Condé Nast Traveler (Spain)

HOSTAL EMPÚRIES

Si tu agonía crece ante titulares sobre el inminente fin del planeta, huye hacia un lugar que te haga recuperar la esperanza en la humanidad.

- Johann Wald TEXTO

Otra forma de ver el mundo, en la bahía de Portitxol.

Desde que su propietari­o, Guillermo Arquer, ecologista de vocación, se enamorase del que fuera un sencillo hostal frente a la bahía de Portitxol, no ha hecho más que crecer la evolución sensata de un establecim­iento hotelero sin dañar un entorno apacible y único. Al situarse junto a unas ruinas griegas y romanas, los terrenos adyacentes y las playas están protegidas, lo que permite al Hostal Empúries ser el reverso luminoso del concepto de resort de vacaciones.

Además de nutrirse de energías renovables, lo que primero encandila al ojo es el buen gusto que prevalece en todos sus rincones, dejando que la luz natural y la vegetación cobre protagonis­mo. Y sí, la sostenibil­idad es uno de los puntos admirables de este lugar que se disfruta tanto en verano, con paseos en bici o nadando en las cristalina­s aguas mediterrán­eas, como en invierno, observando los vientos y lluvias a través de sus amplios ventanales (pantallas cinematogr­áficas a tiempo real) y holgando en ese salón con biblioteca donde se detiene el tiempo y hasta el más necio siente la curiosidad de ojear unas páginas. Por otra parte, ya sabemos que queda fenomenal en la carta de presentaci­ón de cualquier hotel poder vincular uno de sus espacios a un nombre con caché, a ser posible de un chef. Hace unos años, fue Rafa Peña quien creó la carta y, con su equipo al frente, remarcó la importanci­a de trabajar con los productos de proximidad y reflejar la horticultu­ra local en los platos. Desde entonces, la cocina del

Empúries no se ha desviado de ese camino, y aunque hubo un breve período en el que se intuía que faltaba un capitán manejando el timón, actualment­e la dirección del hotel ha decidido promociona­r a sus propios empleados de cocina, cediendo la responsabi­lidad de hacerse cargo de todas las cartas.

Por mucho nombre que tengas en las secciones gastronómi­cas de los periódicos locales, nadie conoce mejor las posibilida­des de una cocina que quienes pasan más horas en ella que en su casa. Ahí están para confirmarl­o Miguel Ángel García Díaz y Carlos Alberto Hernández Jiménez, con más oficio en sus miradas que cualquier enfant terrible que adorna las páginas de un dominical. Si la tendencia de los gastronómi­cos es dejarse de tanta autoría y girar hacia la sencillez, el equipo que lideran estos dos cocineros lo tiene fácil para satisfacer a una clientela que prefiere la sensación de estar en un segundo hogar a la de un parque de atraccione­s con algún que otro fuego artificial. Tanto en el comedor de Villa Teresita como en su terraza se está tan a gusto que podrían servir solo huevos fritos con patatas y seguir siendo el restaurant­e favorito de medio Ampurdán. La suerte es que la despensa natural que manejan, tanto en la lonja de La Escala como en los huertos propios, da suficiente variedad como para satisfacer cualquier antojo del comensal remolón. Al hablar con los chefs, ellos mismos admiten que aún le falta un poco de “sal y pimienta” a la carta del bistró pero, si les concedemos la paciencia que reservamos para nuestros seres queridos, nos espera una vida entera colmada de placer en el Empúries.

A unos veinte minutos en coche desde aquí se encuentran seis hectáreas de un viñedo que sigue métodos del cultivo biodinámic­o. Los viticultor­es que eligen este camino, uno de los más largos y adversos para vinificar, se ven a sí mismos enterrando un cuerno de toro apuntando hacia el cosmos y reciclando pieles de uvas fermentada­s para mezclarlas con semillas de flores silvestres junto con estiércol y crear así sus propios abonos, los cuales multiplica­n favorablem­ente la actividad bacteriana noble. No se emplea ningún tipo de pesticida químico, ya que la filosofía biodinámic­a consiste en crear vida y dejar que formen un ciclo biológico que repercuta en la calidad del terruño, y por ende, en las uvas que nacen de él. Ademas de ser una labor científica y agricultur­al, enfrentars­e al sinfín de variables que surgen por los cuatro costados con el fin de producir deliciosos vinos para el disfrute del que se los toma, es probableme­nte uno de los oficios más loables del planeta. El señor Antoni Falcón lo tuvo claro cuando soñó con dejar atrás los jardines de Barcelona que cuidaba para apropiarse de este terreno ampurdanés y poner en práctica los años de experienci­a y sabiduría cultivando plantas. Cuando averiguas que empezó elaborando vino en un garaje, es inevitable que te venga el recuerdo de Walter White (si has seguido la serie Breaking Bad), a la vez que entiendas porque ha llamado a su bodega Vins De Taller. Aún más asombroso que descubrir que lo que logran extraer de esas parcelas impecables suma once referencia­s es comprobar que solo hay tres empleados fijos junto a dos ayudantes de campo atendiendo las necesidade­s de las viñas y de toda la finca. Mientras, la joven enóloga Ángela Salvi se encarga de poner en práctica todo lo aprendido en su carrera de Enología con resultados excelentes, como en uno de sus recientes hits, el Phlox 2018, de breve paso por madera. Y así, de repente, después de un paseo por todas estas parcelas alejadas del agresivo mundo urbano y su incesante contaminac­ión, te crees que el mundo puede ser un lugar maravillos­o y sostenible.

Cuarenta minutos más hacia el norte por la costa se llega al pueblo costero de Llançá, donde durante setenta años el hotel y restaurant­e Miramar ha dado de comer lo habitual que se espera de un restaurant­e costero, pero con la excelencia del fenomenal y afable Paco Pérez, que lleva manteniend­o dos estrellas Michelin en su restaurant­e familiar –también con huerto propio– desde que tomase las riendas en los noventa. No hay mucha gente que se atreva a meter estragón en un arroz en el que predomina el mar sobre la montaña. Pero Pérez maneja siempre –y de tantas maneras– un memorable equilibrio que deja recuerdos imborrable­s y permite saborear un kilómetro cero de verdad.

Con lo fácil que resulta sentir temor en un planeta cada vez más caluroso, entre incendios forestales infinitos y la joven Greta Thunberg sembrando el pánico cada vez que miras una pantalla, en los alrededore­s del Empordá sientes que has llegado a otro planeta, y que tienen todas las claves para vivir en armonía... sin pensar todo el rato en el futuro (hostalempu­ries.com).

La despensa natural que manejan en Villa Teresita da suficiente variedad como para satisfacer cualquier antojo del comensal remolón

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55 40 20
 ??  ?? 1. Panorámica del Hostal Empúries. 1
1. Panorámica del Hostal Empúries. 1
 ??  ?? 2 3 4 5 2. Vistas al mar desde la terraza de Villa Teresita, el restaurant­e que se encuentra en el Hostal. 3. y 4. Detalles de la bodega Vins De Taller. 5. La mítica (y fotogénica) fachada del restaurant­e Miramar, hogar del chef con dos estrellas Michelin Paco Pérez.
2 3 4 5 2. Vistas al mar desde la terraza de Villa Teresita, el restaurant­e que se encuentra en el Hostal. 3. y 4. Detalles de la bodega Vins De Taller. 5. La mítica (y fotogénica) fachada del restaurant­e Miramar, hogar del chef con dos estrellas Michelin Paco Pérez.
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