Condé Nast Traveler (Spain)

BUENOS AIRES

QUIEN VA A BUENOS AIRES SIEMPRE REPITE. PARA DESCUBRIR POR QUÉ TODOS HABLAN DE VILLA CRESPO, PARA ALARGAR LAS SOBREMESAS EN CHACARITA, PARA REPETIR NOCHES SIN FIN EN PALERMO. PARA VOLVER.

- Texto y fotos Miguel Carrizo

Es verano en la reina del Plata y esta es la historia de un regreso a ella tras más de una década. Un delicioso plato (a la brasa) para calentar el ambiente y para quienes no se cansan nunca de saber qué hay de nuevo al otro lado del charco.

Han pasado doce años desde mi última vez en Buenos Aires y aquí estoy de nuevo, en una ciudad que tanto dicen que recuerda a Madrid porque, en cierto modo, así es. Pero no obviemos que presume de una fuerte identidad propia y que, más allá de los estereotip­os, sus habitantes, los porteños, tienen un “algo” especial. Son gente culta, conversado­ra y siempre conectada. Sorprende ver cómo discuten sobre los problemas familiares, los vínculos sentimenta­les, las relaciones humanas... y de qué forma abordan lo emocional, algo de lo que a este lado del Atlántico estamos aún a años luz. Y, sin entrar en intensidad­es, resulta que también son divertidos y alegres, atentos siempre a disfrutar de la vida y los pequeños placeres, como compartir su inseparabl­e mate con amigos. Es así, disertando sobre lo divino y lo carnal, como nos adentramos en uno de los barrios más populares entre locales y visitantes. Ay, Palermo querido. Sus calles adoquinada­s están llenas de vida: bares primorosam­ente decorados, casi todos de madera, que recuerdan a un tiempo pasado tan bohemio, restaurant­es en los que puedes comer “medio en la calle, medio en la vereda“mientras ves pasar a una chica que arrastra a veinte perros a la vez y cómo no, templos carnívoros, ¡dios mío!, rebosantes de bife de chorizo (nuestro solomillo), entraña, vacío, redondo, criollos... Porque en este terreno, casi como en el fútbol, no hay quien los gane: si alguien aquí te invita a comer a su casa es muy probable que te prepare un “asadito”, un festín de carne a la parrilla que en estas tardes de verano –efectivame­nte, ahora mismo estamos en verano– provoca que en muchas terrazas y patios de edificios humee el carbón y crepiten las brasas. Huele a barbacoa en toda la ciudad, pero no olvidemos que en Buenos Aires probarás también una pasta deliciosa, pues la herencia italiana está muy presente en su día a día.

Nuestra primera parada es en Casa Cavia, un pequeño oasis con una terraza imponente en un bello jardín con su fuente... y su propia floristerí­a. El cuidado interioris­mo tiene su colofón en una librería donde los libros cuelgan del techo, muchos de los ejemplares editados por ellos mismos. La carta de cócteles se presenta en un disco de vinilo y cada cantante da nombre a un trago diferente: ¡un Bob Marley, por favor!

Seguimos el paseo hacia Facón, una suerte de vivienda que te da la bienvenida con el cartel “esta casa está abierta para los buenos amigos” y en la que vas recorriend­o amplias habitacion­es repletas de productos de todo el país. Cuchillos, mochilas, alfombras, libros de fotografía, mantas e incluso, de repente, una clase de cocina en directo. También ofrecen degustació­n de vinos. Tras la caminata llega la hora de cenar, o como ellos dicen, “comer a la noche”, así que optamos por esquivar un rato la parrilla en Gran Dabbang, un restaurant­e de fusión india es-pec-ta-cu-lar. Su chef, Mariano Ramón, nos sorprende con platos variados de pescado, extra de picante, carne y salsas realmente originales y diferentes. El local es sencillo y sin pretension­es, lo que importa es el producto. Y vaya si lo consiguen. La visita sirve también de excusa para descubrir Villa Crespo, barrio emergente a un salto de Chacarita y Palermo Hollywood en el que muchos artistas se han ido instalando en busca de

Los “asados” provocan que en estas tardes de verano en muchas terrazas y patios de vecinos humee el carbón y crepiten las brasas

talleres amplios y luminosos. Es el caso de la antigua nave industrial reconverti­da en estudio de pintores y escultores, legado de la gran Ruth Benzacar que, bajo la dirección de Orly Benzacar y Mora Bacal, respira creativida­d y talento y desde 2015 se ha convertido en un referente.

Un gran contraste da sentido al barrio entre antiguos talleres mecánicos y tiendas de ropa, muchos outlets, arte callejero y restaurant­es. Uno de estos últimos, Yeite Café, de la encantador­a y bella chef Pamela Villar, se convierte en uno de nuestros favoritos ipso facto, pero ojo: solo sirven comidas al mediodía, siempre a partir de recetas sanas y riquísimas. Los postres también son una locura.

Para los más curiosos y amantes de las compras no puede faltar una visita al Mercado de las Pulgas, un clásico rastro repleto de antigüedad­es, arte, muebles y mil y un cachivache­s. Entre todos ellos, una inmensa torre de maletas antiguas nos hace imaginar cuántos lugares habrán visitado a lo largo de su vida. No muy lejos del mercado se esconde una librería que te dejará con la boca abierta. Medio camuflada con su fachada de ladrillos, si te fijas bien verás un cartel que indica la entrada, Librería Falena. Un auténtico remanso de paz con un patio interior y unas ventanas enormes que son prácticame­nte paredes de cristal. El plan aquí es tomar un té o un vino mientras ojeas libros y, antes de irte, subir por una preciosa escalera hasta la terraza, donde a veces ofrecen conciertos para que nadie se mueva de unos sofás comodísimo­s que atrapan. Ve sin prisa.

Recorremos el barrio de Chacarita, en el mismo radio de acción, convertido desde hace poco en polo gastronómi­co emergente gracias a restaurant­es como La Mar, ubicado en un imponente edificio. Expertos en pescados y ceviche, cuentan con una espléndida terraza y sus zumos son deliciosos.

Desde allí saltamos al Museo de Arte Latinoamer­icano de Buenos Aires, MALBA, cuya colección del siglo XX es un viaje en sí misma, con 240 piezas de artistas como Frida Kahlo, Diego Rivero o Fernando Botero. El arte y el fútbol se llevan de maravilla en Buenos Aires, así que obligada es también la visita al estadio del Boca Juniors en el barrio de La Boca. Durante el partido –porque hay que ir a un partido–, las gradas no paran de cantar y saltar en “La bombonera”, llamado así por su forma ovalada, que recuerda a una caja de bombones. Cuando Maradona se asoma a su palco para saludar, el público vitorea y se vuelve loco cantando a su dios. Eso sí es devoción.

Como broche final, llega el merecido homenaje en Tegui, restaurant­e de servicio impecable gracias al chef Germán Martitegui que ofrece un menú degustació­n de diez pasos. Considerad­o uno de los mejores restaurant­es de Latinoamér­ica y del mundo, este año se encuentra en el puesto 86 de la World’s 50 Best. En el 34, por cierto, está Don Julio, una de las parrillas más célebres del mundo y a la que ya te llevamos en el número de abril de 2018 de Condé Nast Traveler.

Después de estos días podríamos volver a casa rodando en lugar de volando, pero siempre con la maleta llena de esa forma única de vivir que tienen los porteños. Las emociones, el amor, la familia y tanta pasión por mostrar al resto del mundo.

Cerca del Mercado de las Pulgas se esconde la Librería Falena, que, medio camuflada entre sus ladrillos, te dejará con la boca abierta

En un partido del Boca Juniors, cuando Maradona saluda desde el palco, el público vitorea y canta como loco. Eso sí es devoción

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Bajo estas líneas, maestro de sushi en Omakase. En la pág. siguiente, de izda. a dcha. y de arriba abajo, Bar du Marché, en Palermo; graffiti de Dalí y Pelé junto al Mercado de las Pulgas; taller de la diseñadora Jéssica Trosman; escalera en la Librería Falena. En la doble pág. anterior, de izda. a dcha, rincón de la tienda y multiespac­io Facon; maletas apiladas en el Mercado de las Pulgas.
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Sobre estas líneas, la bandera argentina pintada en una pared de Palermo. En la pág. anterior, de izda. a dcha. y de arriba abajo, cuchillos gauchos en Facon; artista en Villa Crespo; postres en Yeite, de Pamela Villar; cabezas de animales en Facon.
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Abajo, cóctel en La Mar. En la pág. siguiente, de izda. a dcha. y de arriba abajo, libros en el techo de Casa Cavia; escalera de la Casa Rosada, residencia presidenci­al; comienza la función en el Teatro Colón; Pamela Villar en su restaurant­e, el proyecto colectivo Yeite Café.
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