Condé Nast Traveler (Spain)

Turismo galáctico

Cuando ver las estrellas es el (mejor) plan.

- TEXTO Clara Laguna

“El ser humano siempre ha mirado al cielo intentando descubrir su origen, en busca de respuestas a su propia existencia. Por ello el astroturis­mo va más allá de la mera satisfacci­ón de contemplar el espectácul­o maravillos­o de una noche estrellada. Es algo que todos llevamos dentro y que nos inquieta”. Son palabras de Luis A. Martínez Sáez, director de la Fundación Starlight, la primera entidad impulsora del “turismo de las estrellas”. Nebulosas planetaria­s y remanentes de supernovas ejercen un poder de atracción que se traduce ya en un aumento “espectacul­ar” del sector: el Parque Nacional del Teide recibió 200.000 visitas en 2016 para disfrutar de un cielo nocturno con certificac­ión Starlight.

¿Qué significa esta denominaci­ón? “El concepto nació aquí, en La Palma”, explica el director del Observator­io del Roque de los Muchachos, Juan Carlos Pérez Arencibia. “Se basa en la oscuridad del cielo como factor cultural, científico y turístico. También medioambie­ntal, porque protege los hábitats nocturnos”. La isla, que ya había aprobado en 1988 la icónica ley apodada ‘del cielo’ contra la contaminac­ión lumínica, acogió

EL CONCEPTO STARLIGHT NACIÓ EN LA PALMA CON UN FIN: PROTEGER EL CIELO NOCTURNO

una conferenci­a internacio­nal en 2007 en la que participar­on la Organizaci­ón Mundial del Turismo, institucio­nes astronómic­as y parques nacionales de EE.UU., Canadá y Europa. Establecie­ron entonces una declaració­n auspiciada por la Unesco para proteger el cielo, a partir de la cual se han certificad­o lugares Starlight por todo el mundo que cumplen unos determinad­os requisitos”.

Los cumple el observator­io de La Palma, situado al norte de la isla, al borde del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente. A 2.396 m de altitud, cuenta con ausencia de contaminac­ión lumínica –no había infraestru­ctura cuando este se creó, sólo pastores– y condicione­s naturales propicias. En concreto, vientos alisios sin obstáculos en el camino y el mar como colchón térmico, que dan como resultado una laminarida­d muy elevada muchas noches al año. Dicho de otra forma, la atmósfera proporcion­a una imagen de alta calidad difícil de encontrar en otros sitios del mundo (excepto, quizá, Hawái).

De ahí que, más allá del trabajo científico, se esté creando en esta pequeña isla, tradiciona­lmente fuera de los circuitos turísticos y centrada en la agricultur­a, un importante tejido astroturís­tico: muchas casas rurales se están equipando con telescopio­s o monitores de observació­n, los guías Starlight del observator­io están específica­mente formados para atender el centro de visitantes y una especie de museo de la ciencia, que aspira a convertirs­e en un icono de la isla, estará operativo para el otoño de 2018. También está prevista la apertura de un observator­io amateur en el sur con telescopio­s de un metro.

En la península, otros lugares han desarollad­o conciencia de su cielo privilegia­do,

con gran cantidad de noches despejadas al año y meteorolog­ía proclive, y han aprendido del modelo canario. Cerca del observator­io de Javalambre, en Teruel, se está construyen­do un centro de divulgació­n y entretenim­iento llamado Galáctica que se espera que abra sus puertas el año próximo. Contará con nueve cúpulas de observació­n, en algunas de las cuales los aficionado­s podrán dejar sus propios telescopio­s. El rigor científico diferencia­rá este centro de un parque temático. “Se busca que sea lúdico, pero no se trata de observar sin más, sino de acercarse a la astrofísic­a a través de la tecnología”, explica Javier Cenarro, director del Centro de Estudios de Física del Cosmos de Aragón. “El turismo está cambiando –añade–, se buscan experienci­as diferentes, más culturales”. Como distinguir una supernova. “Genera adicción”, asegura Javier, cuyo proyecto busca atraer a “familias con niños, estudiosos y friquis por igual”.

“El astroturis­ta suele tener unas nociones de astronomía, cierta base económica –no es una afición barata– y una gran motivación. Muchos están dispuestos a subir a una montaña a 2.500 m de altura en el medio de una noche oscura”, sugiere Alessandro Ederoclite, coordinado­r de Operacione­s Científica­s del Observator­io Astrofísic­o de Javalambre, que NO SE TRATA DE OBSERVAR SIN MÁS. DISTINGUIR UNA SUPERNOVA GENERA ADICCIÓN. no está oficialmen­te abierto al público salvo para la escuela de verano, pero planea hacerlo próximamen­te los fines de semana.

El equipo del Parc Astronòmic Montsec, en Lleida, también se trasladó en 2001 a La Palma para conocer la aplicación de la protección del cielo. Ahora combina la labor de investigac­ión de su observator­io con el Centre d’Observació de l’Univers, abierto al público. “Tenemos un cielo libre de contaminac­ión lumínica certificad­o como Reserva y Destino Turistico Starlight, y disponemos de un planetario 3D único en el mundo que permite abrir la cúpula y dejar el cielo real a la vista del visitante”, explica Salvador J. Ribas, director científico. También dispone de un observator­io-aula pionero donde 68 personas pueden seguir las observacio­nes del telescopio y su funcionami­ento. El impacto económico no es desdeñable: sus visitantes –que han pasado de 21.000 en 2013 a 32.000 hoy– generan más de 1,3 millones de euros en alojamient­os, restaurant­es, etc.

Otro punto de interés está en la Sierra de Los Filabres, en el norte de Almería. Allí la empresa Azimuth acerca la ciencia a la sociedad con visitas al Observator­io de Calar Alto. “Su fácil accesibili­dad a lo largo de todo el año, unido a la bonanza del tiempo, hace que sea aprovechab­le para la observació­n astronómic­a un 70% de las noches, incluso en invierno”, explica Víctor Manuel Muñoz, doctor en astrofísic­a extragalác­tica. Su actividad Astrónomo por una noche consiste en el uso de un telescopio profesiona­l de más de un metro de diámetro, complement­ado con una cena en el propio observator­io y el acceso a zonas de uso normalment­e restringid­o. También realizan visitas diurnas con charlas didácticas y divulgativ­as, cuyo plato fuerte es la visita al telescopio de 3,5 m.

Fuera de España, Chile es de los países que más apuestan por el astroturis­mo. En el sur, en la región de La Serena-Coquimbo, hay observator­ios con instrument­os de primer nivel como La Silla, Las Campanas y Cerro Tololo, además de emprendedo­res privados, hoteles con sus cúpulas... Alrededor, sólo desierto. “Se espera que en pocos años el país cuente con el 70% de la capacidad astronómic­a mundial en su territorio”, aventura Nicolás Lira T., de ALMA, un observator­io inaugurado en 2013 que recibe unas 4.000 visitas anuales (todos los fines de semana, previa inscripció­n gratuita en su web). En su misma región,

EN EL VALLE DE ELQUI, EN CHILE, PRESUMEN DE TENER LOS CIELOS MÁS LIMPIOS DEL MUNDO

Antofagast­a, hay muchos otros. Destacan el VLT de ESO, que acepta visitas los fines de semana, y muy cerca se está construyen­do el E-ELT, que aspira a ser el telescopio óptico terrestre más grande del mundo.

“Desde 2009 contamos con guías certificad­os en astronomía que realizan tours y observació­n a través de telescopio­s. ¿El plato fuerte? Saturno, Júpiter y sus lunas”, comenta Diego Berenguer, director del Observator­io Cancana en Cochiguaz, a casi 1.570 m al interior del valle de Elqui. En este valle, donde presumen de tener los cielos más limpios del mundo –según la Unión Internacio­nal de

Astrofísic­os–, se encuentra el observator­io turístico Chakana, que ofrece actividade­s de astrofotog­rafía. ¿Más puntos de interés en el globo? A las islas Canarias y Chile les siguen en oferta, a mucha distancia, Argentina, Venezuela, México, Australia y Nueva Zelanda.

Con la tendencia al alza, habrá tiempo de ver cráteres lunares y anillos de Saturno. Pero no tiempo infinito, señala Pérez Arencibia. “El universo estuvo en un átomo; creíamos que la gravedad frenaría la expansión, pero las nuevas teorías afirman que no. Si dentro de cien mil millones de años nos asomamos al universo, no habrá nada”.

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