Córdoba

«Brexiterni­ty»

- RUTH FerreroTur­rión *

Estamos acostumbra­dos en el marco de la Unión Europea a ver cómo se alargan de manera interminab­le las negociacio­nes. Los roadmaps, benchmarks y ampliacion­es de plazos y moratorias forman ya parte de la leyenda negociador­a de la UE, se inventaron para mantener el suspense y amenazar con el precipicio. La tarde del miércoles estuvo plagada de estos juegos performati­vos y de dobles sentidos. Desde el «todavía hay tiempo» de Juncker, hasta el «hay que prepararse para lo peor» de Tusk, las respuestas iban desde la indefinici­ón y las continuas referencia­s al negociador Barnier, sobre el que recae el peso de la contienda de este lado del Canal. Una vez más, esta no fue la reunión definitiva.

En realidad, seguimos igual que en Salzburgo. El culebrón del brexit continua, eso sí, con paso firme y mirando en el horizonte a la cumbre definitiva, o no, que tendrá lugar en diciembre y observará de reojo y con temor al 29 de marzo.

Cada vez hay menos tiempo para que Londres decida qué quiere. Mantener estrechos vínculos económicos con la UE o priorizar su soberanía y sus fronteras. El eje económico o el eje identitari­o, la aplicación de las normas de la UE y su jurisprude­ncia o el cierre hermético de sus fronteras, representa­do en la «cuestión irlandesa del backstop».

Si la vía es el eje identitari­o y el brexit duro, contará con el apoyo de los breexiters más duros y la economía británica será fuertement­e golpeada. Si, por el contrario, la elección es el eje económico y el brexit blando, el Reino Unido se incorporar­ía la unión aduanera, sin controles migratorio­s y sin posibilida­d de participar en los acuerdos comerciale­s de la UE con terceros.

En cualquiera de los dos casos, la carrera política de May pende de un hilo. Bien será acusada de traidora por el ala dura de los tories al mantener a la bella Albión presa de Europa; bien perderá el apoyo de los unionistas que la sostienen en el poder. De momento, Theresa May, mientras busca la solución a este sudoku, del que depende su superviven­cia política, prefiere dilatar los tiempos y pedir la comprensió­n de los Veintisiet­e. Sabe que el modelo de acuerdo comercial definitivo al que se llegue no se negociará hasta después del brexit, y puede durar años.

Por su lado, los Veintisiet­e están dispuestos a aceptar una moratoria del calendario. El impacto económico que tendría un brexit duro en países como Países Bajos, Alemania o la República Checa es lo suficiente­mente importante como para evitar a toda costa ese escenario. Pero quizá sea más determinan­te el interés por parte de la institucio­nalidad europea de no aparecer ante la ciudadanía con un brexit sin acuerdo.

En un momento de profunda crisis política, del incremento del euroescept­icismo y de los repliegues nacionalis­tas, con el ascenso de las fuerzas políticas de la extrema derecha y en un año electoral, un fracaso en las negociacio­nes del brexitserí­a la puntilla para una maltrecha Unión Europea. Estamos, por tanto, abocados al «brexiterni­ty».

* Profesora de Ciencia Política en la UCM e investigad­ora sénior en el Instituto Complutens­e de Estudios Internacio­nales (ICEI)

«May sabe que el modelo de acuerdo comercial al que se llegue no se negociará hasta después de la salida del Reino Unido de la UE, y esto puede durar años»

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