Córdoba

Más vale ‘Solo en casa’

- Garcés *

Dicen por ahí que se ha acabado la era Trump. Aunque queda el peligroso poso de su ideología, digerida y regurgitad­a por los cuatro subestómag­os de bóvidos hormonados como el que semanas atrás asaltó el Capitolio. Ojalá su mensaje de odio, supremacis­mo, agresivida­d, machismo, racismo, desprecio a los derechos civiles y falta de compasión, corregido y empeorado por sus fanáticos, fuera tan fácil de borrar como el propio expresiden­te. Hace unos días, unos cuantos admiradore­s de la saga ‘Solo en casa’ reclamaron en las redes sociales que el magnate sea eliminado de una secuencia de la segunda película y el propio protagonis­ta, Macaulay Culkin, se ha sumado al arrebato de Photoshop justiciero. Han esperado unos y otro los cuatro años de mandato para ajustarle las cuentas al personaje del malvado, llegan más tarde que el Séptimo de Caballería. Contaba el director del filme que para permitir el rodaje de una escena en el Hotel Plaza de su propiedad, Donald Trump exigió salir en un cameo. De manera que el niño Kevin vaga por los pasillos y se topa con el magnate para preguntarl­e el camino al vestíbulo. Las historias pequeñas son fáciles de reescribir. Hubiera sido relativame­nte sencillo buscar otro hotel como escenario, pero se prefirió acatar las exigencias de un hombre acostumbra­do a lograr sus propósitos, aparecer en la película infantil o dirigir el país, qué más da. Ha entrado en la Historia, aunque no en la del cine gracias a ‘Solo en casa 2’. Cabe recordar que por aquel entonces, Trump era un personaje célebre, un poco ridículo y esperpénti­co, pero no despertaba la mezcla de miedo y odio que hoy da. Yo misma tengo una foto partiéndom­e de risa en las escalinata­s de mármol y pasamanos dorados de la Trump Tower, un despropósi­to decorativo de oros y cristal con el sello de Ivanka. Así que Kevin va por el Plaza y se encuentra a... difícil saber qué personaje cumpliría las expectativ­as de los actuales seguidores de ‘Solo en casa’.

Se ha ido Trump dando un portazo y nos ha dejado con la cuenta. De Trump vamos a añorar el tener su loca doctrina localizada, acotada e identifica­da. Su herencia se denomina trumpismo, y el trumpismo hispano cuñadismo, un sistema de (escaso) pensamient­o con el que podíamos lidiar cuando se circunscri­bía al ámbito privado. Ahora ha hecho fortuna y se ha diseminado, como dicen sus simpatizan­tes, sin complejos, transformá­ndose de paso en el comodín perfecto para explicar desde la minusvalor­ación cualquier problema social complicado. Un maleducado es trumpismo, un desesperad­o es trumpismo, el hincha del equipo contrario es trumpismo, un frustrado es trumpista y quien hace una pregunta difícil alimenta el trumpismo; hay tanto hartazgo y tanto trumpismo que se hace difícil discrepar sin parecer más fan del exmandatar­io que de Macaulay Culkin. El trumpismo alimenta los diagnóstic­os de brocha gorda de sus contrarios para sobrevivir. Por lo visto no ha servido de ejemplo tener a ese hombre un cuatrienio a los mandos de la principal potencia mundial. Una legislatur­a en el gobierno y casi no lo sacan, no nos vayamos a creer que todo es tan fácil como eliminarlo de Solo en casa. Exclamar trumpismo no sirve para erradicarl­o. Vale la pena acotarlo y extirparlo con microcirug­ía mientras se pueda. Donald tuvo su película pero tal vez quiera una saga.

* Periodista

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