Condé Nast Traveler (Spain)

Un paseo por Lisboa

Visitamos el renovado Tivoli Avenida Liberdade.

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Lisboa tiene siete colinas, varios barrios emblemátic­os y una avenida. Y en medio de esta arteria que nace a los pies del Marqués de Pombal y se hace pueblo en el Rossio renace un hotel que define el espíritu lisboeta, mezcla de elegancia, saudade y sensualida­d. Hablamos del Tivoli Avenida Liberdade, que siempre fue y ahora busca liderar el corazón de la capital.

Ha habido muchos cambios desde la última vez que visité el hotel. Desde la entrada, que antes buscaba una intimidad algo oscura y que ahora es luminosa, con mármoles y dorados que llevan a un hall central amplio y cómodo, con techo de cristal y mesas donde las composicio­nes florales cambian cada semana en un alarde de pop up decorativo. “La reforma comenzó en noviembre, y ahora, a mediados de mayo, la hemos completado”, me dice con orgullo Rui de Sousa, el general manager. Tiempo récord, pienso, mientras entro en uno de los ascensores con una familia brasileña cargada de bolsas de Loewe, Gucci, Vuitton y Hugo Boss. Arrinconad­a por su alegría y por sus bolsas llego a mi

habitación, una suite luminosa que mira a la avenida que le da nombre y sentido. Amplia, moderna, con flores blancas y un leve perfume ambiental.

Desde la avenida da Liberdade es fácil llegar a toda Lisboa. En 15 minutos te plantas en el Chiado. En 20 llegas a la iglesia de Santo Antonio y el mirador de Santa Lucía. En 15 te sientas en un banco de Principe Real, esa plaza preciosa con quioscos donde tomarte una bica (taza de café) con un pastel de Belém. Algo más lejos queda Alfama, pero sólo se tarda 25 minutos. Y el Castelo de São Jorge más o menos lo mismo. Si te gustan los trenes, otros tantos para llegar a Cais do Sodré, las Docas de Santo Amaro. Todo a pie, claro. En Lisboa se sube, se baja, se para a tomar un petisco (tentempié) o para admirar el perfil de la ciudad y el gran río Tajo desde uno de los miradores. Caminar no es una opción, es imprescind­ible. “Nos gusta que los huéspedes recorran la ciudad desde aquí. Somos el punto de referencia, somos el centro de Lisboa. Y estamos en esta avenida flanqueada por las mejores tiendas del mundo. Si quieres hacer shopping en Lisboa tienes que estar en Liberdade”. Un vistazo a la derecha, Boss, Zegna. Otro a la izquierda, Gucci. Mirada al frente, Miu Miu… Los amantes de la moda lo tienen todo en menos de un kilómetro bordeado de cafés para tomar algo mientras la gente pasa.

A mí, que me gusta mucho ver las ciudades desde lo alto, me ha llenado de energía subir al Sky Bar del hotel, con vistas de casi 360º de Lisboa. Aquí, entre camareros con ropa muy trendy y grafitis de artistas consagrado­s veo que el Tivoli apuesta por el cliente que no se mete en la cama temprano y quiere seguir abierto a la noche de Lisboa. Escaleras y muebles blancos tipo beach club, suelos de madera, música bien organizada y un clima que invita.

Hora de pasear. Me ofrecen un coche y chófer. Ambos impecables. Rechazo porque Lisboa merece que tus suelas la acaricien y tus ojos la recorran. ¡Es tan bonita! Quizás es la ciudad del mundo que mejor ha sabido administra­r su dosis de decadencia. Sus azulejos, sus palacetes, las iglesias, las callecitas, esas tiendas de diseño, los restaurant­es pequeños con más azulejos o con una decoración divinament­e ecléctica. El diseño es una asignatura en la que los portuguese­s sacan sobresalie­nte. Además,

Lisboa posee rincones tan secretos que hacen falta varias visitas para descubrirl­os, por eso es una ciudad que nunca aburre, a la que siempre querrás volver.

Miro en mi aplicación y compruebo que he caminado ¡14 kilómetros! De vuelta en el hotel me desplomo en la Cervejaria Liberdade, el restaurant­e en la calle que quiere ser referente de los lisboetas y los visitantes. Mariscos, sushi, platos de pescado (el mar se huele) y los estupendos vinos portuguese­s me devuelven los colores y las ganas de meterme en Alfama, donde he dejado reservados 12 azulejos antiguos para decorar una pared de mi casa. Lo he visto en el interior de una iglesia lisboeta y he decidido copiarlo. Los azulejos se mezclan en esta tarde soleada con jabones de sándalo de Claus Porto, un establecim­iento que define las fragancias desde 1887. Los de sándalo son, para mí, los mejores del mundo.

También ha entrado en mi panorama un souvenir muy divertido: latitas de sardinas en aceite de oliva de O mundo fantástico da Sardinha Portuguesa, una casa en pleno Rossio que te venderá la lata con tu fecha de nacimiento. Entrarás, comprarás y te irás pensando que has estado en un Disneyland­ia de las conservas. Y por si alguien lo duda, tuve momento moda. Dentro del hotel, en la única boutique Loewe de Portugal, encontré el regalo para el Día de la Madre que mis hijos pedían… para su abuela. “Deberías ver cómo han cambiado la piscina exterior y su jardín tropical”, me dice el director. La recordaba oscurita, pero una rareza a pie de calle en medio de la ciudad. Ha quedado espectacul­ar, con esas paredes rojo siena, las plantas que la envuelven pero no la tapan y ese aire de suma sofisticac­ión que sí, sigue siendo una magnífica rareza.

Mientras tomo mi tercer café del día en el lobby (en Lisboa es buenísimo) me pregunto de qué nacionalid­ad es esa pareja joven y elegante, de dónde viene esa familia numerosa, quién es ese tipo con pinta de bloguero asiático y cuánto tiempo lleva en Lisboa la pareja gay con enorme bolso Vuitton.

Pensamient­os frívolos que me asaltan, cosas sutiles que se entremezcl­an con el delicioso aroma del té y el sabor de la pasta de almendras. Cosas de Lisboa. Cosas mías. Cosas del Tivoli.

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 ??  ?? Arriba, la emblemátic­a Avenida da Liberdade, donde está el exclusivo hotel Tivoli Avenida Liberdade. A la izda., su cosmopolit­a Sky Bar, situado en la planta novena y decorado por el artista plástico Luio Zau. En la otra página, el lobby del hotel.
Arriba, la emblemátic­a Avenida da Liberdade, donde está el exclusivo hotel Tivoli Avenida Liberdade. A la izda., su cosmopolit­a Sky Bar, situado en la planta novena y decorado por el artista plástico Luio Zau. En la otra página, el lobby del hotel.
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