Para aprender de la Antártida.
Porque quizá no sea necesario viajar a un continente que lo que más necesita es protección. Quizá con soñar y aprender de él sea suficiente.
Dice Mario Cuesta Hernando que no se hizo el pendiente que antiguamente se ganaban los marineros cuando cruzaban el paso de Drake, que ya no se estila. Tampoco fue bautizado con el nombre de ningún animal antártico en el buque Hespérides, algo que sí que se lleva, porque no se puede tener todo. Ese todo serían las imágenes y la información con la que este periodista se volvió de la Antártida para dar forma al original documental Antártida: un mensaje de otro planeta –lo puedes ver en Filmin– y a Antártida (Mosquito Books), un cuento de divulgación escrito como un viaje, con algo de aventura y mucho de sorpresas. Porque, como reza su subtítulo, “la Antártida es el continente de los prodigios”. Aquí los animales no huyen de los humanos, se ha registrado la temperatura más baja del planeta (-93 ºC); en sus aguas vive la ballena azul, el animal más grande que ha existido nunca; y en superficie se demuestra que la paz, la cooperación internacional, la promoción de la ciencia y la protección del medio ambiente no son una utopía. Impone y atrae. Tanto que el debate que bulle en la cabeza de cualquier persona dispuesta a la aventura es si ir y ver para creer o si, mejor, dejar en paz al que es uno de los últimos rincones vírgenes del mundo. Siempre podemos soñarlo en las deliciosas ilustraciones de Raquel Martín, quien explica que de tanto negro, gris y azul perdió la cuenta de los tonos que utilizó.