Pardo Bazán, la ‘influencer’ centenaria
La escritora caracterizaba a sus personajes como ‘fashion victims’
Erudita, visionaria, seductora, admirada y criticada, la escritora Emilia Pardo Bazán no estaba interesada en ser también influencer, pero su pasión y conocimiento de la moda la llevaron a vestir a la última y a caracterizar personajes en sus cuentos y novelas como auténticas fashion victim.
Rosa Neira (Memorias de un solterón), Pilar Gonzalvo (Un viaje de novios) o Espina Porcel (La quimera) son algunas de las adictas a la moda en la narrativa de Pardo Bazán, que conecta muy bien el mundo de la moda con la psicología humana, por lo que estas mujeres no serían tan complejas ni interesantes si la escritora no hablase de sus vestidos o de su obsesión por los trapos.
Presumida y moralista, utilizaba todo lo que le iba bien, le gustaba lucir la moda pero era prudente, hasta el punto de decir que en París «se llevan escotes vergonzantes», explica la profesora de Historia y doctora Blanca Rodríguez, que acaba de defender su tesis doctoral en la Universidad de La Coruña sobre la moda en Emilia, dirigida por José María Paz Gago, coordinador del seminario internacional que protagonizará la escritora este año.
«Seducía más por su inteligencia y sentido del humor y sorna que por su aspecto; de hecho, era muy consciente de su físico, pero consideraba que las mujeres no tenían por qué renunciar a tener buen aspecto y ser a su vez inteligentes», añade Rodríguez.
Emilia lamentaba tener un «cuerpo del demonio» y se quejaba en sus cartas a Galdós de no ser una «aérea sílfide», lo que no impedía que sus modistas en La Coruña y Madrid le hicieran vestidos y corsetería que veía en sus viajes a París, donde observaba y escribía detalles sobre trajes, peinados o sombreros que incorporaba a su atuendo.
Madame Leseelleur le confeccionaba trajes según la moda parisina, Las Virtudes le hacían la lencería, en La Coruña la modista Elisa le cosía los patrones parisinos, al igual que otras costureras de Madrid, a las que encargaba los vestidos que veía en la capital francesa y en las revistas.
En París descubrió las creaciones de Worth, el modisto de la emel
peratriz Eugenia de Montijo; a las hermanas Boue, consideradas las maestras del encaje, o los diseños de modistos como Redfern, Doucet, Raudnitz y Laferriere, y de todo ello daba cuenta por carta a su amiga en Compostela Carmen Miranda de Pedrosa.
El morado y el verde ajenjo eran sobre todo los colores de las telas que encargaba, aparte del negro, que vestía mucho por respeto al luto riguroso de su familia, en la que hubo tantas muertes.
Y el peinado rizado y altísimo, que se llevaba entonces y es con el que más se identifica a doña Emilia, le estilizaba la figura.
El vestuario e indumentaria tradicional gallega (Los pazos de
Ulloa o La madre naturaleza) forman parte también del interés de Pardo Bazán por la moda, como el traje de ceremonia, el de carnaval, el de teatro... La moda de caballero, de perros, incluso el escaparatismo, le interesaron. En definitiva, «lo sabe todo sobre la moda», que refleja la sociedad del momento, en su imagen y en sus obras.