vida. Un local que apuesta por la sostenibilidad y que en verano vende productos locales en su propio mercado. Al frente de su cocina, desde hace una década, el chef Brock Kieweno. Aquí fue donde Rob Marshall rodó el filme Memorias de una Gheisa.
Hablando de cine, el LACMA (Los Angeles County Museum of Art) presenta hasta marzo la exposición Hollywood Costume, coorganizada por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. La exhibición recorre el fascinante mundo de la costura en el séptimo arte a través de más de 150 trajes, que suman 22 Oscars al mejor vestuario. LACMA acaba de recibir la aportación más grande de su historia de parte de A. Jerrold Perenchio. Una colección que incluye obras de Pablo Picasso, Claude Monet y René Magritte. Ubicado en el centro de la ciudad, el museo, fuente de estudio de la cultura europea del siglo XIX, cuenta con un monumental jardín decorado con siete esculturas del gran maestro Auguste Rodin.
El estereotipo de suburbio imposible que acompaña a L.A. por sus dimensiones no refleja con lealtad una metrópoli que apuesta por el futuro y por la calidad de vida. Si bien es cierto que sus coches, su ruido y su humo forman parte de la escenografía, los Farmers Markets diarios, el desarrollo del transporte público, la apuesta por los coches eléctricos y la bicicleta están cambiando la estética de la ciudad. Moviéndonos por Wilshire Blvd, una de las arterias principales de la villa, llegamos hasta Mélisse, el restaurante con dos estrellas Michelin del chef Josiah Citrin. La gastronomía de Mélisse, considerado por la revista Forbes uno de los cinco mejores restaurantes de Estados Unidos, es un asalto a los sentidos. Sinestesia en estado puro. No cabe duda de que en la creatividad de Citrin descansa la nueva y provocadora cocina californiana. “Los Angeles es una ciudad cambiante donde siempre surgen nuevas tendencias. En la gastronomía estamos viendo cómo
Merece la pena terminar la tarde en TOPANGA BEACH y admirar el talento innato
de los surfistas californianos que a esas horas se pelean por las olas del océano
los platos pequeños son muy populares porque es una forma en la que los chefs podemos competir con los bares de sushi”, comenta el chef, y añade: “Además, nosotros intentamos maridar cada plato con un buen vino y eso siempre funciona”. Dejarse guiar por sus menús degustación (ya sea de 10 o de 15 platos) es lo mejor que puede hacerse aquí. “La carta en nuestro restaurante tiene un precio fijo. Para mí la calidad en el producto está por encima de todo lo demás”, explica Citrin. La materia prima local se une al buen hacer: sencillez y profundidad. Citrin evoca ese perfume que permanece de manera infinita en la memoria. Aunque los platos cambian según la estación hay algunos permanentes como el Almond-Crusted Dover Sole servido con maíz
blanco, champiñones chanterelle y mantequilla que multiplican la excelencia. Josiah Citrin planea abrir un restaurante asequible al gran público a las orillas de la playa de Venice: “Algo casual y divertido”, explica el restaurador más famoso de Hollywood. Precisamente por las calles de Venice nos perdemos en la tarde, entre los cientos de turistas que pasean entre Muscle Beach (playa de los ‘musculitos’) y Manhattan Blvd, por las pistas de padle, los tenderetes o el skate beach.
De vuelta a Beverly Hills, la parada obligatoria es Rodeo Drive. Una calle que invita a andarla con picardía desde Little Santa Mónica hasta Wilshire Blvd. escuchando el brillo abrumador de la ostentación. Es el paseo de los coches deportivos, de los zapatos de suela roja, de los diamantes... Una calle donde hay tantas oficinas de cirujanos plásticos como firmas de lujo. Rodeo Drive intimida sin una cámara de fotos que nos conceda el salvoconducto estilístico del turista o una black card que sirva de acreditación. Probablemente, la película de Julia Roberts Pretty Woman sea la que mejor refleje lo que significa Rodeo Drive en el panorama genético de Los Angeles. Allí, en la esquina con Little Santa Mónica tiene la firma norteamericana Brooks Brothers una espectacular tienda de dos plantas. Desde su terraza y envueltos en el algodón de Supima disfrutamos de un almuerzo admirando las colinas de Hollywood.
Pasear por RODEO DRIVE puede llegar a intimidar si no utilizas el salvoconducto
estilístico de una cámara de fotos que te haga parecer un turista fuera de lugar
LAS BANDAS SONORAS DE UNA CIUDAD Sobre Sunset Blvd.,donde se encuentran la mayoría de locales de música en directo, está la tienda de música Amoeba.
Subiendo por Coldwater Canyon hasta Mulholland llegamos a Stone Canyon Reservoir para apaciguar el ruido de tanta riqueza con olor a pino. En esta reserva protegida, que parte la ciudad por la mitad, puede verse el valle de San Fernando a un lado y Los Angeles al otro. Un cartel anuncia que el área metropolitana de Los Angeles es la única en el mundo a la que una sierra divide en dos. Empieza a caer el sol y por Mulholland Drive, cómplice carretera de conductores apasionados como Jack Nicholson, Warren Beatty o Steve McQueen, ponemos rumbo a Malibú para despedir la tarde en la playa. La primera parada es Matador con un picnic de Españolita Foods: gazpacho contra la nostalgia. Esta es, sin ninguna duda, la playa más espectacular de la costa californiana. Aquí nos vemos sorprendidos por varios grupos de fotógrafos y equipos de grabación de cine y televisión que vienen a tomar buena nota de la belleza de Matador Beach, un enclave paradisíaco coronado por largas rocas sobre la arena de la playa, que no puede faltar en ninguna visita a Los Angeles.
Bajando por el litoral de Malibú hacia el sur, por la carretera Pacific Coast Highway, llegamos a Paradise Cove Beach Cafe, la única playa con restaurante a la orilla del mar. Otro clásico: tumbonas y cabañas privadas al más puro estilo de la Costa Azul. Hamburguesas, paella y mariscos son la base del menú de este singular café con más de cincuenta años de historia.
Siguiendo por la costa merece la pena terminar la tarde en Topanga Beach asombrados con el talento de los surferos californianos que a esa hora pueblan las olas de mar. Frente a la inmensidad del Pacífico, envueltos los sentidos por el magnetismo del atardecer angelino, regresan las palabras de Juan Ramón Jiménez a mi memoria: “En el cenit azul, una caricia rosa”.