Eterno POP UP Francisco
Ciudad ecléctica, bulliciosa y efervescente, San Francisco se renueva constantemente por y para los emprendedores tecnológicos más punteros, pero también para creadores y cazadores de tendencias. Paseamos por sus barrios más candentes para descubrir que arte, tiendas de diseño, cafés literarios, restaurantes, clubs míticos y puestos callejeros componen una instantánea de la esencia puramente urbana: la del cambio continuo.
no hay muchos transportes públicos con la magia del J-Church. Si la bruma lo permite, esta línea de metro ligero que conecta el barrio de Noe Valley y Balboa Park con el centro desconcierta al visitante (y conmueve al orgulloso residente) con una hermosa postal de San Francisco desde lo alto de Misión Dolores. Nos bajamos en la esquina suroeste de este parque, comúnmente denominado Dolores Park, y allí nos separamos. El fotógrafo decide subir la calle, cuesta arriba, en busca de una mejor panorámica. Yo prefiero sentarme en un banco, embelesada. No han pasado ni cinco minutos cuando un pastor australiano y su dueño se sientan a mi lado. “Es una pena que este barrio esté perdiendo su encanto. Ya no es lo que era”, me dice el hombre, con ganas de conversar y sabedor del hechizo que recoge la imagen. “Mi madre siempre ha vivido aquí, y de niño venía a jugar a este parque. Ahora vivo en San José y a ella, cada semana, le hacen ofertas para marcharse”.
Estamos en Mission District, el barrio más antiguo de San Francisco, que sufre la misma gentrificación que asola a toda la ciudad. Este vecindario fue en otro tiempo frontera de los inmigrantes italianos con los alemanes y los irlandeses, para luego transformarse en los años 60 en un barrio latino, gracias a la parroquia de la Misión Dolores. En la actualidad convive en él una gran comunidad de profesionales llegados de todo el mundo, atraídos por la fama de referente tecnológico de la ciudad. Ya no queda sitio para ni un hipster más.
Los tech boys se lanzan a la conquista de la comunidad donde nació el burrito. Aquí, en la taquería La Cumbre, entre la calle Valencia y la 16th, se hizo el primero en 1970. Inspirado en un burro capaz de cargar muchas cosas, este plato admite cualquier tipo de proteína, carbohidrato o vegetal bañado en sabrosa salsa picante. Las taquerías crecen como setas a lo largo y ancho de un vecindario al que acuden los amantes de este ingenioso platillo que, a pesar de los años, sigue suscitando curiosidad (y abriendo el apetito).
Sin embargo, hay espacio para otros conceptos gastronómicos. A Mateo’s Taquería (2471 Mission St.), se unen otras propuestas informales como la de La Taza (2475 Mission St.), que sirve desayunos, ensaladas o hamburguesas. Otro fenómeno, en el cercano Fillmore District, es Boba Guys, en la esquina de las calles 19th y Valencia. Las colas para hacerse con uno de sus tés coreanos de bolas con leche ocupan casi una manzana. También venden pequeños snacks para disfrutar entre los árboles del parque Dolores y, ha sido tal su éxito, que los dueños han abierto detrás Sunday Bird (1522 Fillmore St), un restaurante ubicado en un garaje que dirige el popular chef neoyorquino Deuki Hong. Este pop up con fecha de cierre aún por definir, al que los amantes de la franquicia ya denominan con el nombre alternativo de Boba Lab, tiene un menú que consiste en pollo, bao de tortilla y coliflor asada. El secreto de su éxito reside en la precisa combinación de calidad y sencillez.
Otra de las tendencias que alberga San Francisco, antes de descubrírsela al mundo, es una recién adquirida pasión por el mezcal. En el barrio Russian Hill, en el restaurante Mezcalito (2323 Polk Street), conviven los cócteles de Guadalupe Jaques con los platos de Oaxaca creados por el chef Julio Aguilera y confeccionados por el chef Matt D’Ambrosi. “El mezcal tiene un espíritu único, histórico. Nuestra meta es homenajear los diferentes sabores de México”, explica Jaques. “Hemos intentado crear una
variada selección de cócteles que convencerá incluso a los que no son muy aficionados al mezcal”. La oferta incluye recetas como el Xoconostle Bramble, la Manzañilla Sylvestre o el Barrel Aged Mezcal Negroni, uno de los favoritos.
Nuestra constante búsqueda de novedades por las calles de San Francisco nos traslada hasta Hayes Valley, el barrio it de la ciudad. Aquí, la calle Hayes ofrece tiendas exclusivas como Triple Aught Design (552 Hayes St.), de ropa de aventura; Timbuk2 (506 Hayes St.), de diseño sostenible, o Chantal Guillon (437 Hayes St.), de macarons artesanos, y las combina con otras construidas en containers, como Juice Shop (432 Octavia St.) o la cervecería Biergarten (424 Octavia St.). Es en este lugar donde nos encontramos con Celia Tejada, una española que lleva más de tres décadas residiendo en San Francisco, directora creativa de la empresa Restoration Hardware y mi anfitriona en la ciudad. “Llevo años viniendo a Hayes Valley y me encanta. Ha cambiado muchísimo últimamente. Este barrio se ha convertido en lo más hip”, me cuenta mientras caminamos por Octavia hasta Hayes. Llegamos hasta Absinthe (398 Hayes St.), su lugar favorito para después de una noche en la ópera. Allí aprecio los suelos hidráulicos, las paredes de madera, el mármol de la barra. Es un clásico, uno de los primeros cafés de absenta que se abrieron en Estados Unidos, y se mantiene vigente y férreo ante la competencia cosmopolita que ruge por los cambios.
Hayes Valley floreció después del terremoto que asoló la ciudad en 1989, una tragedia que sirvió para crear una nueva legislación sin franquicias, promoviendo el estilo SoHo de Nueva York. Hayes es uno de los vecindarios más exclusivos, rivalizando con Nob Hill y Pacific Heights, e incluso con el moderno Mission District. Cansadas por nuestro itinerario, nos sentamos en el café-quiosco Blue Bottle (315 Linden St.), un lugar de lo más original. “Aquí un día surge una idea nueva y los dueños se llevan el local a otro sitio”, bromea uno de los camareros. “En España decimos que se van con la música a otra parte”, le contesta Celia. Sin embargo, por la afluencia de clientes, cuesta creer que Blue Blottle vaya a perder su protagonismo. “Este es un vecindario que recomiendo a los turistas, mejor que Union Square, más divertido”,
apunta Tejada. Hayes Valley es un lugar ideal para observar en su ambiente natural a los millennials de San Francisco. Es fácil verles entrar y salir de True Sake (560 Hayes St.), la primera tienda especializada en sake de América, comprar ropa de diseño en Lava 9 (542 Hayes St.) o unas gafas exclusivas en Warby Parker (357 Hayes St.).
En este crisol cultural en el que poco a poco se ha convertido San Francisco, aún palpita en el imaginario colectivo el latido de aquellos viajeros de carretera que idealizaron la psicodelia y las pastillas. Me refiero a la generación de la experimentación: Kerouac, Ginsberg, Burroughs. En el número 540 de la calle Broadway se encuentra el Beat Museum, frente a la librería City Lights, pionera en Estados Unidos y estandarte de los derechos civiles (261 Columbus Ave.). En este paisaje literario destaca el Vesuvio Cafe (601 Valley St.), abierto en 1949 y lugar de encuentro favorito de la generación beat. A pocos metros descubrimos el callejón del autor William Saroyan, donde está el Specs’ Twelve Adler Museum Cafe y, en la misma esquina, el café del actor Sean Penn, Tosca (242 Columbus Ave.), con su neón verde original. Pequeñas joyas de un San Francisco destinado a regenerarse con el impulso de la tecnología.
Volvemos sobre nuestros pasos hacia el Downtown, en dirección al reformado SFMOMA (151 Third St.), el Museo de Arte Contemporáneo que ha integrado un edificio de diez plantas diseñado por la firma arquitectónica Snøhetta. Sus 15.900
metros cuadrados permiten que esté más conectado a la ciudad. “Hemos ampliado la colección con miles de nuevos trabajos de la mejor calidad”, dice Neal Benezra, director del museo.
Dentro de SFMOMA New Work, una plataforma de experimentación en la que el artista puede desarrollar su trabajo en un contexto diferente, se proyectan ahora y próximamente dos interesantes exposiciones. La primera, hasta el 27 de agosto, está dedicada a Park McArthur y los parques urbanos; la segunda, a partir del 7 de octubre, es una instalación de la artista visual californiana Kerry Tribe. “Vamos a mostrar su reciente trabajo con enfermos de afasia, un trastorno que dificulta el habla, la escritura y la lectura. Su proyecto se centra en la importancia de la comunicación y el papel vital de la empatía”, nos explica Tanya Zimbardo, asistente del comisario del departamento de arte.
El barrio jazzy que ha surgido en los últimos tiempos es Fillmore District, un auténtico boom para los que están deseosos de recoger el relevo de Ella Fitzgerald, Duke Ellington y Louis Armstrong, quienes convirtieron en lugar de culto estas calles en los años 40 y 50. Docenas de clubs nocturnos han hecho de este barrio ‘el Harlem del Oeste’. Suele haber música en vivo en el mercado Fillmore Farmers’ los sábados por la mañana, entre las calles O’Farrell y Fillmore. Siguiendo el mismo recorrido, descubrimos en el número 2123 Jane on Fillmore, un santuario que tiene como religión la frescura de sus productos. Jane cuenta con una extensa carta que cambia prácticamente cada día. “Desde que abrimos, nuestros clientes se han convertido en una extensión de nuestra familia. Nos entusiasma añadir nuevas creaciones a nuestras propuestas”, comenta su dueña, Amanda Michael.
Recién llegados de Nueva York, The Halal Guys (340 O’Farrell St.) aparcan sus puestos callejeros en San Francisco. Toda una leyenda de las calles 53 y 6 de la Gran Manzana, que representa la quintaesencia de la gastronomía árabe. “Estábamos deseando introducir nuestra marca en San Francisco. Nuestros carritos son icónicos en Nueva York y estamos encantados de ofrecerlos ahora a la comunidad sanfranciscana”, subraya Binh Tran, propietario de esta y otras franquicias de la marca. La tarde nos encuentra en Black Bark BBQ, en el 1325 de Fillmore St. Aquí, Celia Tejada nos presenta a su amigo David Lawrence, el chef británico que ha creado junto a Monetta White este spin off de su restaurante 1300 on Fillmore, que sirve cocina tradicional americana en esta misma calle. El sur también existe en San Francisco: las costillas y la salsa barbacoa de Lawrence son prueba de ello, y también el secreto mejor guardado de la bahía. “El misterio lo mantiene Edith Cheadle, quien le dio la receta de su salsa”, me explica Celia. El espíritu sureño nos acompaña hasta nuestra última parada, un paseo por las calles de Pacific Heights. Atravesamos Buchanan y Lyon St., admirando su colección de edificios exclusivos destinados a ser saboreados únicamente desde el exterior. El sol se pone en el horizonte y el recio viento de San Francisco nos obliga a improvisar otro destino.