Antes de que burbujee
Sólo a pie de terroir se puede descubrir la esencia del champán más Royal.
Dicen sus orgullosos habitantes y los estudiosos de la toponimia que Aÿ es el centro del universo del espumoso por excelencia. No en vano, muchas localidades de la zona cuentan con este onomatopéyico nombre como sufijo, dando a entender que siempre fue referente. Una sensación que se agiganta cuando se descubre la Maison Bollinger, sede de uno de los pocos champanes que cuentan con el sello Royal inglés. La dedicada estética de este palacio, de gusto internacional, da una pista sobre el ADN viajero de este vino que a mediados del siglo pasado, bajo la presidencia de ‘Madame Jacques’, se consolidó en las mejores fiestas y mesas del mundo. Pero toda su verdad está detrás de los regios edificios, desde donde se extienden las cepas del Grand Cru de Aÿ, el único de la D.O. situado en el valle del Marne. Un pago que, según Gilles Descôtes, chef de cave de esta bodega, genera unos vinos “con cuerpo, profundidad y estructura y cuyo sabor es exuberante con mucha fruta madura”. Entre las capillas y los edificios señoriales de este pueblito se encuentran algunas rarezas como los Clos St. Jaques y Chaudes, dos reductos prefiloxéricos que son testigos de cómo se cultivaba la Pinot Noir cuando Aÿ no era aún el corazón de Champagne ni el mejor punto de partida para perderse por las montañas y cepas de Reims.