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Redescubrimos La Rioja con el guitarrista Pablo Sáinz Villegas.
El pasado agosto Pablo Sáinz Villegas tocó ante centenares de personas al aire libre en Chicago, enmarcado por el Pabellón Jay Pritzker de Frank Gehry. Como colofón, invitó a todo el público asistente a La Rioja. Lo cuenta entre risas –“¡Lo dije de corazón!”– y la anécdota describe bien a este artista que ha emocionado a millones de personas por el mundo interpretando “desde lo más íntimo” los acordes del maestro Rodrigo, su autor fetiche. Porque llegar al mayor número de gente posible forma parte de lo que significa la música para él –“Mi forma de tocar es emocional. Intento mandar un mensaje: que todos vean en la música lo mejor de ellos mismos y que eso les impulse a ser aún mejores. Soy un idealista. Si no lo somos los artistas, ¿quién lo va a ser?”–. Y porque se considera un embajador natural de su tierra: “Mi verdad está aquí. Voy por el mundo compartiendo lo que soy y cada vez que salgo al escenario me sale decir de dónde vengo”.
De donde él viene, dice, la gente es “absolutamente hospitalaria. Me gusta la anécdota de que, cuando llegas a una bodega, sabes cuándo entras pero nunca cuándo sales”. ¿Su paisaje preferido? “El otoño en los viñedos riojanos, con tonos ocres, rojizos... Hay una riqueza natural maravillosa en los hayedos de Los Cameros, por ejemplo. E increíbles lugares como el castillo de Clavijo o San Millán de la Cogolla, ambos al final de sendos caminos, lo que transmite algo poético, un sentimiento de llegada. La historia milenaria del camino de Santiago también ha dejado un gran poso cultural en la región. Hay reclamos gastronómicos y culturales de sobra, pero La Rioja es mucho más que eso, es un corazón abierto, una relación personal con el entorno”, asegura. Él ha promovido proyectos filantrópicos con jóvenes de allí, así como en la zona fronteriza de Tijuana. Sáinz es un apasionado de América Latina y viajar para él no es una obligación, sino un estilo de vida: “México me apasiona, en particular Oaxaca. Acabo de estar en Nueva Zelanda, un paraíso para exploradores, y me encanta Israel, el fruto histórico de la multiculturalidad. Tiene grandes retos desde hace tiempo, pero también una oportunidad maravillosa. Representa lo que fueron Toledo o Córdoba durante siglos, esa mezcla de culturas”. Desde 2001 el guitarrista vive en Nueva York, “una ciudad inspiradora que acomoda de forma magistral la diversidad y la multiculturalidad”.
Entre sus referentes, Beethoven –“el primer músico independiente que inspiró a la colectividad”– , Bach –“el último artesano de la música, trascendente y universal”–, y los guitarristas Andrés Segovia y Narciso Yepes. Pero podría decirse que Plácido Domingo ha marcado su carrera. Cuando enumera las virtudes de este, por otro lado, bien podría estar enumerando las suyas propias: “No conozco a nadie con una agenda tan apretada, y siempre da lo mejor de sí mismo en cada instante, con quien esté”. Entre ambos hubo un flechazo artístico cuando Pablo acompañó al tenor ante 85.000 personas en el Estadio Bernabéu de Madrid el año pasado. Al día siguiente, decidieron grabar juntos un disco que verá la luz en noviembre.