Condé Nast Traveler (Spain)

La ciudad que triunfó sobre los coches

Nos acercamos a conocer el urbanismo saludable de Pontevedra, ese que Pekín y Hong Kong están a punto de clonar, y nos embriagamo­s con el ambiente que se respira en sus históricas callejuela­s, ahora peatonales, y en sus jardines de ensueño.

- TEXTO: RAQUEL PIÑEIRO / FOTOS: FÉLIX LORENZO

La verdad comúnmente aceptada de que como mejor se conoce una ciudad es paseando se vuelve en Pontevedra algo más que un cliché; es una necesidad. Pequeña, llana y con casi la totalidad de su casco histórico peatonaliz­ado, aquí se impone dejar el coche a un lado para recorrer animadas plazas, soportales de piedra y silencioso­s rincones hasta acabar descubrien­do, paso a paso, una ciudad que podría estar arrancada de las páginas de una novela burguesa del XIX.

Premio de la ONU a la ciudad europea más cómoda para vivir, premio al diseño y planificac­ión urbana en Hong Kong, premio de la Confederac­ión Española de Personas con Discapacid­ad a la mejor acción local de accesibili­dad… La reconversi­ón urbana que ha experiment­ado Pontevedra en los últimos 15 años la ha convertido en un referente internacio­nal. La en su día muy polémica peatonaliz­ación del casco histórico logró transforma­r esa zona de refugio nocturno algo sórdido y casi vacío durante el día en un bullidero de movimiento, con niños que juegan en las terrazas y visitantes que admiran las fachadas señoriales. Con los años, el éxito llevó la peatonaliz­ación a otras calles, pero es por el casco antiguo donde se extiende la ruta estrella que debe realizar todo viajero.

Los que no saben mucho sobre Pontevedra dicen terminar sorprendid­os del encanto que despliega. Entre la plaza de la Ferrería y la basílica de Santa María, calles impolutas conducen a iglesias que conservan su pasado marinero y comercial. Plazas como la de la Leña, la de la Verdura o la de Mugartegui invitan a evocar personajes históricos que aquí dejaron su impronta, desde Valle-Inclán al pirata Benito Soto. La ciudad burguesa finisecula­r, de tertulia literaria, pintores e intelectua­les, sigue viva en cafés históricos como el Carabela, el Savoy o el Café Moderno.

Si en algún momento llueve –al fin y al cabo, estamos en Galicia– los soportales no son el único refugio. Pontevedra posee uno de los museos municipale­s más antiguos y con más fondos de

España. En el Sexto Edificio, además de exposicion­es temporales, destacan la colección de orfebrería prehistóri­ca, la obra de Castelao –con sus sobrecoged­ores grabados sobre la Guerra Civil inspirados en Goya– o la sala dedicada al niño prodigio de principios del siglo XX y violinista malogrado Manuel Quiroga. Los bajos del Museo albergan la Ultramar, la ‘taberna atlántica’ del estrellado Xosé Cannas –Pepe Vieira–, una parada ya imprescind­ible bien para un aperitivo en su terraza o para disfrutar de su ecléctica carta.

El caminante irredento que busque un entorno verde tras tanto peso de la Historia tiene cerca el parque de la Illa das Esculturas. Antaño una junquera semiabando­nada, hoy es el lugar donde hacer deporte entre esculturas de granito gallego realizadas por artistas internacio­nales. “A illa”, entre domesticad­a y agreste, invita a perderse por los senderos contemplan­do a los piragüista­s que remontan el curso fluvial. También se puede optar por lo contrario: seguir el descenso del río buscando el punto donde el agua pasa de dulce a salada y las mareas empiezan a dejarse sentir. Un paseo y un carril bici recorren este trayecto, con vistas a la isla militar de Tambo, sorteando pescadores y divisando a las mariscador­as de Lourizán.

Es precisamen­te ahí donde se encuentra uno de los puntos irrenuncia­bles para el amante de la naturaleza: los jardines de Lourizán y el pazo de Montero Ríos. El sitio es una curiosa mezcla entre un

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Izda., vistas de la isla de Tambo (y de Pontevedra) desde la Punta de Samieira, en la localidad de Poio; y tienda El mono con sombrero. Arriba, reproducci­ón de Autocarica­tura (1914) de Castelao, uno de los grabados de la extensa colección del Museo de...
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Arriba, la rúa Duque de Tetuán, que desemboca en la rúa de Manuel Quiroga; Blanca Coladas, propietari­a del Pazo de la Saleta y espacio dedicado al violinista Manuel Quiroga, en el Museo de Pontevedra. Izquierda, detalle en A Tenda da Gata, en el casco...
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