Condé Nast Traveler (Spain)

Relativice­mos

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En cualquier redacción es casi dogma que, una vez llegada la revista desde imprenta, quienes la hemos perpetrado la hojeemos con recelo, con temor y a veces incluso con cierto desdén. Tantas horas encajando bolillos, cambiando titulares, ajustando fotos y rematando textos acaban por resquebraj­ar la pasión que enciende los comienzos, como si en un mes pásasemos del amour fou al “ya no te quiero” con un desprecio que ni Moravia. Qué locos estos periodista­s. Quizá por eso nos ha sucedido lo que ahora tienes entre manos: tras un abril reventón de dolor, gloria, España vacía, España llena y olé, un mes en el que viajamos mucho, sí, pero sin movernos de casa, necesitába­mos salir ahí fuera; ponernos tibios de más allá. Camarero, ración doble de relativism­o y un revuelto de Ensayos de Montaigne, que para cocina moderna la de chez Michel. Así las cosas, justo cuando la política marca el ritmo hasta de nuestros viajes –escaparse esta primavera según qué fin de semana supone un traspiés para la salud democrátic­a si has olvidado votar por correo–, te hemos llenado el cuaderno de planes que no son de este mundo. Marrakech, tan cerca pero tan lejos, y disculpa el tópico facilón, fue el destino que eligió Bianca Brandolini d’Azza –medio italiana, medio francesa y medio brasileña, quién dijo fronteras– para protagoniz­ar una producción colosal que es también el aperitivo de una ristra de manteles, tiendas, galerías y rutas secretas que te provocarán unas ganas irrefrenab­les de salir zumbando hacia ese cielo protector. Lo malo es que ay, si sigues leyendo, querrás también catar Georgia, país con el que te pasará como a Wikipedia, aferrada al comodín de la desambigua­ción para aclarar que no es el estado americano con capital en Atlanta, sino un país europeo que ubicas regular y cuya capital pronuncias ídem, Tiflis. Es evidente que el paradigmát­ico caso georgiano y su pausado pero creciente auge entre los trotamundo­s tiene mucho que ver con esa tendencia imparable de viajar donde (casi) nadie ha ido. De subir a Instagram la foto que nadie ha subido. De poner una pica en Tiflis. En Palawan la pusimos ya hace tiempo, cierto, pero no nos resistíamo­s a repetir la jugada a través de idílicos hoteles colgados de la selva, fotogénico­s tipis en los que retozar fino filipino de felicidad y playas desiertas solo para tus ojos... y los de tus taitantos seguidores. De la Patagonia chilena también regresamos siempre con el billete de vuelta abierto, ahí lo tienes, porque cómo no hacerlo en uno de esos lugares del mundo en los que, si escuchas a alguien decir “como España en ningún sitio”, tienes venia para soltarle un capón fenomenal y de lo más relativist­a. Capón y medio.

Más (y más cerca): también hemos querido que aprendas cymraeg mientras escuchas rugir las olas frente a la casa de Dylan Thomas porque así de bucólico, de fonético y de Tom Jones, que para rugido el suyo, es visitar Gales, la esquina más brava de Reino Unido. De ahí saltamos a París porque París siempre nos queda, y después a Roma con parada y fonda en la Academia de España, ese lugar pletórico de arte que también sabe un poco a estar en casa solo que con vistas al Trastevere. Qué de vueltas para que al mes que viene, tras le mépris, te pidamos que sigas, que no deshagas la maleta. David Moralejo, director. @dmoralejo

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ROOST EAST MARKET FILADELFIA
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GEORGETOWN WASHINGTON D.C.
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SHOWTIME BAR WASHINGTON D.C.

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