Entrevista
Hablamos con Pau Guardans sobre el factor local y sus hoteles favoritos.
El hotelero Pau Guardans reflexiona sobre el sector.
Cuenta Pau Guardans que de pequeño le divertía escuchar la historia de cómo su abuelo, Francesc Cambó, convenció a César Ritz para abrir el primer hotel de lujo de Barcelona. Mucho han cambiado la planta hotelera y la ciudad desde entonces. “Ahora lo que tiene son retos complicados, aunque bendito problema el de gestionar el exceso de éxito”, opina Guardans. Éxito al que han contribuido hoteles como el Grand Central, pionero en tener en cuenta el factor local y en sacar el lujo de su zona de confort: “Cuando en 2004 les contaba a mis amigos que íbamos a abrir un hotel de lujo en vía Laietana en vez de en el Paseo de Gracia, no lo entendían. No tiene nada que ver cómo viven la ciudad los locales y cómo la miran los turistas”. Aparte del Central, Guardans tiene dos hoteles en Madrid: Único, entre las tiendas más exclusivas del barrio de Salamanca, y The Principal, con una de las terrazas más solicitadas de la Gran Vía. Ninguno de los tres se parece demasiado. O quizás algo sí: “Cada uno tiene su carácter. Por eso me interesan las colecciones y no las cadenas. No quiero muchos hoteles, sino hoteles que signifiquen algo. Si no, invertiría en acciones y ya”. Sin embargo, le divertiría hacer una escapada fuera de la ciudad. “Desarrollar el tema del espacio y del tiempo libre, del lujo comprometido... Baleares sería una buena opción, Mallorca o Ibiza”.
Lo que a Guardans le interesa son los hoteles que se nota que han vivido: “El Mercer de Nueva York, el Russie de Roma... En verano volví al Timeo de Taormina y me alegró ver que sus jardines siguen espectaculares como los recordaba. Me gustan los hoteles que fueron e ir a ver cómo están ahora. Un buen hotel, si es bueno de verdad, mejora con el tiempo. No sólo porque esté más rodado, sino porque adquiere la pátina de autóctono, como el Chateau Marmont de Los Ángeles”. Para eso es fundamental: “Alguien detrás con alma y buen gusto. Contratar a un decorador o a un arquitecto sólo demuestra que tu-
viste buen gusto eligiéndolo, pero lo importante es que lo tengas al mantenerlo”. Ser hotelero requiere dedicación absoluta: “Es un negocio pasional, de compromiso total. Viajo y cambio de hoteles para verlos, voy con la libreta apuntando, hago fotos de todo...”. Sabe que resulta un huésped incómodo: “Me divierte ponerles a prueba. Parte importante del trabajo de hostelería es saber improvisar, interactuar con el cliente sin procedimiento. El servicio tiene que salir del corazón, fluido, y no porque lo diga el artículo 22”. En sus hoteles, además, se cuela en el cuarto de basuras: “Y en los vestuarios y en los almacenes. Esto del lujo o es desde abajo hacia arriba y desde dentro hacia fuera, o es mentira”. Tiene claro cuál es el gran reto del turismo en España: “No perder la autenticidad. Corremos el riesgo de convertirnos en algo homogéneo e impersonal”. Y reivindica el papel activo de los hoteles: “Tenemos que ser una herramienta de convivencia y puesta en valor del entorno. La gracia está en que todo lo de tu alrededor se beneficie y esté encantado con tu presencia. Y esto sirve para hoteles de ciudad, de playa o de montaña. El primero que tendría que estar limpiando la playa es el hotel”. Respecto a Airbnb: “Me recuerda a las descargas de música de Napster, que eran muy buena cosa, pero es mejor ahora con Spotify. Lo han hecho igual pero legal y yo espero que pronto Airbnb se parezca más a Spotify que a Napster”. Se autodefine old-school, aunque defiende la tecnología: “Es paradójico pero hace más personal la experiencia de viajar. La mejor manera de recomendar a un artesano es por Instagram”. Seguiría hablando con Guardans durante horas...