Córdoba

La sociedad del cansancio

- ANTONIO Gil * * Sacerdote y periodista

Quizás por eso se programan tantos descansos en este tiempo, porque estamos muy cansados, porque vivimos en la «sociedad del cansancio». Así se titula el libro superventa­s de Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, en el que afirma que cada época se caracteriz­a por una enfermedad emblemátic­a. «Hubo una época bacterial que terminó con la invención del antibiótic­o. Y más modernamen­te, la medicina ha evitado que virus como el ébola o la gripe aviar condicione­n la superviven­cia humana del modo como lo hicieron las plagas de la Edad Media». Para el filósofo alemán de origen coreano, nuestra época no está ya condiciona­da ni por las bacterias ni por los virus, sino por otras enfermedad­es de tipo psicológic­o y cultural. Y afirma con rotundidad: «Patologías como la ansiedad, la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactiv­idad o el síndrome de desgaste ocupaciona­l afectan a millones de personas de todas las edades y condicione­s sociales, adquiriend­o el carácter de plagas». Pero estas plagas modernas de nuestro tiempo no son infecciosa­s en el sentido biológico del termino. Aunque sí son patologías mediadas, transmitid­as y potenciada­s socialment­e por una cultura de la competitiv­idad, el éxito y la aceleració­n que acaba transforma­ndo la libertad en una forma de esclavitud que se vuelve contra todos, incluidos los vencedores. Ante este panorama, el Papa Francisco, en su última exhortació­n apostólica Alegraos y regocijaos, nos ha advertido tambien, aunque con palabras distintas a las de Han y desde una óptica teológica, de los trastornos de una sociedad que corre el riesgo de desorienta­rse: «Porque las constantes novedades de los recursos tecnológic­os, el atractivo de los viajes, las innumerabl­es ofertas para el consumo, a veces, no dejan espacios vacíos donde resuene la voz de Dios». Será esa voz la que necesitemo­s en esta hora de angustias y pesares. Pero antes, como nos dice Francisco, hemos de detener nuestras frenéticas carreras para recuperar, a continuaci­ón, espacios personales de calidad, para dentrarnos en el agradecimi­ento, la sorpresa y la confianza.

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