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El artista Ernesto Artillo nos muestra todo lo que le enorgullece de su ciudad natal.
El artista Ernesto Artillo nos enseña su Málaga.
Los han lucido Alejandro Amenábar o Jorge Drexler, los periodistas de los Goya y hasta un participante de O.T. Los trajes del proyecto La mujer que llevo fuera, del artista Ernesto Artillo, están en todas partes. Le preguntamos por esto, claro, pero sobre todo por su ciudad natal, que dejó hace ocho años para mudarse a Madrid. “El Pompidou, el Museo de Málaga, el Carmen Thyssen, el área cultural Soho Málaga, el centro de innovación La Noria, el complejo comercial Muelle Uno...Vuelvo a menudo a Málaga y siempre la encuentro enriquecida por un nuevo espacio”.
¿Cuáles son tus refugios gastronómicos allí? El Balneario es el lugar más parecido a la expresión “alegría de vivir”. Comerte unos espetos junto al mar, con flamenco en directo, es pura excelencia. Importante: probar el gazpachuelo malagueño en el Rincón de la Catedral o cualquiera de sus platos calientes. De reciente apertura recomiendo Sake Izakaya, una taberna japonesa con pocos fuegos artificiales en decoración y experiencias absurdas y mucha calidad en los platos. El postre, en Casa Mira de la calle Andrés Pérez, un antiguo palacete maravillosamente rehabilitado por Pablo Paniagua, en un callejón de un metro y medio de ancho. De los últimos años, ¿qué locales te han impactado más? Tengo la suerte de que el mejor bar en el que he estado nunca, en cualquier ciudad, está en la mía. Se llama Emily, en la Avenida de Príes. Entrar allí es como formar parte de una escena de Sorrentino, made in Málaga. Su dueño y maestro de ceremonias, Emilio, posiblemente el galán más culto y reputado del lugar, abrirá una pequeña ventana de la puerta y sólo entrarás si su intuición te lo permite. Lo que pase allí formará parte de la ficción de una noche. ¿Cuál es la Málaga que la gente no se espera? Creo que la gente no espera que sea tan bonita, con un centro histórico totalmente peatonal y una cotidianidad (de momento) perfectamente equilibrada entre la oferta cultural y festiva de una gran ciudad y la tranquilidad propia de un pueblo costero. Un plan cultural perfecto sería… Ver la exposición itinerante que haya en el Museo Picasso, tomar un vino dulce en El Pimpi antes de ir a ver una obra en el Teatro Echegaray y luego salir a bailar las calles. Has expuesto en San Petersburgo, Seúl o Hong Kong, ¿qué ciudades has disfrutado más? Fue especialmente emocionante la muestra de San Petersburgo, aba-
rrotada de gente que parecía querer contagiarse de las libertades sociales que traíamos de España. Frente al mito del artista incomprendido, tu perfil es más bien el del artista que sintoniza con sus tiempos. Has colaborado con Dolce & Gabbana, Delpozo, Mango o Harvey Nichols. Todo lo que he hecho ha sido una anécdota arty, una antesala para llegar a hoy. Mis clientes son mis mecenas y mi discurso tiene la posibilidad de llegar a un público amplio. ‘La mujer que llevo fuera’ ha tenido una gran repercusión. ¿Objetivo alcanzado? Mi objetivo era visibilizar referentes feministas y, desde luego, eso ya ha pasado. Ahora este proyecto es más autónomo, más de la gente que mío. Eso me encanta, me hace mirarlo desde fuera y sentirme comprometido. Estamos organizando una subasta en la que se venderán todas las piezas y los beneficios serán donados a asociaciones de mujeres. ¿Algún destino soñado en mente? Mi destino soñado, más allá de Málaga, es al que siempre vuelvo, las playas de Cádiz.