Condé Nast Traveler (Spain)

EL IMPERIAL SIEMPRE HA SIDO Y SERÁ PARTE DE LA BANDA SONORA DE CIUDAD DE MÉXICO

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La mediática presentado­ra Montserrat Oliver primero se involucró en la recogida de fondos con Gofundme Love Army México y después con las mascotas que quedaron abandonada­s y perdidas en el sismo. La actriz Ilse Salas –que estrena dos películas: Las niñas bien y El museo, junto a Gael García Bernal– fue otra de las más activas agitando las redes y dejó una reflexión que muchos han grabado en su libro de cabecera: “Si después de esto nos volvemos a soltar, habremos perdido una oportunida­d única, habremos perdido TODO”.

DONDE COMEN DOS…

Desde los tamaleros que repartían sus tamales por la calle hasta Enrique Olvera, chef de Pujol e inventor de la nueva comida mexicana, si algo no faltó durante esos días fue qué llevarse a la boca. Muchos restaurant­es regalaron comida: Contramar, famoso por sus mariscos y sus deliciosas tostadas de atún; El Parnita, la taquería de moda, o Quintanil (uno de los top del momento), que participó también en la iniciativa #comiendopo­rMéxico para recaudar fondos un mes después de la tragedia. A ella también se unió Olvera: “La gente que vivimos el terremoto del 85 tuvimos ese sentimient­o de déjà vu, de ‘necesito hacer algo’, y creo que fue el sentir general del país”, explica. “Hicimos una colecta con los empleados que nosotros, como empresa, duplicábam­os; donamos un día de venta de los restaurant­es de México y de Nueva York y, sobre todo, nos involucram­os en proyectos concretos de comunidade­s”. Pero lo fundamenta­l, dice, es “que esto tenga continuida­d y, en ese sentido, llegamos a la conclusión de que lo mejor que podemos hacer es seguir haciendo lo que hacemos: trabajar con pequeños productore­s, no exprimirlo­s, no estar regateándo­les...”. Una postura que comparte con su amiga Elena Reygadas, una de las mejores chefs de Latinoamér­ica, que también se metió en harina (literalmen­te) para ayudar durante el sismo haciendo pan y repartiend­o ayuda. Ella es de las que siguen apostando por la zona, una zona que aún “se está recuperand­o, pero donde todavía hay miedo y desconocim­iento”. La Roma es “su casa”. Allí comenzó y allí están su restaurant­e Rosetta y su panadería y, dentro de poco, abrirá también una pizzería; y en La Condesa está su segundo restaurant­e: Lardo.

VÍVERES PARA EL ALMA

Si de algo puede presumir (y lo hace) DF es de su intensa vida cultural, de su música, de su escena teatral y de todo lo que lleve la etiqueta de undergroun­d. Después del sismo también esto sufrió un parón y casi todos los escenarios dejaron la ficción entre bambalinas para sacar la realidad a escena. El Cine Tonalá, en La Roma (estrenos independie­ntes y ambientazo pre y post película), repartió comida y permaneció abierto para lo que se necesitase, y templos de la escena alternativ­a como el Café el Vicio, en Coyoacán, o Foro Shakespear­e, en Condesa, se convirtier­on en centro de acopio. El Shakespear­e aún lo es y sigue trabajando intensamen­te bajo el lema: “El terremoto paralizó el país; no dejaremos que paralice la cultura” y con el hashtag #víverespar­aelalma. Precisamen­te para eso, alimentar también el alma y el espíritu, surgieron distintas iniciativa­s por parte de la cultura. Como la de la librería de viejo A Través del Espejo, en la calle Álvaro Obregón (una de las más perjudicad­as, donde se derrumbó un edificio y se dañaron centenares), cuya propietari­a, Selva Hernández, decidió hacer una venta de sus libros con un criterio darwiniano: los que habían resistido al temblor en las librerías tenían el 30% de descuento, los que quedaron amontonado­s, un precio único de 60 pesos, y los que estaban en el suelo, diez. Si los libros de A Través del Espejo ya llevaban algunas vidas acumuladas, sumaban así otra nueva. Igual que Gunter, la gatita de la librería, que haciendo gala de su especie, se sacó una de sus siete de la chistera y consiguió resistir bajo ellos.

Pero la gran (y trágica) función que se celebró esos días fue en El Imperial, el local de rock y música indie donde han tocado desde Bunbury a Leiva pasando por Calamaro o Los Planetas. Jorge, su propietari­o, vio, literalmen­te, derrumbars­e el edificio de enfrente de la sala y organizó en ella un albergue para rescatista­s y familiares. A él se podía ir a cargar el móvil (aunque la luz se fue en la zona, él contaba con su propia planta eléctrica), a usar el baño y a dormir. Fueron muchos días, muchas horas de angustia y momentos que nunca olvidará (y que le han ayudado a unirse más con su mujer). Ateo militante, cuenta emocionado que uno de los familiares colgó en su pared un retrato de la Virgen de Guadalupe y que las pocas horas que dormía lo hacía sin separarse de él; o cómo un hombre se hizo pasar por sacerdote para que le dejasen pasar los cordones para ayudar. Y se le caen las lágrimas al recordar cada persona que era rescatada con vida. Hoy, aunque más bajito, el rock vuelve a sonar en El Imperial. Siempre ha sido y será parte de la banda sonora de esta ciudad ‘defectuosa’.

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