La ley del deseo
Una cena, buenos momentos, gente divertida, conversaciones interesantes. ¡Hasta que sale el tema de las tan cercanas vacaciones! A ver si me explico. El grupo de amigos es heterogéneo, una muestra humana de actividades y sensibilidades equidistantes, desde artistas a dentistas, por decirlo de una manera literal.
Tenemos en común las ganas de sacarle partido a la vida, de momentos memorables, y aquí es donde el viaje tiene protagonismo y se convierte en eje de las conversaciones de sobremesa, una vez aniquilados los temas políticos, los asuntos de la familia, los affaires sentimentales, los altibajos profesionales y demás movidas. Yo, al momento viaje lo temo, porque toda la atención –y la posterior tensión– se centran en mi persona, como si fuera responsable de lo que les va a suceder cuando salen de sus casas hacia “esa” experiencia en la que han puesto energía, ilusión y dinero. Peor es cuando las cenas ocurren después de los viajes; ¡cómo yo, que soy la de los viajes, no les avisé de esa lluvia torrencial, los mosquitos de la selva, el precio exorbitado de los restaurantes, la falta de buenos guías...! Intentan rebajar los reproches con frases tipo “Estuvo genial, pero...”, y yo ya me he perdido en una maraña de peros que según mi voz interior no me van ni me vienen, y además son chorradas en el noventa por ciento de los casos, pero según mi temperamento debo responder a las preguntas, dar soluciones, opciones y, sobre todo, crear deseos para que estos viajeros empedernidos sigan en la brecha y no se me apoltronen. Ellos y todos los que llegan a mi casa y a las páginas de CN Traveler, que también es mi casa. Reuniones, tormenta de ideas, listas y preferencias. Análisis de nuevas tendencias, nuevos valores, nuevos destinos para cumplir con los deseos de nuestros seguidores, que son tantos. Viajar para ser feliz, que es nuestro lema. Y trabajamos duro para cumplirlo.
Todo el equipo se ha venido arriba. Han sido días de idas y venidas, algunas discusiones energéticas, revitalizantes. El resultado es este número de mayo, un territorio de placer, sorpresas y novedades.
Por cierto, también he convocado a mis amigos; voy armada hasta los dientes con las mejores propuestas, y por muy extravagantes, sofisticadas, exóticas o complicadas que sean las peticiones, pienso dar una lección magistral a mi panda, que va a llegar a la cena con más preguntas que hambre. Si no lo consigo, ustedes lo van a saber antes que nadie porque me he jugado con mi subdirector que si no se van de casa con el plan de verano en el bolsillo, en mi próximo editorial me quito las gafas de sol y me pongo falda.