DE COMPRAS
La legendaria tienda de cosmética Buly lleva a otro nivel el arte de regalar.
Papá Noel envuelve sus regalos en Buly, París.
Donde en tiempos se guardaron esculturas del taller de Rodin, en el nº 45 de la parisina rue de Saintonge, hoy encontramos auténticas joyas para los amantes de la belleza. Nos referimos a la cosmética, sí, pero también a la belleza en general. Buly, la tienda de perfumes creada en 1803 por Jean-Vincent Bully –el nombre perdió una ele más tarde–, primero en la rue Saint Honoré, luego en la rue Bonaparte (esta aún existe), abrió en el Marais hace tres años este espacio-café que ahora estrena sala de tratamientos y, en su patio interior, un mostrador para quienes necesitan recobrar la ilusión de regalar. Ya sentíamos un deseo desmesurado por sus productos con packaging retro –que se lo digan a Jodie Foster–, pero esta sección, L’Art de Offrir, con caligrafistas y papel de regalo personalizado, nos devuelve la fe hasta en el amigo invisible. Dentro de tan maravillosos envoltorios podremos incluir fórmulas con ingredientes naturales (nada de microplásticos), brochas y peines de todo el mundo, velas, aceites y perfumes nicho (ojo, su colección del Louvre es adictiva). Jean-Vincent Bully, en quien se inspiró Balzac para un personaje de La comedia humana, estaría orgulloso de cómo los emprendedores Victoire de Taillac y Ramdane Touhami continúan con su hermoso legado (buly1803.com).