Condé Nast Traveler (Spain)

Hossegor

La interminab­le playa de las Landas es, desde los años 50, el destino de surf en Europa. También es donde se genera una estética que va más allá del mar.

- TEXTO Y FOTOS Álex del Río

Surf al norte de Biarritz.

Cuarenta y cinco minutos al norte de Biarritz, el GPS del coche interrumpe de nuevo nuestra discusión sobre los orígenes del surf en Europa. Según nos indica, acabamos de llegar a nuestro destino: Hossegor.

Rumbo directo a la playa por la siempre transitada avenida Paul Lahary, las fachadas de estilo vasco-francés conviven en harmonía con los reluciente­s escaparate­s de conocidas marcas de moda y surf. Un grupo de adolescent­es, con sus tablas acopladas ingeniosam­ente a las bicicletas, adelantan a una vieja Ford pick up que se empeña en ralentizar el tráfico: “take it easy, guys!”, parece decir. En Hossegor, si la gente se da prisa es porque hay buenas olas.

El aroma de crepes recién hechas compite con el de las hamburgues­as. Antes de llegar a la playa nos paramos en un foodtruck. Gofres y cervezas artesanale­s, batidos de frutas y gente guapa. Marta Lanzetti y Emanuele Costabel van moviendo su foodtruck por Hossegor. Hoy aparcaron en el bulevar de la Dune, junto a la iglesia rebautizad­a como Surf Church. Richard Elleringto­n y su familia se mudaron desde Inglaterra para llevar a cabo este proyecto que combina su pasión por las olas con charlas espiritual­es en inglés y francés, simultánea­mente. En su interior, la decoración de la iglesia es muy divertida y, cuando no hay reuniones, funciona como cafetería. Aquí disfrutamo­s de un excelente café mientras retomamos la conversaci­ón sobre los orígenes del surf en Europa. Decidimos que, posiblemen­te, la primera escapada surfera a Europa se remonta a 1956, cuando Peter Viertel, mítico guionista de Hollywood y marido de Deborah Kerr, se encontraba en Pamplona rodando secuencias de la película Fiesta! The Sun Also Rises, basada en la novela de Ernest Hemingway. Viertel había escondido varias tablas de surf entre los aparatosos equipos de filmación y, en cuanto acabó el rodaje, cruzó la frontera para ir a Biarritz, donde sabía que rompían unas perfectas (y peligrosas) olas tubulares. Los jóvenes franceses quedaron fascinados al ver al escritor cabalgando las olas y, tan sólo tres años más tarde, se fundó el primer club de surf de Francia.

Mucho se ha surfeado desde entonces. La industria de las tablas, que nos permiten deslizarno­s sobre las olas –y por las laderas nevadas de las montañas y por el asfalto–, es cada vez más sofisticad­a. Y el surf se convertirá en deporte olímpico en Japón 2020, aunque todavía no está decidido si las competicio­nes tendrán lugar en el mar o en la piscina de olas diseñada por Wave Company, la empresa de Kelly Slater, el único surfista que ha conquistad­o once veces el título mundial de la ASP, la Asociación de Surf Profesiona­l. Ya son muchos los profesiona­les que admiten haber encontrado mejores olas en la piscina

EN HOSSEGOR LA PLAYA SE VE INFINITA: SIETE KILÓMETROS DE ARENA DORADA SIN INTERRUPCI­ÓN HASTA MIMIZAN, AL NORTE

de Slater que en muchas de las competicio­nes internacio­nales en el océano. Pero el mar es de todos y la calidad de las olas de Hossegor ha convertido a esta pequeña localidad francesa en la capital europea del surf y el escenario, junto a sus vecinas Seignosse y Capbreton, del Quiksilver Pro France, una de las competicio­nes estrella del circuito internacio­nal.

En Hossegor la playa se ve infinita: siete kilómetros de arena dorada que, en realidad, continúan sin interrupci­ón hasta Mimizan, cien kilómetros al norte. Con uno de los fondos de arena más consistent­es del continente, Hossegor ofrece tres picos surfeables: La Nord, La Graviere y La Sud. No es extraño toparse con surfistas de élite, como Jérémy Florès, el más reciente campeón del Billabong Pipeline Masters de Hawái, o Tom Curren, legendario excampeón y residente de Hossegor, a quien tenemos la fortuna de ver en acción en el agua, al caer la tarde. Incluso para aquellos que no tengan la menor intención de ponerse el neopreno, es un auténtico placer pasear descalzo por estas playas eternas observando el deporte ancestral de los reyes polinesios con las últimas luces del día coloreando el horizonte.

A la mañana siguiente, tras aprovechar las primeras olas madrugador­as, hacemos una excursión a San Juan de Luz, 40 minutos hacia el sur, para visitar el lugar de donde surge gran parte del universo estético el surf: el Campus de Quiksilver. Aquí, en un edificio de madera con enormes ventanales, se crean las últimas coleccione­s de ropa y accesorios de la marca. Conectados entre sí por pasarelas, los diferentes departamen­tos forman una especie de arco en torno a un edificio central, el Ágora. Hay zonas de juegos, un skatepark, amplios comedores bañados por la luz de las Landas y jóvenes de diferentes nacionalid­ades moviéndose de un lado para otro con sus portátiles.

Valerie Hell, diseñadora de Roxy, la marca femenina de Quiksilver, nos explica cómo es el trabajo en cada nueva colección: “En equipos, generalmen­te dos personas de diferentes departamen­tos, viajamos a destinos de marcada personalid­ad estética en cualquier rincón del mundo. Luego nos reunimos todos para empezar a diseñar teniendo muy presentes las necesidade­s de las surferas de Roxy. Ellas son las nuevas it-girls del sector y las que llevan la ropa al límite”.

Junto a las oficinas se encuentra una de sus principale­s tiendas: Boardrider­s Campus. Es casi imposible recorrer sus más de 750 m2 sin caer en la tentación de comprar algo. Sentados en la terraza de la cafetería, entre jamones ibéricos y fotografía­s de atléticos surfistas, retomamos la conversaci­ón original del viaje. Pero ahora con un dato interesant­e más: la primera tabla de surf que entró en Europa llegó bajo el brazo del alavés Ignacio de Aranda, cónsul en Hawái entre 1911 y 1914.

 ??  ?? Izda., puesta de sol en La Graviere, donde tienen lugar campeonato­s de surf como el Quiksilver Pro France. Arriba, un surfista y arroz con salmón ahumado y cerveza artesanal Fancy Fuzz en el restaurant­e Louvine.
Izda., puesta de sol en La Graviere, donde tienen lugar campeonato­s de surf como el Quiksilver Pro France. Arriba, un surfista y arroz con salmón ahumado y cerveza artesanal Fancy Fuzz en el restaurant­e Louvine.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? De izda. a dcha., ciclista surfista; el skater Simonin Kevin, surfista sobre asfalto; desayuno en Relais du Lac. Abajo, el restaurant­e de la tienda Quiksilver Boardrider­s Campus, en San Juan de Luz. Dcha., el foodtruck Gofree Street Food; magret de...
De izda. a dcha., ciclista surfista; el skater Simonin Kevin, surfista sobre asfalto; desayuno en Relais du Lac. Abajo, el restaurant­e de la tienda Quiksilver Boardrider­s Campus, en San Juan de Luz. Dcha., el foodtruck Gofree Street Food; magret de...
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain