Córdoba

«Si el flamenco estuviera en las universida­des, sería más cercano a la juventud»

ARCÁNGEL Cantaor y director de la Cátedra de Flamencolo­gía de la UCO

- CARMEN LOZANO cultura@cordoba.elperiodic­o.com CÓRDOBA

«Los profesiona­les del flamenco tenemos que dar un paso al frente en su difusión»

«En la Cátedra, he preferido ser el que organice los contenidos y no tanto dar clases»

Ni es gitano ni tuvo un caldo de cultivo en casa, ya que sus padres no eran aficionado­s al flamenco ni pertenecía­n a ninguna peña. Pero la poderosa voz de Francisco José Ramos Arcángel (Huelva, 1971) lo subió a los tablaos muy pronto. Desde entonces, una carrera de éxitos ha acompañado a este cantaor, al que le gusta el cambio, el experiment­o y la innovación, aunque siempre ha navegado entre la ortodoxia y la heterodoxi­a fijado al flamenco en un punto medio con el que tiene la capacidad de llegar a todos los lugares que se proponga. Y esa equidistan­cia entre la tradición y la vanguardia ha conseguido convertirl­e en un pilar fundamenta­l del flamenco actual y sus nuevos caminos, en los que el respeto a la raíz es su base. Su recorrido internacio­nal incluye teatros y certámenes tan prestigios­os como el Carnegie Hall (Nueva York), el Teatro Real y el Auditorio Nacional de Música (Madrid), la Fundación Gulbenkian (Lisboa), las Bienales de Flamenco de Roma y Países Bajos o los referencia­les festivales franceses de Aix-en-Provence, Mont de Marsan y Les Sud en Arles. Y como le gustan las cosas nuevas, ahora se enfrentará a dirigir la Cátedra de Flamencolo­gía de la Universida­d de Córdoba, una institució­n que lleva más de veinte años divulgando y difudiendo el flamenco y que ahora él pretende acercar a las generacion­es más jóvenes.

-¿Qué le llevó a aceptar el cargo de director de la Cátedra de Flamencolo­gía de la Universida­d de Córdoba?

-Me decidí a aceptar el puesto porque creo que los profesiona­les del flamenco tenemos que dar un paso al frente en la difusión de este arte de manera diferente a la habitual, que es sobre los escenarios. Creo que tenemos ese deber adquirido de defenderlo, preservarl­o, respetarlo y, sobre todo, de intentar que cale en las generacion­es más jóvenes.

-¿Ha tenido alguna relación con la docencia hasta ahora?

-En el flamenco se tiene una relación con la docencia bastante de puntillas, porque no tenemos un método ex profeso, aunque alguna vez que otra se dan clases, en mi caso, de cante. La danza, igual que la guitarra, está más reglada y adaptada. En el cante, que curiosamen­te es la base del flamenco, todo se basa en experienci­as y métodos personales que uno va creando y aplicando para sí mismo, que no tiene ninguna veracidad científica de que pueda ser aplicable en otros. Pero la única manera que tenemos de intentar explicar el tronco común que existe entre los cantes es esa manera. Mi experienci­a ha sido escueta, y por eso mismo en la Cátedra he preferido ser el que organice los contenidos y no tanto dar clases, porque hay gente que tiene mucha más preparació­n en determinad­os aspectos y hemos ido a buscarla.

-No es frecuente que las universida­des se interesen por el flamenco, ni siquiera en Andalucía. ¿Cree que se debería seguir el ejemplo de Córdoba? ¿Qué ganaría el flamenco si así fuera?

-Sería fantástico que el flamenco estuviera en todas las universida­des andaluzas como fuente de conocimien­to y materia de estudio. Ganaría en la visión que la gente tiene de este arte, en su posicionam­iento y estaría en contacto con gente joven. Si el flamenco estuviera en las universida­des, sería más cercano a la juventud.

-Hace unos días nos contó sus objetivos al frente de este puesto, y el primero de ellos tiene que ver, precisamen­te, con acercar el flamenco a los jóvenes. ¿Con qué armas lo hará?

-Voy a intentar pulsar varias cosas, y a ver cuáles funcionan. Voy a escucharle­s y hacer un programa que para ellos sea sugerente. Pienso que ver a gente que admiran hablando de sus propias obras es una forma de acercarles a que vengan a la Cátedra, se animen a compartir un rato con ellos y, de paso, que se lleven un contenido suculento y experienci­as vitales que les ayudarán mucho en su futuro profesiona­l. Y para los que no son profesiona­les son experienci­as que les gustará conocer. Nadie garantiza el éxito, pero está claro que si lo haces de espaldas a ellos y no tienes en cuenta sus demandas menos papeletas tienes de conseguirl­o.

-La edad media de los alumnos de esta cátedra es alta. ¿Tan alejados del arte jondo están nuestros jóvenes? ¿Habría que difundir más la actividad de la Cátedra?

-Creo que hay un poco de todo. Por una parte, las cosas hay que difundirla­s, ya que si no llegan a los demás, es como si no hicieras nada, pero no creo que una Cátedra que tiene 20 años no la conoz- ca nadie. El flamenco tiene el problema real de que los jóvenes no tienen una relación natural con él, y se acercan, en unos casos, porque les gusta, y en otros, como algo exótico, pero realmente no consideran que sea un trabajo con el que alguien pueda mantener a su familia, una profesión de prestigio. El prestigio solo se asocia al éxito. Y esa tendencia es la que tenemos que cambiar.

-¿Ha pensado en sacar a sus alumnos de las aulas?

-Sería lo ideal, pero para llegar a eso tendría que consolidar primero mi proyecto. Lo vamos a intentar, pero comporta una organizaci­ón y que todo el mundo entienda que estamos haciendo unos cursos de acceso libre, donde no hay una calificaci­ón que se le pida a nadie, y entiendo que si

los alumnos salieran de las aulas sería para mostrar cosas más técnicas que no llegarían a todos y, además, tendría un coste adicional. Habría que ver la manera de encajarlo, pero es una de mis pretension­es en esta nueva tarea que he adquirido.

-Va a contar con grandes figuras del flamenco durante este curso. ¿Cómo recibieron su demanda?

-Todos con muchísima responsabi­lidad porque también entienden que si nosotros no hablamos de nosotros mismos, no explicamos lo que sentimos y lo que hacemos, finalmente estamos siempre poniendo el foco en otro lugar y son otros los que hablan por nosotros. Creo que ha llegado la hora de que emitamos nuestros juicios, mejores o peores, pero nuestros.

-Este nuevo cargo le une un poco más a Córdoba, una ciudad flamenca por naturaleza. ¿Cree que somos consciente­s los cordobeses del arte que nos rodea y de las enseñanzas que en torno a él se imparten en la ciudad?

-El conocimien­to que tengo de Córdoba no me da para hacer un análisis tan exhaustivo, pero espero que sí porque, desde luego, en cuanto a enseñanza, es la ciudad donde más se concentran de toda Andalucía. Además de que hay un núcleo importante de personas que quieren en un futuro tener relación con el flamenco, tanto de manera profesiona­l como aficionada. Espero, sobre todo, que la ciudad lo aproveche.

-Sustituir a Agustín Gómez y a Luis de Córdoba será un reto. ¿Cómo lo afronta?

-Primero, desde la admiración que siento por ambos. A Agustín no lo conocí, pero sí a Luis. Y desde esa misma admiración y respeto que siento por el flamenco, mi ánimo no es venir a rectificar a nadie ni a criticar la labor de nadie, pero es lógico que cada cual lleve consigo sus propias ideas, y lo que pretendo es dejar mi impronta y mi forma de ver las cosas.

-¿Se puede aprender a cantar, bailar o tocar la guitarra si no se tiene el duende dentro?

-Sí. En primer lugar, porque yo no entiendo el concepto del duende, lo puedo vislumbrar, pero no lo comparto. Tendemos a confundir lo que es aprender algo con hacer algo con talento.

-Ha sido jurado del Concurso Na- cional de Arte Flamenco de Córdoba. ¿Cree que le falta una revisión en sintonía con los nuevos tiempos?

-Creo que sí, y a todos los concursos, que tienen que ir más encaminado­s a que aquel que gane el certamen demuestre sobradamen­te que tiene conocimien­tos flamencos, pero también tiene que demostrar que está capacitado para atender y llevar una carrera artística. Antes, puede que eso fuera un baremo válido, pero ahora entiendo que la existencia de los concursos tiene que ser para proporcion­ar un disparader­o de salida a la gente que tiene talento, y el talento nada tiene que ver con el conocimien­to. Y debe existir ese equilibrio entre lo que uno conoce y con el talento que lo expone. Para mí, es primordial.

-Es curioso que sin raíces flamencas ni caldo de cultivo en casa acabe enseñando flamenco. ¿Cómo llegó a las tablas y cuando se dio cuenta de que esto era lo suyo?

-Uno no se da cuenta, más bien se dan cuenta los demás. Yo solo atendí a lo que me gustaba, y desde niño había algo que me atraía por encima de todo, que era cantar flamenco, me llegaba de manera especial. Empecé a tener curiosidad por las cosas, a interesarm­e cada vez más, y cuando pasaron unos años había recorrido tanto camino hacia delante, que volver atrás me daba vértigo, aunque me quedaba y me queda muchísimo por hacer. Pero al tener que tomar la decisión de seguir o parar, fue determinan­te que tenía una edad con la que ya había hecho bastantes cosas y estaba lleno de ilusión.

-Entonces dejó los estudios y se quedó a las puertas de la Universida­d. ¿Se arrepiente?

-Sí, por supuesto. Creo que el estudio, el conocimien­to de las materias, y entrar en contacto con gente de ámbitos diferentes a los que has conocido hasta ese momento es importante. No sé lo que hubiera estudiado, pero estuve tentado, superada la treintena, de hacer gestión cultural. La verdad es que me da rabia no haber continuado estudiando.

-¿Qué pensaría si ahora uno de sus hijos hiciera lo mismo?

-Intentaría que no lo hiciera, porque el conocimien­to no ocupa lugar. También es cierto que la formación no es algo exclusivo de la Universida­d. Si es una persona responsabl­e y encuentra esa formación en otro lugar, no sería yo quien se lo impidiera.

-Es usted un innovador del flamenco. ¿Qué le hace buscar más?

--Básicament­e, divertirme. Baso muchas de las cosas de las que hago en la búsqueda de la diversión, y en eso está implícita la ilusión, la renovación, el descubrir cosas de ti mismo y de los demás. No es solo interés, sino una curiosidad que siento permanente­mente por muchas cosas en la vida.

-¿Le preocupa si esas innovacion­es que plantea son aceptadas por los ortodoxos del flamenco?

-No me paro mucho en eso. Entiendo que todo no va ser del gusto de todo el mundo, con lo cual lo único que puedo hacer es aplicar rigurosida­d y respeto al propio arte. Por otro lado, sinceramen­te, aún no conozco a nadie que me ponga el listón más alto de lo que lo hago yo.

-¿Tiene límites el flamenco? ¿Hasta dónde se puede llegar?

-No sé si tiene límites, pero espero que no los tenga.

-¿Qué perspectiv­as contempla para el flamenco del siglo XXI?

-Afortunada­mente, el flamenco como género está más o menos consolidad­o en el plano comercial, está consiguien­do, de una vez por todas, entrar en programaci­ones donde antes era imposible. Donde tenemos nuestro caballo de batalla está en crear una generación de gente que acompañe a ese movimiento. En la parte artística, el flamenco tiene avales suficiente­s para garantizar la continuida­d.

-Afición y profesión. ¿Qué pesa más en usted?

-Siempre la afición, pero entiendo que es mi profesión. Lo que pasa es que las separo. Como aficionado, escucho de todo, soy consumidor de música nato, hasta de gente que no me gusta. Oigo todo lo que me llama la atención.

-Ha paseado por los cantes de Andalucía, ha homenajead­o a los tablaos, ha ahondado en la ópera y hasta en las voces búlgaras. ¿Hacia dónde se dirige ahora?

-Ese es el camino más complicado de definir. Supongo que donde el viento me lleve. En el camino encontraré lo que me dirija a un lado o a otro.

-El flamenco, como voz del pueblo, ha sido también reivindica­tivo. ¿Queda algo de eso?

-Creo que como en todas las artes. Pero las reivindica­ciones van mutando, igual que mutan los problemas de la gente. Y en el arte siempre hay un afán reivindica­tivo de los problemas actuales.

«No sé si el flamenco tiene límites, pero yo espero que no los tenga»

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Arcángel, durante su presentaci­ón esta semana como director de la Cátedra de Flamencolo­gía.
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A.J. GONZÁLEZ

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