85 AÑOS EN EL CIELO DE LISBOA
El hotel por excelencia de la capital lusa está más elegante y dinámico que nunca.
Si algo distingue a los grandes establecimientos es que son inconformistas. Un rasgo que define al Tivoli Avenida Liberdade Lisboa, un hotel en el que se han alojado los visitantes más ilustres y cuyo lobby ha sido lugar de encuentro de artistas y literatos desde que abriera sus puertas en 1933. Su renovación integral ha modernizado cada una de sus estancias sin perder su ADN ni su identidad, ofreciendo a sus huéspedes una experiencia única y una hospitalidad exclusiva y muy cuidada. En el ámbito gastronómico, destaca la creación de cuatro espacios diferenciados: Cervejaria Liberdade, el restaurante de la terraza de la novena planta, el Lobby Bar y el Sky Bar, donde disfrutar del recetario portugués, desde marisco a cocina de inspiración mediterránea. El bienestar es el otro pilar de esta catarsis. Su Tivoli Spa no es solo una joya de la relajación en el corazón de la ciudad, también es un referente gracias a su Spa gurú, sus técnicas innovadoras, sus tratamientos rejuvenecedores y sus masajes.
Relax en pleno centro de Lisboa
El recién estrenado Spa ofrece seis salas de tratamiento, incluyendo dos suites para parejas.
tranquilidad incomparables y muy enriquecedoras. No me refiero sólo al paisaje, sino también al clima: el viento, el sol... ¡Aquí se producen unas tormentas eléctricas alucinantes!. Sentir todos estos elementos de cerca y tener tiempo para contemplar la fauna y la flora nos inspira de un modo increíble”.
La naturaleza es fundamental para alimentar el alma, pero también el cuerpo. Y aquí se come lo que se cultiva. “Nada se puede comparar al sabor de un tomate que echas a la ensalada el mismo día en que lo recoges de la mata”. No podemos estar más de acuerdo con Lena. De alimentar el sistema digestivo de tanta creatividad se encargan chefs diferentes cada mes, quienes elaboran sus propias obras con los ingredientes que crecen en la fértil tierra en la que se encuentra la finca. Siempre maridado con limoncello casero y con el vino biodinámico que están empezando a producir de sus propios viñedos. Este mes de mayo será el turno de Aaron Tomczak, actualmente al mando de la carnicería y charcutería de Casa Mono de Nueva York. Y, en junio le pasará el testigo a Marcela Ogrodnik, una chef ecléctica a la que nada le gusta más que salir a recolectar por el bosque, como hacía en su día para Mugaritz.
Cada año, Villa Lena recibe 300 solicitudes de artistas para las 56 plazas disponibles, ocho cada mes. De elegir a los afortunados se encarga un consejo directivo formado por un periodista, un arquitecto, un productor musical, una diseñadora de moda y un rapero. Sí, como un chiste, pero de los buenos. El criterio a seguir: el talento y la creatividad. Así, desde sus inicios en 2013, por la residencia han dejado su huella artistas tan polifacéticos como la cineasta Lola Schnabel (sí, la hija de Julian), el escultor Hugo Wilson, el cantante Devendra Banhart, el poeta, cantante y compositor Benjamin Clementine o el fotógrafo Coke Bartrina, uno de nuestros colaboradores habituales. Esta temporada, entre las personas invitadas a convivir en la villa se encuentran la escritora Julie Iromuanya, el escultor cubano Leyden Rodríguez, la periodista, cineasta y activista de los derechos indígenas Jenni Monet o la pareja de ceramistas experimentales Bart Walter y Jennifer Berstein, que han programado un muy esperado taller de alfarería.
“La cultura es una parte esencial de nuestra vida diaria. Nos inspira, nos equilibra, nos regala nuevas perspectivas y formas de mirar las cosas. Y nosotros lo que queremos es facilitar un nuevo modo de acercarnos a la cultura, pero de una manera viva, generar un impacto. No como en un museo, sino crear un ecosistema orgánico y enriquecedor para todos”.