Franklin Barbecue
Armarse de paciencia es difícil cuando tienes a un Godzilla, también conocido como hambre voraz, despedazándote el interior del estómago. Necesitas ingerir alimentos y los necesitas ya. Cuando estás en Austin y lo que buscas es comer el mejor brisket que se ha puesto sobre la faz de esta tierra, inmediatez no va a ser lo que vas a recibir y paciencia es lo que vas a necesitar. Una cola de tres a cuatro horas es lo que toca aguantar para llegar a las puertas de Franklin Barbecue, lugar donde Aaron Franklin ahuma sus carnes de la variedad Meyer Angus, provenientes de Montana. Sin hormonas. Sin antibióticos. Y durante 18 horas. Alrededor de las cuatro de la mañana, cuando tú vas por el quinto sueño, Aaron empieza a encender el fuego para tener todo listo a mediodía: brisket, costillas, pulled pork, salchichas y el Tipsy Texan, un bocadillo tan jugoso que no habrá servilleta que le pare el ritmo. Es probable que cuando por fin llegues al mostrador a hacer tu pedido ya hayan colgado el cartel de “existencias agotadas” y tengas que volver a casa sin haber catado el preciado bocado. Pero no todo está perdido, mañana será otro día y recuerda: madrugar es de sabios. Y no dejar sitio para el postre, también (franklinbbq.com).