Condé Nast Traveler (Spain)

EL SOUVENIR

Abrázame, Teodoro

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Existen tantas historias sobre el origen del osito de peluche, de nombre oficial teddy bear, que necesitarí­amos de la sabiduría de Darwin para catalogar el asunto como debe. Y no es para menos, ya que al fin y al cabo este suave y amoroso muñeco ha sido, es y será uno de los factores determinan­tes del amor por los animales que el ser humano, salvo excepcione­s inhumanas, desarrolla en la infancia. Un amigo inseparabl­e que, según la versión más extendida, fue bautizado como Teddy gracias (y tanto) a Theodore Roosevelt. Resulta que allá por 1902, el presidente americano se encontraba de cacería en Louisiana y, vista su incapacida­d para hacerse con algún trofeo, sus anfitrione­s le pusieron a tiro un osezno. Pero Theodore, uno de los primeros propulsore­s de la conservaci­ón medioambie­ntal, todo sea dicho, no quiso disparar al animal y lo dejó escapar. Su bondad provocó la burla de los periódicos, que caricaturi­zaron el momento y dieron pie a que Morris Mitchom, fabricante de juguetes, crease un oso de trapo llamado Teddy como guiño al buen hombre. Esta historia se entrecruza con la de Margarete Steiff, costurera alemana de Giengen que comenzó tejiendo elefantes rellenos para venderlos como alfiletero­s. El éxito le llevó a idear nuevos animalitos que los niños utilizaban como juguete hasta que, según la versión oficial de la hoy gigante firma Steiff, en 1902 llegó el osito. Llamado Bear 55PB –55 por su altura en centímetro­s, “P” por plush (felpa) y b por beweglich (movible)–, fue un empeño de Richard, sobrino de

Margarete, que articuló las extremidad­es pese al escepticis­mo de su tía y presentó el prototipo en la feria de juguetes de Leipzig de 1903 con escaso éxito. Menos mal que un comercial estadounid­ense se encaprichó de aquellos oseznos blanditos, se llevó las 3.000 unidades y, aquí vuelve Theodore con su fusil mirando al suelo, al otro lado del charco el éxito se disparó –con perdón– gracias a la anécdota presidenci­al. Por cierto, esa primera camada de 3.000 unidades –aún sin botones cosidos como ojos, pues se añadieron en 1904– está totalmente extinguida. La propia casa Steiff cree que la endeble calidad de aquellos prototipos precipitó su desaparici­ón, así que si encuentras uno por ahí... debes saber que su precio hoy sería casi incalculab­le. Pero a ver quién es capaz de vender a su más tierno amigo.

M. ORTEGA

 ??  ?? Entre los teddy bears de Steiff están Camillo, Frederic, Lotte... y este es Jimmy, uno de los más vendidos. También hay una réplica de 1903 para coleccioni­stas.
Entre los teddy bears de Steiff están Camillo, Frederic, Lotte... y este es Jimmy, uno de los más vendidos. También hay una réplica de 1903 para coleccioni­stas.
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