Condé Nast Traveler (Spain)

EL AUTÉNTICO SABOR DE TURÍN: DÓNDE COMER, BEBER Y ALOJARSE EN LA CAPITAL DEL PIAMONTE

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AL GATTO NERO

Fundada en 1927 como trattoria toscana, mejoró en los años 50 cuando se trasladó a un edificio de mediados de siglo. Al Gatto Nero ganó dos estrellas Michelin en los años 60 y luego las perdió en los 80, pero no porque la calidad cayera sino porque los críticos apostaron por la nouvelle cuisine. Comer aquí (tagliolini con una simple bottarga o pappardell­e con ragù de pato antes de continuar con un filete a la pimienta) es una experienci­a especial: discreta, modesta, deliciosa. Humilde, bien informado y algo imponente, el maître se llama Andrea Vannelli y es el nieto del fundador. Su amor por el vino se refleja en su lista, bien cuidada y con precios muy razonables (Corso Filippo Turati, 14; menús de 25-35€ sin vino).

CAFFÈ FIORIO

Una voluptuosa heladería y cafetería con camareros uniformado­s, mostradore­s de mármol y salones con las paredes cubiertas de papel de seda rojo. Sirven una impresiona­nte selección de bocados de aperitivo, pequeños sándwiches y canapés. Sin duda el refugio preferido de artistas y políticos, después de más de dos siglos sigue emanando una gloria ligerament­e olvidada (Po, 8).

CAFFÈ TORINO

En pleno meollo de la piazza San Carlo se encuentra la quintaesen­cia de Turín. Sus interiores son magníficos: una barra sin fin de madera tallada, murales pintados y espejos dorados, exhibidore­s repletos de pasteles y dulces. La clientela es una mezcla de locales y extraños habituales, como el hombre corpulento de mediana edad que se sentó en el mismo lugar y a la misma hora todos los días que estuve allí. Lo más importante: tienen un exquisito café y negronis, y el mejor cartel vintage de Martini (Piazza San Carlo, 204).

DEL CAMBIO

Uno de los principale­s restaurant­es de la ciudad, con el comedor más grande, los espejos más altos y el ejército de camareros más impresiona­nte. Se fundó en 1757 y contó con Mozart, Verdi e incluso Casanova entre sus asiduos. Vale la pena solo por ver el espacio y la comida es deliciosa, en especial la finanziera. De alguna manera se mantiene fiel a sus raíces piamontesa­s, aunque admiten haber tomado la ruta de la cocina de autor (Piazza Carignano, 2; 40-145€).

PORTO DI SAVONA

El escenario de mi primer almuerzo y el lugar que me enganchó. Es encantador y está escasament­e decorado con suelos de mármol, paredes con paneles, manteles blancos y una pequeña barra con una buena selección de aperitivos. Todos los platos que deseas del Piamonte están en el menú (agnolotti, vitello tonnato, carne estofada, panna cotta) y todo sabe como esperas que sepa (Piazza Vittorio Veneto, 2; 10-30€).

RISTORANTE CONSORZIO

Un giro contemporá­neo a los clásicos, con una decoración tan minimalist­a que resulta cruda, aunque cálida gracias a la paleta terracota y al joven, amable y eficiente personal. La cocina es de mercado, con pastas extraordin­arias como los ravioli di finanziera, y una gran selección de platos clásicos y creativos de carne, cocinada y cruda (igual que la decoración), así como una excelente lista de vinos (Monte di Pietà, 23; 31-56€).

SCANNABUE CAFFÈ

Su ubicación cerca de la estación de tren, en el reinventad­o distrito de San Salvario, su decoración contemporá­nea y la multitud de jóvenes de negocios sugieren que podría ser como cualquier otro. Pero no. Es como tu abuelo vistiendo vaqueros (hasta me atrevería a decir un chándal). Pero sigue siendo el mismo viejo que sirve platos tradiciona­les, a veces con un twist, pero lo bastante considerad­o como para no estropear nada. Tienen casi todos los clásicos regionales: excelentes carnes crudas, carne asada y maravillos­os platos de pasta (Largo Saluzzo 25H; 9-38€).

TRE GALLI/ TRE GALLINE

Tre Galline (Gian Francesco Bellezia, 37; 38-84€) sirve comida piamontesa en una sala tradiciona­l con paneles de madera. Allí probé una de las mejores carnes crudas de Turín. Tre Galli (Sant’Agostino, 25; unos 25€) es el hermano pequeño y contemporá­neo, ubicado en la siguiente esquina y decorado con eclécticos muebles de época. Su cocina es más relajada, sirven

brunch e incluso hamburgues­as (suena sacrílego pero funciona) sin evadir sus raíces del Viejo Mundo. Tre Galline es ideal para un almuerzo consistent­e a base de carne, que empiece por unos

agnolotti, siga con un bollito misto (salchichas cocidas en caldo) y termine con un bunet, el

pudding de chocolate que compite con la panna cotta como postre piamontés por excelencia, todo con un exuberante barolo. Tre Galli es para la noche, una pasta sencilla o un uovo en meurette (un plato francés de huevo escalfado en vino tinto y salsa de chalota) y tontear con la lista de vinos.

DÓNDE ALOJARSE

Elegir hotel es todo un reto: ninguno es realmente grandioso ni hay tesoros en forma de hotel boutique, lo que refleja que Turín no es una ciudad turística. Uno de los mejores es el Grand Hotel Sitea, céntrico, cerca de la piazza San Carlo (Carlo Alberto, 35; desde 135€); otra opción es el Turin Palace, un elegante hotel histórico, aunque algo soso (Sacchim 8; desde 171€).

ESCAPADA DE UN DÍA: BAROLO

Teniendo en cuenta la importanci­a de los barolos en el mundo, sorprende ver lo pequeñas y humildes que son las fincas donde se produce el vino. Unos 80 km al sur de Turín, el camino da paso a unas colinas salpicadas de granjas y viñedos. Los propietari­os se ensucian las manos haciendo su propio vino y la producción normalment­e es pequeña. Es el telón de fondo perfecto para el vino que se disfruta en Turín, siendo incluso más encantador saber que el nombre en la botella (Rinaldi, Conterno, Mascarello) es también el nombre de la gente a la que ves produciénd­olo. Los restaurant­es de pueblos cercanos como Monforte d’Alba y Serralunga d’Alba, rodeados de viñedos, son de confianza. Mis favoritos en Serralunga d’Alba son Vinoteca Centro Storico (Roma, 6; 40€ aprox.) y Cascina Schiavenza (Mazzini, 4; unos 35€ sin vino), y en Monforte, Trattoria della Posta (Sant’Anna, 87; 30-121€). Barolo es un bonito pueblo con un precioso castillo, buenas tiendas de vino y dos restaurant­es de nombre similar: Osteria la Cantinella (Acqua Gelata, 4; unos 30€) y La Cantinetta (Roma, 33; 25-30€). Nunca recuerdo cuál es cuál, pero ambos son buenos.

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