UN DÍA EN EL VATICANO

Es recomendable empezar la ruta temprano. Dirígete al sur de Prati, en la menos conocida Villa Farnesina del siglo XVI. A diferencia de los Museos Vaticanos, no tendrás que luchar contra las multitudes para deleitarte con los frescos del gran pintor y arquitecto italiano del Renacimiento, Rafael, que atesora este lugar. Además ofrecen visitas guiadas en varios idiomas. Después continúa hacia Prati, donde deberías probar el delicioso trapizzino (la pequeña focaccia romana rellena de delicias locales que se suele disfrutar en los puestos callejeros), unas rodajas de prosciutto y una copa de vino a la hora del almuerzo en el café Il Sorpasso, antes de esperar la cola inevitable de San Pedro y la Capilla Sixtina. Si todavía no ha llegado la hora del aperitivo cuando salgas de los museos del Vaticano, acércate al Castillo de Sant’Angelo, con sus 2.000 años de historia (se levantó bajo la orden del emperador Adriano), y ahí mismo puedes probar los salumi y unas lascas de pecorino durante la happy hour del Chorus Café, en la puerta de al lado (se ha hecho famoso por sus perfectos cócteles dry martinis). Espera antes de cruzar de nuevo el Tíber y elige para cenar Solo Crudo. Este moderno restaurante vegetariano se jacta de cocinar unos deliciosos espaguetis con calabacín al cacio e pepe.