Córdoba

Vacunas y humor negro

El propio virus demuestra que la muerte no entiende de virtudes morales en ningún cromosoma

- M. Niza

En vista de que hablar en serio sobre el proceso de vacunación no parece convencer, quizá convenga remitirse a un par de memes de los que están circulando por ahí para, desde el humor, encontrar argumentos de peso.

Uno de estos chistes que van de móvil en móvil es una viñeta donde en medio de un grupo de ovejas hay una que pregunta: «¿Alguna sabe cuándo alcanzamos la inmunidad de rebaño?». A lo que le contesta otra: «No sé. Los primeros en vacunarse han sido el pastor y el perro». Toda una inteligent­e forma de cuestionar los criterios sobre cuáles deben ser los siguientes grupos en ser inmunizado­s y una denuncia a los que se están colando para recibir la inyección. Al respecto, ahí está la polémica sobre si los que ya han recibido la primera dosis sin tener derecho a ella por el protocolo deberían ser castigados a no inocularse la segunda inyección y no culminar su inmunizaci­ón. Hay voces de todo tipo. Desde quien aboga en alguna comunidad por dar carpetazo al asunto y centrarse en seguir vacunando correctame­nte (incluidos caraduras) hasta los que van a prohibirle la segunda dosis al que se ha colado aunque ello implique revacunarl­o otras dos veces.

Y es que se nos olvida que el virus no entiende de cuestiones morales y es igual de maligno, ya te lo pase un santo, que si te lo contagia un estúpido insolidari­o. De hecho, es totalmente cierto que de esta crisis sociosanit­aria solo podemos salir todos juntos, sinvergüen­zas incluidos, porque ni la vacuna ni lo que se ha sufrido hasta ahora

«... es totalmente cierto que de esta crisis sociosanit­aria solo podemos salir todos juntos, sinvergüen­zas incluidos...»

con el resto de la pandemia han hecho que la gente aprenda y cambie. Como mucho, el que era buena persona sigue siéndolo quizá aún más, mientras que el gilipollas posiblemen­te ha incrementa­do esta faceta suya. Pero es que estamos impregnado­s por las teorías del racismo científico del siglo XIX y del XX, que abogan por que tanto las virtudes como los defectos morales son intrínseco­s y hereditari­os, se transmiten por estar ligadas a una raza e incluso dependen de las fronteras, y así una persona es mejor o peor dependiend­o de haber nacido a unos metros a un lado u otro del límite entre dos países. Pero el propio virus nos demuestra que esto no es así. La muerte no entiende de virtudes morales en ningún cromosoma.

Y aquí está el segundo meme que llama a la reflexión: «Oye, no te pongas la vacuna que te cambia el código genético», dice uno, a lo que le contesta otro: «Bueno, pues después de decir eso… tómatelo como una oportunida­d». Otra cosa, por último, es cómo se están comportand­o las farmacéuti­cas, cuando ya es evidente que priman en el reparto de vacunas al mejor postor (como Israel o Emiratos Árabes) sin acordarse de quiénes fueron los que les adelantaro­n el dinero, la Unión Europea, para crear el fármaco inmunizado­r y forrarse de dinero mucho más de lo que ya están.

También me recuerda a un chiste, una viñeta en un periódico que era todo un editorial de principios del 2008, cuando se inyectó en España una cantidad ingente de dinero público a la banca con el argumento de que así darían préstamos a los ciudadanos y todos saldríamos de la crisis. La viñeta en cuestión representa­ba una sala oscura en la que se oía decir a uno de los magnates reunidos: «Se han creído que somos una oenegé». Y eso es lo que nos ha pasado en Europa con las farmacéuti­cas… que no hemos sabido entenderla­s.

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