LA COSTA DE MARRUECOS ATRAPARÁ TU CORAZÓN
"Hay países con los que conectas de manera especial, países que te calan hasta lo más hondo, encendiendo algo en ti que sabes que nunca se apagará", es lo que sintió la instagramer de viajes Marina Comes en Marruecos, uno de los destinos estrella de B the
Esos países te arrancan un trocito de corazón y lo esconden para que vuelvas a por ellos o para que nunca los olvides. Marruecos ha sabido jugar sus cartas conmigo, lo admito. Lo nuestro podría catalogarse ya como una historia de amor incondicional. En los últimos seis años he viajado hasta allí seis veces, y la séptima ya está planificada y en camino. Y es que así es Marruecos: intenso, seductor, exótico, cercano, lejano, impactante, adictivo, caótico y relajante. Todo en uno.
A tan solo dos horas de vuelo tenemos la posibilidad de poner los pies en otro mundo, literalmente. Así es como lo sentí la primera vez que aterricé allí con mi hermana, dispuestas a explorar un país que nos despertaba mucho interés y que también nos infundía algo de respeto, sobre todo por todas las cosas que cuentan sobre los países musulmanes, las noticias tremendistas y todo ese ruido que provocan los prejuicios de la ignorancia. Llegamos con una mochila llena de ideas preconcebidas y algún miedo que otro, pero nos pudo más la curiosidad viajera y nuestra intuición de que aquel iba a ser un viaje inolvidable y ¡vaya si lo fue!
A medida que avanzaba el viaje nos íbamos dando cuenta de lo equivocados que estaban aquellos que nos habían desaconsejado ese destino siendo dos mujeres solas. Obviamente, la primera vez en Marruecos siempre es impactante, el choque cultural es indiscutible, pero mientras prosigues tu viaje te vas relajando, empiezas a dejarte llevar por el ritmo del país y de su gente y, poco a poco, comienzas a vaciar esa mochila de prejuicios con la que habías llegado y te vas sintiendo más ligero, más a gusto, hasta el punto de sentirte sorprendentemente como en casa. Los puntos de conexión y las similitudes culturales van aumentando cuando te adentras en el país y te alejas de las grandes ciudades y, de repente, te sorprenden las miradas amables de los habitantes de sus pueblos, que parecen darte los buenos días cuando te ven caminar por sus calles. Los artesanos te invitan a visitar sus pequeñas tiendas, los niños dejan de jugar a la pelota para acercarse a ti y preguntarte mil cosas con ojos curiosos... Marruecos te va atrapando cuando tú te dejas atrapar. Y a partir de ese momento, ya no hay vuelta atrás.